Capítulo 8

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Por la mañana, Kyuhyun conoció al institutriz.

Tanto Donghae como Ryeowook le habían escrito un año antes hablándole de la necesidad de contratar a un institutriz. Su nombre era Sungmin Marks, y a ambos les caía bien, aunque sus descripciones no trasmitían con exactitud el por qué les gustaba tal criatura. Por lo visto era insignificante, callado y severo. No sólo ayudaba a los hermanos mas jóvenes, sino que toda la familia aprendía a desenvolverse en sociedad.

Kyuhyun creía que esta instrucción social era probablemente algo bueno. Para todos los demás, no para él.

Cuando se trataba de conductas apropiadas, la sociedad tendía a ser mucho más exigente con las mujeres y donceles que con los varones. Y si un hombre poseía un título y soportaba su borrachera razonablemente bien, podía hacer o decir cualquier cosa que se le ocurriera, y aún ser invitado a todas partes.

Por un capricho del destino Kyuhyun había heredado un vizcondado, lo que cumplía meticulosamente la primera parte de la ecuación. Y ahora después de una larga permanencia en Francia, había limitado su bebida a una o dos copas de vino en la cena. Lo cual significaba que estaba relativamente seguro de ser recibido en cualquier aburrido y respetable acontecimiento de Londres a los cuales no tenía ningún deseo de asistir.

Sólo esperaba que el formidable señorito Sungmin Marks intentara corregirle. Podría ser divertido hacerlo trastabillar sobre sus propios talones.

Kyuhyun casi nada sabía sobre institutrices, excepto por las apocadas criaturas de las novelas, que tendían a caer enamoradas del amo de la casa solariega, siempre con funestos resultados. Sin embargo, el señorito Sungmin Marks estaba completamente a salvo con él. Para variar, no tenía interés alguno en seducirlo. Sus antiguas aventuras disipadas habían perdido el poder de cautivarle.

En una de las correrías de Kyuhyun por Provenza visitando algún resto arquitectónico Galo-Romano, se había topado con uno de sus viejos profesores de la Academie des Beaus Art. Ese oportuno encuentro originó que renovaran sus relaciones. En los meses siguientes, Kyuhyun había pasado muchas tardes realizando bosquejos, leyendo, y estudiando en el estudio del profesor. Kyuhyun había llegado a algunas conclusiones que tenía intención de poner a prueba ahora que estaba de regreso en Inglaterra.

Mientras paseaba despreocupadamente a lo largo del gran pasillo que llevaba a la suite de los Cho, oyó el sonido de pasos apresurados. Alguien corría hacia él desde la otra dirección. Moviéndose a un lado, Kyuhyun esperó con las manos metidas en los bolsillos.

—¡Ven aquí, pequeño demonio! —Oyó un gruñido de doncel—. ¡Rata gigante! ¡Cuando ponga mis manos sobre ti, te arrancaré las entrañas!

El tono sanguinario no era propio de un doncel. Asombroso. Kyuhyun estaba inmensamente entretenido. Los pasos sonaron más cerca... pero sólo había un par de ellos. ¿A quién demonios estaría persiguiendo?

Rápidamente se hizo evidente que el no perseguía a un quién sino a un qué. El peludo y escurridizo cuerpo de un hurón se acercó corriendo a grandes zancos a lo largo del pasillo con un objeto con volantes sujeto en el hocico. La mayor parte de los huéspedes del hotel sin duda se desconcertarían ante la visión de ese pequeño mamífero carnívoro corriendo como un rayo hacia ellos. Sin embargo, Kyuhyun había vivido durante años con las criaturas de Ryeowook: ratones que aparecían en sus bolsillos, crías de conejos en sus zapatos, erizos que vagaban por causalidad por delante de él en la mesa del comedor. Sonriendo, observó al apresurado hurón que pasó junto a él.

El doncel llegó poco después, una masa de ropa grises crujían mientras corría abriéndose paso tras la criatura. Pero si había una cosa para la cual la ropa de las donceles no estaba diseñada a hacer, era facilitar la libertad de movimiento. Agobiado por capas y capas de tela, tropezó y se cayó a unos metros de distancia de Kyuhyun. Unas gafas salieron volando hasta su lado.

Conquístame al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora