Parte 9: Rojo y Azul inseparable

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Tanaka era simultáneamente un ángel y un demonio, quizás salvaba para luego dejar caer

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Tanaka era simultáneamente un ángel y un demonio, quizás salvaba para luego dejar caer. Impredecible, con una confianza desmesurada, una mente perversa y un corazón blandito. Porque nadie podría negar que detrás de aquellos dientes que enseñaba como un sabueso defendiendo la casa de su amo, lo que el chico tenía era una sensibilidad desmesurada que hacía que todo le afectase el doble. Describir a Ryunosuke Tanaka era tratar de pintar en un cuadro a la vez con negro y blanco sin orden ni forma, pero con ímpetu y cariño. Era como las estampas de La gran ola de Kanagawa o El Fuji Rojo, entremezclan la fuerza con las emociones creando una amalgama de cualidades difíciles de conjugar, mucho menos expresar, pero una vez las ves de cerca son imposibles de ignorar.

Así fue para Kageyama y para Hinata porque Tanaka les iba a poner el reto más difícil hasta ahora. Les iba a atar al uno con el otro casi de por vida de una forma que ni él mismo podría haber sabido.

Tenían una semana. Siete días. No suficientes horas para empezar a entenderse entre ellos, que Hinata aprendiera a jugar, que se compenetraran bien y ah bueno... no matarse en el proceso. Daichi les había dejado claro que no les quería ver por el gimnasio, y las alternativas se resumían a cualquier lugar con algo de espacio donde poder pasarse un balón. No había muchos y ninguno era bueno para Kageyama. PERO había que hacerlo. Aunque este solo se jugaba una posición y no una expulsión si le preguntaban, el simplemente diría que se jugaba la vida.

Pasos acelerados y pesados se acercaban a Kageyama, quien solo pudo mirar por el rabillo del ojo como le adelantaba un borrón naranja por la derecha. Y sus piernas se movieron sin permiso como un imán guiado por su polo opuesto. Eran las 5 de la mañana y dos chicos de primero se dejaban caer en la puerta de un gimnasio cerrada a cal y canto, sin aliento, con el sudor resbalando por la comisura de su cuello, pero con las ganas palpitando bajo su piel.

- Hee... he.. ga..gana...ganado

- Mal... maldito enano – bufó

Aun faltaban minutos de descuento para que saliera el sol, pero Kageyama se atraganto en un amanecer inesperado, que le paró el corazón en el acto y no le desordenó las ideas. Maldita sea este enano. Sería difícil decir qué clase de religión era, pero sin duda, este habría fundado una con tan solo fijarse en la orilla de una sonrisa inocente pero desafiante con unos ojos en marcados en victoria que conectaban directamente sobre él.

- Vamos empate. 1 a 1 Bakayama

- Ehh? – Kageyama no tenía ni idea de que hablaba, ni de que día era, ni siquiera sabía si seguía respirando.

- Me ganaste... en mi primer partido. Me derrotaste. Y ahora te he ganado yo... Vamos empate.

- Ahh ?! ¿¡COMO VA A CONTAR LO MISMO GANARTE UN PARTIDO QUE UNA CARRERA IMBECIL?!

- Ummm... pero... -Ladeó la cabeza – Perder no es siempre perder... sin importar qué...

Y que razón tenía el maldito enano.

Marcas (Kagehina/Kuroken/Iwaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora