Capítulo 13

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En su última tarde en Londres, la familia asistió al baile privado celebrado en la casa del señor y la señora Hunt en Mayfair. El señor Hunt, un empresario del ferrocarril y copropietario de una fabrica inglesa de locomotoras, era un hombre que se había hecho a sí mismo, hijo de un carnicero londinense. Era parte de una nueva y creciente clase de inversionistas, hombres de negocios, y gerentes que desestabilizaban las largamente sostenidas tradiciones y la autoridad que suponía un título de nobleza en sí mismo.

Una mezcla fascinante y bastante volátil de invitados asistía al baile anual de primavera de los Hunt... políticos, extranjeros, aristócratas, y gente de negocios. Se decía que las invitaciones eran altamente codiciadas, ya que aún los pares del reino que en apariencia desdeñaban la búsqueda de riquezas, estaban ansiosos por tener alguna conexión con el extraordinariamente poderoso señor Hunt.

La mansión Hunt bien podría haber sido descrita como el símbolo del éxito de la empresa privada. Grande, lujosa, y tecnológicamente avanzada, la casa estaba alumbrada con gas en cada cuarto y el enyesado estaba hecho con los flexibles moldes modernos que actualmente se exhibían en el Palacio de Cristal. Ventanales del suelo al techo daban acceso a amplios paseos y jardines en el exterior, sin mencionar un notable invernadero techado de cristal y con un complejo sistema de fontanería bajo el suelo.

Justo antes de que los Cho llegaran a la mansión Hunt, el señorito Sungmin Marks murmuró unos pocos consejos de última hora a sus protegidos, diciéndoles que no llenaran sus carnets de baile muy rápidamente por si un caballero atractivo pudiera llegar más tarde al baile, y que nunca se dejasen ver sin sus guantes, y que nunca rechazasen a un caballero que les pidiera bailar con ellos a menos que estuviesen ya comprometidos para bailar con otro. Pero a toda costa, lo que nunca debían permitir era más que tres bailes a un caballero... pues tan excesiva familiaridad provocaría cotilleos.

Henry win se enterneció por la cuidadosa forma en la que el señorito Sungmin Marks transmitía las instrucciones, y la seria atención que Donghae y Ryeowook le prestaban. Claramente los tres habían trabajado duro en el intricado laberinto de la etiqueta.

Henry win estaba en desventaja comparado con sus dos hermanos menores. Al haber pasado tanto tiempo lejos de Londres, su conocimiento de las buenas costumbres sociales era escaso.

—Espero no haceros pasar vergüenza a ninguno —dijo a la ligera—. Aunque debería advertiros que las probabilidades de que cometa un error social son realmente altas. Espero que acepte usted enseñarme también a mí, señorito Sungmin Marks.

El institutriz sonrió un poco, revelando sus dientes aún blancos y labios suaves. Henry win no pudo menos que advertir que si el señorito Sungmin Marks estuviera un poco más rellenito, sería realmente bonito.

—Tiene usted tal sentido natural de la propiedad —dijo éste a Henry win—, que no puedo imaginármelo siendo algo menos que un perfecto doncel.

—Oh, Henry win nunca hace nada mal —dijo Ryeowook al señorito Sungmin Marks.

—Henry win es un santo —agregó Donghae—. Es muy latoso. Pero hacemos lo que podemos por tolerarlo.

Henry win sonrió.

—Para vuestra información —les dijo ligeramente—, tengo la intención de romper totalmente al menos tres reglas de etiqueta antes de que el baile haya terminado.

—¿Qué tres? —preguntaron Donghae y Ryeowook al unísono. El señorito Sungmin Marks simplemente pareció perplejo, como si estuviera intentando entender el por qué alguien haría deliberadamente tal cosa.

—No me he decidido aún. —Henry win cruzó las manos enguantadas en su regazo—. Tendré que esperar a que las oportunidades se presenten por sí solas.

Conquístame al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora