Capítulo 5

257 24 2
                                    

La luz de un nuevo día golpeaba mi ventana, miré mi teléfono y eran las 6:00am, ¿Qué hacía despierta un sábado a las 6:00am? No lo sabía, sólo quería seguir durmiendo.
Por más que intentaba no lograba conciliar el sueño nuevamente, así que me levanté a mirar por la ventana hacia la casa de mi vecina, se había vuelto mi pasatiempo favorito, tal vez estaría regando sus plantas, o leyendo un libro.... siempre estaba empeñado alguna actividad.

Cuándo deslicé la cortina, ví algo que me partió el alma, algo que no esperaba ver, tallé mis ojos al creer que estaba dentro de una horrible pesadilla de la cuál quería despertar..

Estaba ella en el jardín de su casa, con sus brazos en el cuello de aquel hombre que ví entrar a su casa un día anterior, él descansaba sus manos en las caderas de Mayte, y ella parecía disfrutarlo ¡Claro! Sebastián. Ella no me lo había descrito, pero no cabía duda de que era él. A juzgar por la bata de seda que llevaba Mayte y su cabello mojado, lo pasaron bien.

Me dirigí a llorar por horas y horas, me sentía increíblemente decepcionada, sólo quería mudarme y no volver a saber nada de ella.
Pero ¿Por qué? Ella y yo sólo éramos vecinas ¿Por qué seguía sintiendo este profundo amor? ¿Por qué mi corazón no lograba entender que lo nuestro era un imposible?

Pasaban las horas y yo seguía recordando lo que ví, lloraba desconsoladamente cuando repentinamente sonó el timbre, caminé hacia la puerta y era ella ¿Qué quería? ¿Por qué venía tan seguido? ¿Por qué no dejarme olvidarla de una buena vez? Me complica tanto este proceso.

Abrí la puerta con los ojos llorosos.

— ¿Qué pasa, mi vida, por qué esa carita? —Dijo al notar la tristeza en mi rostro, y algunas lágrimas que corrieron nuevamente por mi mejilla— Puedes confiar en mí —Dijo mientras limpiaba mis lágrimas con sus manos—

—Nada, no me pasa nada —Dije seco y cortante volteando la mirada a otro lado—

Mayte: ¿Cómo no? Si estás hecha un mar de lágrimas, ya dime qué pasó, corazón —alzó los brazos para que yo corriera a ellos, justo como anhelaba hacerlo—

Necesitaba sentirme en su pecho nuevamente, así que no lo pensé dos veces y corrí a abrazarla.

Mayte: Mi niña... me parte el corazón verte así, ¿No me vas a contar por qué estás triste?

A mí también me partía el corazón saber que la razón de mi desconsolado llanto, seguiría siendo siempre la misma.

—No pasa nada, sólo ví algo que no debí ver. Una foto que me trajo recuerdos —mentí—

Mayte: Ya entiendo, ¿Quieres estar sola? He notado que siempre lo estás, yo pensé que quizá... tú... querrías algo de compañía.

¡Sí, sí, sí! Claro que moría de ganas por su compañía pero era peligroso tenerla cerca, así que me negué al instante.

—No gracias, estoy bien así, es más, creo que debe retirarse, me parece que la están esperando.

Mayte: ¿Qué?

— Por accidente ví algo que ni debí ver, y creí que... nada.

Mayte: No Valentina, estás confundiendo las cosas, Sebastián yo solo somos amigos que se hacen compañía cuándo unos de los dos se siente solo y él ya se fué.

—Entonces ¿Usted se sentía sola? Pero había mucha gente ayer con usted.

Mayte: —Se sonrojó ante aquella pregunta— No ese tipo de soledad, mi amor, ya entenderás...

Claro que entendí que tipo de soledad.

Mayte: En fin, ¿Te invito a comer a mi casa?

—En otro momento, May, deveras no me siento bien —respondí—

Mayte: O podemos quedarnos aquí, si quieres —sonrió—

—Está bien, acepto la invitación a su casa.

Salimos de mi casa Mayte y yo a la par.

Mayte: ¿Y qué te gusta comer?

—La verdad no tengo hambre, lo que sea está bien.

May: ¿Sabes una cosa? yo tampoco tengo hambre, te traje con engaños para que no estuvieras ahí solita,¿Prefieres ver una película? Sirve que nos hacemos compañía una a la otra —Nuevamente acarició mi mejilla—

¿Podía estar más enamorada de ella? No lo creo, mi corazón le pertenecía, toda yo era suya, hace muchísimo le entregué todos mis latidos y ella no se había dado cuenta.

—Sonreí—  Gracias... y sí, me gustaría ver una película. ¿Te parece una romántica? Me gustan mucho

Sí, sin duda alguna, era una masoquista de lo peor.

Mayte: ¿En serio? A mí también me encantan ¿Cuál te gusta más?

— Todas las románticas me gustan, May.

Mayte: Bien, veámos cuál nos convence más ¿Va? —Nos dirigimos al sillón de la sala— Traeré  almohadas y algunas cobijas. Espera aquí y acomódate.

Me senté en la esquina del sillón color beige que combinaba a la perfección con todo lo había a su alrededor.

Mayte: ¡Llegué! —mientras me entregaba una almohada y una cobija color blanco y de felpa, tenía todo su olor impregnado en ella, me encantaba—

Gracias — agradecí mientras me recargaba un poco—

Siempre TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora