#11 - Debilidades

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 Livia 

Debilidades 

–¿Este me queda bien? – pregunté y me paré frente a Kala, quien se encontraba sentada en mi cama, comiendo palomitas algo... desesperada. Todavía vestía con el uniforme del instituto y llevaba su cabello rubio amarrado en una coleta.

–Si – respondió, llevándose un puñado del alimento que consumía directamente a su boca.

– ¿Es en serio? Creo que le vi una mancha en el costado...

–Déjate de tonterías y ve que sino llegaras tarde – advirtió.

Llevaba más de quince minutos probándome atuendos para ir a la plaza junto a Júpiter.

<<¿Te estabas arreglando para él?>>. 

No, por supuesto que no. Lo hacía por mí misma, para verme bien.

<<Seré joven, pero no estúpida>>.

Cállate.

El último atuendo que me había probado; consistía en un pantalón azul y un top tipo corset de color verde claro. Las noches comenzaban a delatar la llegada del verano; la temperatura era agradable, lo que también significaba que más personas concurrirían al lugar donde me vería con mi amigo. Pero eso no me importaba, yo solo quería... pasar tiempo con él.

–Ve, que ya estás llegando tres minutos tarde – comunico la rubia, observando la pantalla de su celular.

–Está bien, cuídate ¿Si? No hagas nada tonto.

–Si mamá... - rodó sus ojos.

–Si quieres hacer más palomitas trata de no explotar mi cocina... - sugerí y tomé una pequeña mochila de color negro, guardando allí mis pertenecías.

–Lo intentaré...

–Bien, vuelvo en una hora aproximadamente. Nos vemos – me despedí y salí apresurada de mi habitación.

– ¿¡Recuerdas el paso número uno del plan?! – vociferó.

<<Paso número uno: Ser amigos>>.

– ¡Lo hago! Adiós – grité, saliendo de mi hogar.

No podía llegar tarde, al parecer mi amigo era muy puntual. Y el viernes pasado él ya se encontraba esperándome.

Corrí a toda velocidad las cinco cuadras que separaban la plaza y mi hogar. Tenía unas zapatillas vans por lo cual esto no se me dificulto.

Llegué respirando agitadamente y hasta creo que con taquicardia. Me paré en la esquina y lo busque rápidamente con la mirada, hasta que finalmente lo encontré; estaba en una de las hamacas, balanceándose levemente en ella.

Troté hasta el, con una sonrisa en mi rostro – Lamento la demora – me disculpé cuando llegue a donde se encontraba.

Sus ojos celestes que se mantenían gachos, observando al suelo; subieron para encontrarse con los míos. Al hacerlo sonrío de lado – No ocurre nada.

Me senté en la hamaca que se encontraba a su lado – ¿Cómo estás?

–Bien ¿Y tú? – respondió, volviendo a hamacarse.

Imité su acción y reí <<Parecíamos niños>>.

–Lamento si el otro día te cause problemas con tu novia... - murmuré sin dejar de balancearme.

– ¿Qué? Oh, no te preocupes. No ocurre nada...

–Claro... lo siento es que pensé que habría podido llegar a malinterpretar nuestra conversación ¿Sabes?

Para siempre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora