Respirar

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"¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?

¿Tu temperatura está bien?

¿Cómo está tu salud mental?"

– Normal, me siento igual todos los días, nada cambia y tus medicamentos me hacen sentir como una maldita piedra, es como si no existiera – cada viernes respondo lo mismo, el doctor Kim debe estar cansado de mis respuestas, su mirada no hace más que analizarme, sabe que le estoy mintiendo pero no dice nada, solo anota algo en su libreta, deseo tanto saber que escribe allí.

Lo único bueno o agradable de mi terapeuta, es que nunca me mira con lástima como los anteriores lo hacían, aunque cada día me dé una lista nueva de medicamentos. A veces me siento juzgada por él, pero aunque no me entienda lo sigo queriendo.

– Creo que ya es momento de nuevas medicinas.

Bueno, creo que ya no lo quiero tanto, ¿Ya mencioné que odio tomar pastillas? Está en el puesto número uno de cosas que odio, seguido de las personas y el helado de chocolate, odio a mi propia especie y ojalá todas estás medicinas sí me conviertan en una piedra.

"Necesitas pastillas para la felicidad? Firma aquí, paga las cuentas y te pondremos bien".

Kim ya se cansó de escucharme decir lo mismo todos los viernes, y solo quiere verme feliz, ¿Pero realmente lo desea? Esas pastillas solo adormecen mi cuerpo, no el dolor de mi alma. Salgo de la clínica, hoy no retiraría los medicamentos, estaba demasiado cansada para hacerlo. La parada de autobuses está vacía así como mi corazón en estos momentos, el bus no demora en pasar, subo y me acomodo al final de este, no quería llamar la atención.

Miraba las calles de Seúl mientras recordaba lo que había dicho el doctor Kim, compraría mi felicidad hasta quedarme sin ahorros.

Si esas pastillas lograrán ayudarme, ¿Las noches de soledad se acabarían? ¿Mi dolor se acabaría? ¿Mis lágrimas desaparecerían?

Bajé del autobús confundida, me atormentaron miles de pensamientos y el ruido a mi alrededor se silenció. Sólo escuchaba las voces en mi cabeza. Son más fuertes que mis ganas de vivir, me controlan y aunque reprima esas ganas de dañarme, ese odio e inseguridad que vive dentro de mí, llega un punto en el que ellas ganan y mi única alternativa era hacerles caso.

Abro la puerta de mi apartamento, todo está a oscuras, este ambiente triste y melancólico es mi hogar en el que pierdo todo mi tiempo aturdida por mis pensamientos, la necesidad de encontrar a alguien que realmente me ayude a salir de este pozo me atormenta, nadie aparecía, nadie querría con alguien tan necesitado de amor. Llegó a mi habitación y lloró hasta quedar dormida.

"¿Estoy bien?"

[...]

Hace varios minutos me desperté, no podía conciliar el sueño, la luz es escasa en mi habitación, tan solo hay una lámpara encendida, justo a mi lado. Las voces en mi cabeza no se detienen y no puedo hacer más que intentar ignorarlas, pero a pesar de eso estás no me dejan volver a dormir.

Las lágrimas no han dejado de bajar por mis mejillas, el nudo en mi garganta no se deshace, los sollozos son cada vez más fuertes, comienzo a temblar. No quiero tener otro ataque, no ahora.

Mientras sollozo recuerdo mi niñez, cuando no me importaba lo que los demás decían de mí, sin tener depresión ni ansiedad, siendo feliz, corriendo por las calles de la ciudad, cuando mi madre no me juzgaba. El techo empieza a dar vueltas y hago el intento de eliminar todo tipo de pensamiento dañino, necesito alejar mis preocupaciones.

Respira, sólo sigue respirando.

Busco desesperadamente mis medicamentos intentando arreglar la tristeza que me visita por la noche y me hace perder la noción del tiempo.













Publicado: 04/07/21

Corrección: 20/09/24


Medicine | jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora