Júpiter
Conocernos
Era viernes. Y lo que antes pensaba sobre este día, había cambiado... me parecía uno de los peores días, el que me indicaba que el fin de semana comenzaba, y yo tenía a nadie con quien pasar un buen rato. Pero esto ya no era así, ahora tenía un compromiso en la plaza, a las diez de la noche, y me encontraba bastante... feliz, por aquello.
Observé una vez más el reloj de mi muñeca, ya eran las diez menos cuarto. Debía irme o de lo contrario llegaría tarde. Agarré mi chaqueta y salí de mi cuarto. Al llegar al comedor, visualice a mis padres, sentados en el sofá viendo una película.
– Me voy, vuelvo más tarde – comuniqué, pasando frente a ellos, dirigiéndome hacia la puerta de entrada.
– Júpiter... - me llamó mi madre, pausando la película y dándose vuelta para observarme – espero que no estés haciendo lo que creo que es...
– No – la corté. Tampoco era tan estúpido – voy a encontrarme con una amiga, en la plaza.
La cara de mi madre se transformó por completo, sus ojos se abrieron, al igual que su boca. Mi padre, se dio vuelta lentamente, conservando la calma.
– ¿Ahora así le dices a Regina? – preguntó, con un tono levemente molesto. Sabía que en realidad, si le agradaba mi "novia", solo que las cosas con esta no fluían de manera adecuada.
– No, otra amiga. Livia Williams.
Mi madre volvió a su sorpresa original, y luego trato de ocultarla.
– ¿Es... confiable? – cuestiono, ahora lucía preocupada.
¿Livia? No la conocía lo suficiente, pero era de este tipo de personas que con tan solo ver sus expresiones, puedes deducir lo que piensa, o lo que siente fácilmente.
– Sí, pero no pretendo contarle sobre el asunto – enuncié con seguridad. Nunca me iba a permitir hundirla conmigo.
– ¿Es especial? – indagó esta vez mi padre.
<<Aún no lo sabía...>>
– Eso creo... no estoy seguro.
– ¿Te gusta? – preguntó mi madre sonriente. Rodé los ojos - ¡Oye! Ese gesto conmigo no lo practicas, jovencito – me regaño.
– No voy a hablar de esto con ustedes... Así que, si me disculpan, tengo que irme – finalicé la incómoda conversación que se estaba formando.
– Suerte – murmuraron al unísono, volviendo a acomodarse en su posición original.
Salí de la casa, cerrando la puerta, dirigiéndome hacia mi auto. Lo había hecho mi tío, con muchas partes viejas de autos destrozados. Teníamos dinero para comprar uno, pero el gesto fue asombroso, así que decidí conservarlo.
Me subí a él y me dirigí hacia la plaza del pueblo, que se encontraba a siete cuadras de distancia, desde mi casa. Al llegar, estacioné al frente de ella, y tras permanecer unos segundos dentro del vehículo, descendí.
Llegué a la esquina, y baje mi mirada hacia mis brazos, corroborando que las mangas del buzo sigan en su lugar. No quería volver a avergonzarme de mí mismo frente a Livia.
Caminé hasta la zona de juegos, recorriendo el terreno con la mirada esperando encontrarla. Llegué hasta las hamacas y tras echar otra mirada, me senté en una de ellas. Probablemente se le hizo tarde, o algo por el estilo.
Esperé durante diez minutos, y cuando estaba empezando a preocuparme; la castaña se apareció frente a mí, con una sonrisa.
– Hola – saludó, respiraba agitadamente. Seguro que debe haber corrido bastante, no sé la ubicación de su casa, pero probablemente no era nada lejos.
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Para siempre ©
RomanceLivia es una adolescente de diecisiete años completamente normal, que trata de vivir sus últimos tiempos de diversión antes de entrar a la universidad. Por otro lado, Júpiter es un joven sin muchas esperanzas de vida, con muchos secretos dolorosos...