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     Frente a Martín está una puerta metálica de color café, extiende su mano y da tres golpes. Pasos apresurados se oyen acercarse, la puerta se abre y el rostro delgado y cansado de la señora que sostiene la manija se ilumina de felicidad. Con lágrimas en sus mejillas corre a abrazarlo.

—Mi cielo, te extrañé mucho.

—Solo fueron dos días, madre —comenta mientras le besa la frente y sus brazos rodean el cuerpo de ella.

—Ese trabajo te quita mucho tiempo.

—Pero pagan muy bien.

—El hijo de Ramona también trabaja como contador de una empresa y no dura tantos días sin volver a casa. Tu jefe es muy exigente.

—Sí que lo es —murmura Martín—. ¿Luisa aún está dormida?

—Sí, solo son las nueve de la mañana, siempre se levanta a las diez. Tu padre está por...

—Aquí estoy —menciona un señor de bigotes negros que sujeta un periódico, con cara de pocos amigos—. Al fin regresas. ¿Dónde carajos andabas? ¿En qué es lo que trabajas en realidad? No soy tu madre o tu hermana para creerte tus mentiras.

—Raúl, por favor —implora la madre—. No empieces, acaba de llegar.

—Déjalo, madre. Igual no me quedaré por mucho.

Martín entra junto con su madre.

—Te prepararé el desayuno —le dice su madre mientras se dirige a la cocina.

Sube las escaleras y antes de ir a su cuarto entra al de su hermana de quince años. Se acerca a su cama, acaricia su rubio cabello y luego le hala una oreja varias veces hasta despertarla. Los luceros verdes de la chica se abren y con una tierna sonrisa se abalanza sobre su hermano.

—Deja mi oreja en paz —chilla con una tímida sonrisa, a la vez que ambos se abrazan con gran fuerza—. Te extrañamos mucho.

—Mi madre y tú —corrige.

—Papi también. A su manera, claro.

—¿Qué tal estuvo tu fin de semana?

—Igual, aquí en casa. Bueno ayer Salí de compra con mis dos amigas, gracias al dinero que enviaste. No pensé que un contador recién graduado ganara tanto. Ganas más que papá en su restaurante.

—Es cuestión de buscar un buen empleo y de contar con un poco de suerte.

A las siete de la noche, su madre y su hermana sirven la cena mientras él y su padre esperan sentados en el comedor. Revisa las notificaciones de su teléfono, su padre lo observa en silencio, lo analiza, queriendo saber en qué está metido su hijo. Martín sonríe mientras textea en su móvil.

—Fue una gran suma la que le mandaste a tu madre —dice Raúl, aclarando su garganta.

—Sí. Es un trabajo duro, pero muy bien recompensado. —Coloca su celular en la mesa.

—Demasiado. Ganas muchísimo más que contadores que tienen muchos años ejerciendo tal oficio. ¿Cómo se llama esa empresa?

—No creo que hayas oído de ella. Es nueva en la ciudad.

—Te pregunté su nombre, no si era nueva.

—¿Ahora me interrogas? No crees que tengo un buen trabajo. Deberías estar feliz porque estoy trabajando y no estoy desempleado como el resto que se graduó junto conmigo.

—Martín, quiero creerte. Pero se me hace demasiado raro la cantidad de dinero que ganas, además, por qué duras días sin venir a la casa. La gente que gana mucho dinero en esta ciudad es porque vende droga o trabaja para mafiosos...

Bosque Sandam (Cazadores de demonios/Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora