Capítulo 1

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Londres, 1848

Invierno

Henry siempre había pensado que Zhoumi era hermoso, en la forma en la que un austero paisaje o un día de invierno podía ser hermoso. Era un hombre alto y atractivo, inflexible desde cualquier ángulo. La exótica intrepidez de sus rasgos era el complemento perfecto para ojos tan oscuros que sus iris eran escasamente distinguibles de las pupilas. Su cabello era espeso y tan negro como el ala de un cuervo, sus cejas fuertes y rectas. Y su amplia boca combinaba con una perpetua curva de preocupación que Henry encontraba irresistible.

Zhoumi. Su amor, pero nunca su amante. Se conocían desde niños, cuando él había sido acogido por su familia. Aunque los Chos siempre lo habían tratado como uno de los suyos, Zhoumi había actuado en calidad de sirviente. Un protector. Un forastero.

Él fue a la alcoba de Henry y se detuvo en el umbral para observar mientras el llenaba una maleta con algunos artículos personales de encima de su tocador. Un cepillo para el cabello, un alfiletero, un puñado de pañuelos que su hermano Donghae había bordado para el. Mientras Henry metía los objetos en la bolsa de cuero, era intensamente consciente del cuerpo inmóvil de Zhoumi. Sabía lo que se ocultaba bajo su quietud, porque el sentía la misma sensación interior de anhelo.

La idea de dejarlo estaba rompiéndole el corazón. Y aún así no había otra opción. Llevaba siendo un inválido desde que había padecido la escarlatina dos años atrás. Estaba delgado y frágil, muy propensa a episodios de desmayos y fatiga. Pulmones débiles, habían dicho todos los médicos. Nada que hacer excepto sucumbir. Una vida entera de descanso en la cama seguida por una muerte temprana.

Henry no aceptaría ese destino.

Anhelaba sanarse, disfrutar de las cosas que la mayoría de la gente daba por sentadas. Bailar, reír, caminar por el campo. Quería libertad para amar... casarse... tener su propia familia algún día.

Con su salud en tan deplorable estado, no había ninguna posibilidad de hacer cualquier cosa de esas. Pero eso estaba a punto de cambiar. Ese día partiría hacia una clínica francesa, donde un joven y dinámico doctor, Zi Tao Harrow, había conseguido resultados notables con pacientes como el. Sus tratamientos eran poco ortodoxos, polémicos, pero a Henry no le importaba. Haría lo que fuera para curarse. Porque hasta que ese día llegara, nunca podría tener a Zhoumi.

—No te vayas —dijo Zhoumi, tan suavemente que casi no lo oyó.

Henry se esforzó por permanecer exteriormente en calma, incluso mientras un escalofrío bajaba por su espina dorsal.

—Por favor cierra la puerta —se las arregló para decir. Necesitaban privacidad para la conversación que estaban a punto de tener.

Zhoumi no se movió. El color se le había subido en su rostro y sus ojos negros relucían con una ferocidad que no era en absoluto propia en él. Era todo un romaní en ese momento, sus emociones estaban más cerca de la superficie de lo que usualmente permitía.

Fue a cerrar la puerta el mismo, mientras él se apartaba como si cualquier contacto entre ellos fuera a dar como resultado un daño fatal.

—¿Por qué no quieres que me vaya, Zhou? —preguntó suavemente.

—No estarás seguro allí.

—Estaré perfectamente a salvo —dijo— Tengo fe en el doctor Zi Tao Harrow. Sus tratamientos parecen adecuados para mí, y ha tenido una alta proporción de éxitos...

—Ha tenido tantos fracasos como éxitos. Hay muchos doctores buenos aquí en Londres. Deberías probarlos primero.

—Pienso que mi mejor oportunidad está con el doctor Zi Tao Harrow. —Henry sonrió a los duros ojos negros de Zhoumi, comprendiendo las cosas que él no podía decir— Regresaré a ti. Te lo prometo.

Conquístame al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora