La mañana les llegó con sobresalto, la voz de Daichi, potente y estruendosa les desveló y un Nishinoya hiperactivo abriendo las ventanas con la satisfacción de estar fastidiando a Tsukishima. Se le forma la sonrisa al líbero en cuanto el rubio comienza a murmurar insultos un poco al azar a todo ser viviente en un radio de metro y medio.
Intenta moverse en cuanto abre los ojos, le es imposible y no entiende porque, todo está aún borroso y los murmullos de alrededor le empiezan a poner nervioso. Al girar la cabeza nota el pelo rozándole la mejilla, mueve la mano tratando de apartarlo y es entonces cuando de pronto, al darse cuenta de que no era su propio pelo el que le caía sobre la cara, enfoca la visión, se endereza rápido y la vergüenza de la racionalidad le cae a plomo sobre los hombros.
Lo que le aprisiona es una maraña de piernas y edredón al rededor de las suyas, un brazo ajeno que se engancha a sus costillas, una cara pecosa sobre su hombro y una amalgama de rizos desiguales cubren cada espacio de su almohada.MIERDA MIERDA MIERDA
Se eleva lo más rápido que puede, con rudeza y sin miramientos arranca a Hinata de encima suyo, tirando de este para hacerlo rodar hacia su propio edredón y rezando todas las oraciones que se sabe para que nadie haya visto nada. Que iluso. Los ojos ambarinos, molestos e irritados de Tsukishima les observan, en silencio, entre el gentío, con intriga y sin especial interés. Como uniendo piezas de una realidad que le sabe ajena.
Hinata termina rodando como una croqueta, no le ha dado tiempo a sorprenderse y por eso aún apoya la cabeza en el acolchado desorientado y somnoliento.
Aún tiene los ojos pegados, el pelo desordenado y enmarañado, las pecas forman un camino de puntos castaños que se desvía y esparce por sus rasgos finos, los labios están entreabiertos y rojos, se los ha mordido mientras duerme y los tiene hinchados. Kageyama le observa conteniendo la respiración, se detiene en cada detalle, porque son de esos que no puede dejar pasar, una maravilla para conservar y rememorar cuando esté solo.
Eres un maldito pervertido ¡Piensa en otra cosa!
La verdad es que lo intenta y no puede evitarlo. Podría pasar los dedos por entre los mechones anaranjados, descubrir si puede desenredarlos parte a parte, mientras rueda el pelo por entre sus manos y se impregna del olor de su champú de frutas. Ese que le está volviendo loco. O quizás, podría repasarle las heridas que se ha hecho en los labios, cubrirselas con saliva esperando a notar el sabor a cobre en su lengua.
Es demasiado temprano para que a Kageyama el corazón le vaya tan deprisa, para que le tiemblen las manos y le quemen las mejillas. Pero Hinata por fin ha abierto los ojos y se despereza sonriendo, estirando los brazos mientras bosteza abriendo toda la boca, se le levanta la camiseta infantil que lleva y verle el ombligo no ayuda a la taquicardia de Tobio.
- ¿Bakayama me has empujado tu? - Dice arrastrando las palabras
- ¿¡Qué querías que hiciera so idiota?! - Afirma frunciendo las cejas oscuras y continua en un susurro - Estabas encima mía...
A Hinata la cara se le enciende en un segundo. Ninguno había sido conscientes de en que momento se había llegado a ello... El tema se zanjó con una mirada, larga y de entendimiento mutuo.
Pronto todos los chicos estaban en movimiento. Hoy era el gran día. Tenían un partido de práctica después de los entrenos matutinos. Tras el incidente Hinata se pasó alterado todo el día, como si hubiera ingerido un saco entero de azúcar y se había vuelto totalmente incontrolable además, de su ya de por sí, extra vitalidad que agotaba a todo el mundo.
La cuesta se presentaba imposible. Empinada y esbelta frente a ellos, una subida sin descanso, allá a donde hubiera que llegar. Tobio traga saliva, no está cansado, ni tiene miedo pero solo le hace falta girar un poco la vista. A su derecha, erguido y confiado, nervioso y orgulloso el chico pelirrojo que le quita el aliento está preparado y sabe que la cima es simplemente una conquista más. Que llegará a donde haga falta, por encima de cualquiera... incluso de él mismo. Traga saliva y se endereza, quiere calmarse para estar listo, ahora que lo necesita, dar el 110%, no perder ante él.
Para cuando le dan el aviso de salida y planta el pie del impulso en el asfalto grisáceo se da cuenta entre el polverío y el embate de la carrera que va a perder. Levanta las rodillas, fuerza los gemelos al impulso y aún así, nota la presión de la cercanía de Hinata, al milímetro de superarle. El aire se le queda corto con cada bocanada, entiende que él será el primero que caiga, que será sobrepasado y que por mucho que se haya esforzado en ser un buen jugador, la abrumadora presencia del talento bruto que un día le alcanzará, le aterra y le emociona al mismo tiempo.
Cruzan la línea final, donde todos esperan entre jadeos, maldiciones y cansancio. Tobio podría jurar que el cuerpo de Hinata atravesó medio segundo antes el límite. Por que le estaba mirando, siempre intenta evitarlo y al final mientras tiraba de su cuerpo en el último sprint, sus ojos le estaban buscando.
Es apenas una fracción de ese instante en el que finalmente pierde una carrera, una en la que compite en solitario y existe solo dentro de su cabeza. Tobio respira hondo y frena su impulso y al levantar la mirada la espalda de Hinata varios metros por delante, le abandona. Entonces solo le queda la silueta recortada de un cuerpo que no se rinde en la línea de meta, que avanza incluso cuando ha llegado al final. Estira la mano inconsciente hacia la distancia que los separa, a la espalda de Hinata en la lejanía, hacia el chico que está sediento por alcanzarle y no se ha dado cuenta que ya ha ganado...
Maldito seas Hinata.
Ni siquiera giró la cabeza, los ojos fijos hacia delante son simplemente su forma de ser, como el agua que sigue su cauce. Constante, cristalino, incansable. Por eso no vio la angustia de Kageyama quedándose atrás por la pendiente. Nunca supo que, aunque el pelinegro quisiera retomar de nuevo la carrera, ya no le alcanzaría. Así que Hinata siguió adelante, en algún punto dejó de conocer las calles, las aceras, las casas y su fachadas, siguió corriendo hasta que descansar se convirtió en una opción. No la mejor, pero una aceptable.
Le buscó, oteando a la distancia el final de las calles por las que andaba, pero Kageyama no estaba. ¿En qué momento había ocurrido eso? ¿Cómo había podido simplemente dejarle seguir solo? Se sentía ofendido, abandonado, indignado.
- Idiota Kageyama, Bakayama, Idiotayama, Merluzoyama... - Y siguió murmurando cada insulto que venía a su mente, arrullando entre los dientes la abreviatura de su nombre como si aquello pudiera invocarlo.
Invocó otra cosa diferente.
Menos agresiva
Más amable
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Marcas (Kagehina/Kuroken/Iwaoi)
Fiksi PenggemarHay veces que el cuerpo se mueve solo, Kageyama sabe que está perdiendo el control sobre él mismo pero... es Hinata y no puede evitarlo. Fanfiction sobre Hinata y Kageyama (principalmente) de la serie Haikyuu. La historia se sitúa entre los primero...