Tabú

29._Tabú

-¡Qué dejes de decir que atraigo la mala suerte!-exclamó Bills enarbolando el puño.

-¡Señor! Esta en un hospital.No grite por favor-le dijo una enfermera que entraba en la habitación a revisar los signos vitales de la chica.

Mary se sonrio divertida,mientras que Bills se tuvo que aguantar el regaño. De reojo miró a Mary,quien ya no podría hacer su numero en las telas. Al menos por un buen tiempo. Se le veía bien pese a eso y a todo lo que sucedió.Black la puso al tanto una vez ella estuvo más compuesta.

La chica se veia más radiante,como se ven las flores después de la lluvia. Se fue a sentar en el borde de la cama,viendo hacia la pared,como buscando las palabras para reconocer su error y pedir una disculpa,pero ese tipo de cosas no eran su estilo. Después de un rato se dejo caer sobre el abdomen de la muchacha,
quedándose inmóvil. Parecía un muñeco de lo relajado que estaba ahí,con las piernas colgando hacia el piso y los brazos extendidos a lo ancho de la cama. Sus ojos se volvieron más suaves y no se cerraron hasta que la mano de Mary,acarició su mejilla. Entonces su cuerpo se volvió más pesado y terminó medio dormido sobre la chica,que no le guardaba resentimiento por lo sucedido.

Mary. Si había una persona que encarnaba el sinónimo de adaptable, esa era ella. Lo mismo daba el sitio o las personas con las que se encontrara,ella siempre conseguía acoplarse. Black la conocía bien y la tuvo muy presente esos días. Mientras reparaba la motocicleta, el lóbrego domador se entregaba a sus reflexiones. Los sentimientos siempre fueron su talón de Aquiles,aunque la verdad no eran algo relevante en su vida. Con frecuencia solía responder más a impulsos pacionales que a la emotividad. Era su naturaleza inclinarse un poco más a lo racional con ocasionales incursiones a lo primordial. Sus relaciones,de todo tipo, eran escasas. En cuanto a las mujeres sus estandares eran demasiado altos. Las superficiales, las muy emocionales o convencionales no cautivaban su interés. Tuvo varias amantes de ocasión,pero ninguna pareja. Las mujeres sayajin se le hacían demasiado primitivas. Incapaces de ver más allá de lo mundano. Aunque no gustara de los humanos,tenia que admitir que en ellos habían mejores intereses intelectuales. Los shin jin eran muy pragmáticos,los namekianos demasiado pacifistas y los ángeles vivían como en otro planeta. Su lugar mejor era entre los humanos y allí encontró a Mary. Ella tenia ese equilibrio entre lo mundano y lo divino,por así decirlo. Veía la realidad e iba más allá. Nunca le criticó tampoco que ocultara su naturaleza o tenia demasiados prejuicios a sus metodos para hacer las cosas. Se acostumbro a ella y de ahí que estuviera con Bills,le lastimo más que su ego.

Desgraciadamente Black era alguien demasiado rencoroso y con un orgullo ciego,como para ignorar aquel acontecimiento. Perdonar no era lo suyo,sino castigar. Con Mary no podía ejecutar un escarmiento o mejor dicho,no quería hacerlo. Era demasiado implacable para someterla a eso. La terminaría lastimando demasiado. Quizá lo mejor era sólo alejarse y retomar su vida,sus planes.
Termino con la moto,limpio sus manos con un trapo y se alejo rumbo a su tienda para empezar a empacar. El circo se iría esa noche,pero si las cosas salian como las planeo,Dai no podría dejar la ciudad.

Esa misma tarde la policía llego a arrestar a Raditz por el asesinato de la bailarina. Black prometió que no lo denunciaria a él,ni a Dai,pero dio lo investigado a la familia de Nina, quienes hicieron lo suyo. Él no podía dejar una injusticia impune.

Bills se estaba quedando en un hotel. Todavía no sabia que hacer. Llevaba muchos años en el circo. También estaba Mary,aunque si era honesto consigo no estaba seguro de querer estar con ella. Le gustaba bastante, pero era muy pronto para saber si había surgido un sentimiento más grande,aun si asi era,el mago, necesitaba un tiempo a solas. Volver a ser dueño de si mismo y hacer su voluntad. Mary se repondria pronto y seguiría su camino también. Pese a los bríos que ella le daba,Bills no era la clase de sujeto que cambiaba el mundo. Él no peleaba contra lo establecido. Pero tampoco era un cobarde que tuviera miedo del látigo del prejuicio. Mirando por la ventana de su cuarto,Bills pensaba.