Capítulo 14

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Valentina llegó y caminó hasta la habitación de Mayte, ella leía un libro con la luz de noche encendida, cuando Valentina sintió que era un buen momento para preguntarle por sus hermanos, soltó aquella pregunta, temerosa por lo que le respondería. Aunque Isabel me lo hubiera dicho, quería escuchar sus razones salir de ella.

—May...

—Dime, amor —dijo May mientras hacía a un lado el libro que estaba leyendo— ¿Que pasa, chiquita?

— No quiero que te vayas a enojar, pero... ¿Por qué no quisiste hablar de tus hermanos en casa de Isabel?

Mayte: Ay, mi vida. Ahorita no, mejor vamos a dormir ¿va?

—Me acosté dándole la espalda y cubrí mi cuerpo con la cobija, después sentí su cuerpo sobre el mío—

Mayte: ¿Estamos bien?

— Mmmjm —Asentí—

Mayte: —Dejó un beso en mi mejilla— ¿Me abrazas?

—Volteé hacia ella la abracé pasando mi brazo por encima de su cuerpo y comencé a acariciar su abdomen, ella se echó para atrás procurando que nuestros cuerpos estuviesen muy cerca.

Luego de algunos minutos de caricias, durmieron abrazadas, sintiéndose seguras de estar cerca una de la otra, no necesitaban nada más, tenerse era el mayor regalo que la vida les había dado a las dos.


Al amanecer, desperté primero y me dirigí a la cocina para prepararle de desayunar a Mayte, mi mujer no podía preparar un huevo frito sin que la supervisara un adulto, y lo peor es que ¡ella era uno! me daba ternura pensar en Mayte cocinando.

Al llegar a la cocina no había nada, solo comida preparada guardada en recipientes dentro del refrigerador.
¡Dios santo, Mayte! ¿Qué haces cuando no te preparan de comer? ¿Mueres de hambre? —Me pregunté—

Salí en busca de algunas cosas para preparar el desayuno, preparé hot cakes, huevos revueltos y tocino, estaba tan concentrada en que el desayuno estuviera delicioso, que no noté su presencia cuando de repente sentí sus brazos rodearme y sus besos en mi cuello.

Mayte: Buenos días, mi niña ¿Qué tanto haces?

Buen día, amorcito. Te estoy preparando de desayunar, por cierto... ¿Qué sabes hacer? La comida que está en el refri, es imposible que la hicieras tú.

Mayte: ¿Te digo qué es lo que sé hacer? —Apretó mi intimidad con su mano y me habló al oído—

—Sonreí y me hice un poco para atrás— ¡Mayte! Me voy a quemar, amor.

Mayte: ¡Óyeme, claro que la hice yo! ¡Faltaba más! —Se alejó de mí fingiendo indignación—

—Hoy te voy a enseñar a cocinar, May.

Mayte: ¡No hace falta! Estoy feliz con la comida que me prepara Isab.. que me preparo yo.

— ¡May, solo es para que sepas hacerlo por ti misma! Puedes seguir comiendo la comida de Isabel, pero saber hacerlo por ti, también está bien, puedes intentarlo ¿sí?

Mayte: ¡No me gusta! no nací para la cocina. Y no me hagas esa cara. No lo haré.

Fingí tristeza.

Mayte: ¡Me caes muy mal! ¿qué me enseñarás a hacer?

— ¡Me encanta esa actitud! ¿Te parece que empecemos por un huevo frito?

Mayte: ¿Eso? Algo más difícil, eso cualquiera sabe hacerlo, ¡Por Dios!

— Muy bien, me encanta esa seguridad, pero ya veremos.
Mira chaparrita, pondrás un poco de aceite en el sartén y dejarás un momento que se caliente ¿estamos? Después tomarás el huevo y lo vas a quebrar en la esquina del sartén, así —llevé a cabo la acción— después vas a vaciar el contenido del cascarón en el aceite caliente ¿Lo ves? Si el aceite está caliente, el huevo estará listo más rápido y conservará su forma.

Mayte: ¡Lo tengo! huevo roto con la esquina del sartén, ¡Amor! ¿qué hago con esto? —gritó de pronto—

— May, ¡Era primero el aceite! ¿En qué momento hiciste eso? Me distraje dos segundos...

Mayte: — Miraba fijamente el sartén— ¿Se va a pegar, verdad?

—Así es...

Mayte: Bueno. De nuevo. El aceite en el sartén, que se caliente y el huevo —Dijo en voz baja, mientras lo llevaba a cabo—

—Ves como no era tan difícil. Mañana practicaremos de nuevo.

Mayte: Con el huevo frito estamos bien, amor.

Después de estar unas horas juntas, platicando de todo un poco, bromeando entre nosotras, y amándonos como sólo nosotras sabíamos, decidí regresar casa, a pesar de que amaba estar con Mayte, tenía pendientes por hacer, estaba descuidando toda la vida que tenía antes de Mayte, comencé a darme cuenta que no había balance entre mi relación con ella y mi vida personal.
Necesitaba resolver pendientes de la universidad, hablar con mis padres, salir un poco con amigos, etc. conseguir un balance.

— May, ¿dónde estás?—la llamé—

Mayte: ¡Aquí estoy, amor! —Se escuchó desde su habitación—

—Me acerqué y dejé un beso en su frente— iré a arreglar unas cosas por mi casa y mañana vuelvo, te amo mi chaparrita de ojitos bonitos, estaré en casa si necesitas algo.

Mayte: Está bien, mi vida. Yo estaré en casa de Isabel, cualquier cosa me llamas —Se acercó a dejar un beso en mi mejilla.

Siempre TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora