Prólogo: Nieve

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Los lazos del destino a veces pueden ser caprichosos. Nunca sabes lo que puede suceder en cuestión de segundos. Tu vida cambia de un momento a otro.

Y sin previo aviso, ya nada es como antes. Ya no reconoces la persona que recordabas ser. Y eso a veces... puede llegar a asustar.

— Fujimoto-san, ¿me estás escuchando?— le llamó su compañera.

— Sí, perdona... estaba pensando. —miró hacia el cielo. Era una noche completamente helada, en cualquier momento podría comenzar a nevar.

— ¿Quieres que vayamos a tomar algo? No me esperaba que después de salir del trabajo hiciese tanto frío. —la chica se encogió sobre sus brazos.

— No es mala idea. —le respondió con una sonrisa.

Ambas continuaron caminando por la espaciosa calle, no había mucha gente a esa hora de la noche.

En dirección hacia ellas venían caminando tres hombres. Dos atrás y el del medio más adelantado. Era un joven de ojos negros y cabello largo y rubio, peinado completamente hacia atrás, su expresión era áspera. Los otros dos reían sobre una conversación cualquiera.

Justo en el momento que cruzaron, la joven sintió algo extraño. Algo que nunca en la vida había sentido. Sin querer, se quedó observando a ese grupo de tres.

Y en ese momento, esos ojos oscuros la miraron. Podía sentir como si le leyese el alma, le desnudara por completo. El contacto visual se rompió a los pocos segundos. Cada grupo continuó por su camino.

— Fujimoto-san, ¿te encuentras bien? Estás pálida. —le preguntó su compañera, dejando de caminar.

— Sí... solamente...—volteó para volver a mirar al chico de la gabardina— Creo haberlo visto... en algún lado...

Al otro lado de la calle, el trío continuó su camino. Ambos hombres que iban caminando voltearon hacia las dos chicas y luego comenzaron a reír. El rubio solamente observaba el frente, sin ninguna expresión.

— ¡Deberíamos de llevarnos esas bellezas!—comentó uno de los matones.

— ¡Oye, Mikey! ¿Las raptamos?, obtendríamos bastante pasta con dos como ellas. —vaciló el otro.

— Silencio. —ordenó el líder con autoridad, sin dejar de mirar hacia el frente, esta vez parecía molesto.

— ¡Siempre rompiendo la diversión, Mikey!—ambos matones comenzaron a reír a carcajadas.

Del cielo comenzó a caer pequeños copos de nieve.

— ¡Mira, Fujimoto-san, está cayendo nieve!

La chica observó los pequeños copos de nieve que caían en su mano. Los observó durante unos segundos.

El tiempo parecía haberse paralizado durante un instante. En sus 26 años de vida, por primera vez sintió un pellizco en el pecho, una sensación de agobio. No, tal vez esa no era la definición correcta.

Y sin previo aviso, el final de la vida de Kata Fujimoto apareció. Los lazos del destino se movieron una vez más.

¿Quién iba a pensar que aquel pequeño encuentro iba a ser el comienzo de su propia muerte?

DEATH (Manjiro Sano/ Mikey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora