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     La criatura de pelo marrón esquiva con gran rapidez los proyectiles que le lanza Daniel, a la vez que corre hacia el joven con sus garras listas para atacar. Se mueve con una velocidad sobrehumana, por lo cual el castaño no logra acertar.

En pocos segundos el demonio está frente a él y con una malvada sonrisa lo ataca con su brazo derecho. Daniel no es capaz de verlo a tiempo e intenta eludir la garra que se aproxima a su torso, las filosas uñas atraviesan la camiseta y abren la carne del muchacho. Son cuatro heridas en forma de líneas las que tiene el pecho del castaño, el rojo se hace presente en su cuerpo.

Una lengua puntiaguda sale de la boca del despreciable ser y lame la sangre que gotea de su garra. Los ojos verdes del joven Bermúdez demuestran el dolor que siente, su mano izquierda intenta parar el sangrado, pero esto no le impide continuar disparándole a su adversario. Las balas se acaban y el miedo toca a Daniel.

***

David al ver que su hermano corre hacia el demonio, saca del bolsillo izquierdo de su pantalón una pequeña caja y toma una jeringa que está adentro. Sin dudarlo toma el instrumento e introduce en una de las venas de su brazo izquierdo el líquido azul oscuro.

Su visión desaparece por completo, una imponente oscuridad es lo que ve. No puede escuchar nada. Oscuridad absoluta y un completo silencio es lo que percibe. De repente siente una energía que recorre su ser, un impulso que toca cada célula de su cuerpo y recupera su vista, nota algo extraño en él. Sus pupilas están un poco dilatadas

Ve a la criatura que se dispone a atacar de nuevo a Daniel, esta vez con las dos garras de sus extremidades superiores. Por instinto corre a proteger a su hermano, en menos de dos segundos se sitúa frente al castaño y sujeta los brazos del maligno ser que intenta herir de nuevo al joven de ojos verdes.

Los ojos negros de David miran con desprecio a su contrincante y sin soltarlo lo alza y le propina una fuerte patada en el torso. Nuevamente lo golpea y esta vez el demonio escupe un poco de sangre, una de color negro. Una de las extremidades inferiores se acerca al rostro del joven de cabello negro, pero él se anticipa y lanza a su enemigo hacia el gran árbol de cedro que se estremece cuando recibe el impacto.

David se sorprende por la fuerza y velocidad que posee ahora. Su adversario queda tendido en el frio suelo del bosque. Voltea hacia su hermano y corre a socorrerlo, nota como su camiseta está empapada de sangre.

—Daniel... Aguanta un poco más. —Se acerca y nota la profundidad de las heridas, no son tan profundas como imaginaba y siente un poco de alivio.

—Usaste una de las dosis de papá —dice con una pequeña sonrisa en su rostro, soportando el dolor—. ¿Dónde están? No he podido encontrarlas.

Le responde con una sonrisa, termina de romper la camiseta y rodea su pecho con la tela, ejerciendo bastante presión para evitar el sangrado.

—Solo tomé una por si se presenta un caso de emergencia. Vayamos a casa necesitamos lavarte esa herida.

Lo carga en su hombro derecho y corre por el bosque a una velocidad sorprendente para un humano. Continúa así por treinta segundos y se detiene. Mira a su alrededor y ve la gran cantidad de árboles que lo rodean y su rostro se muestra preocupado.

—No sabes cómo salir, ¿verdad? —comenta su hermano.

—No.

—Yo tampoco. Ibas muy rápido y no pude darme cuenta si ibas por el camino correcto.

—¡Maldición! Iré por la derecha ahora.

David sigue avanzando con gran rapidez por el espeso bosque Sandam que parece no tener fin, sin embargo, han logrado salir de la parte más oscura. Los rayos del sol iluminan un poco más el frio suelo del lugar. Las fuertes pisadas del pelinegro hacen crujir algunas de las hojas secas y pequeñas ramas que cubren el piso.

De repente David es impactado en su costilla derecha por un fuerte viento que se concentró en esa parte de su cuerpo. Los hermanos Bermúdez caen bruscamente y dan varias vueltas.

—¡Le di! —grita con diversión la voz de una chica que se halla a unos treinta metros.

Ella es de cabello negro y un poco ondulado, posee un cuerpo delgado, su lindo rostro aparenta algunos dieciséis años. Usa un sencillo vestido de color gris claro que le llega un poco más debajo de las rodillas. Tiene su brazo derecho extendido hacia el frente y la palma de la mano señala hacia donde está David y Daniel.

—¡Tatiana! —exclama una joven de cabellera castaña que se acerca a la de cabello negro—. ¿Qué hiciste? —recrimina a su hermana menor al ver a los hermanos Bermúdez tirados sobre el suelo húmedo del bosque. Corre a socorrer a David que está más cerca—. ¿Estás bien? —pregunta con tono preocupado en su dulce voz.

David tiene su cara contra las hojas secas del piso. Al escuchar a la chica se gira. Las palabras no vienen a su cabeza, toda su atención está enfocada a admirar la belleza de la mujer que lo mira de cerca y que le toca el hombro con una de sus delicadas manos. Su cuerpo es esbelto y muy atractivo, el cual está protegido por un vestido de color blanco y del mismo estilo que el de Tatiana. Los luceros esmeraldas de la chica hipnotizan a un boquiabierto David.

—Creo. —Finalmente le responde, sin dejar de apreciar su rostro—. ¿Estoy en el cielo?

—¿Qué? —exclama la chica con una sonrisa apenada.

—Yo no estoy bien. —Hace saber Daniel que se halla a unos metros.

—Cierto, mi hermano está herido. Fue atacado por un... por un oso. —Se levanta y se dirige hacia el Castaño.

La joven lo sigue y ve la tela que cubre el pecho de Daniel, está toda empapada de sangre.

—Quiero ver la herida. —David quita con cuidado la venda improvisada y ella puede ver la marca que dejó la garra del demonio. La carne no se logra ver por el líquido rojo que la cubre—. Puedo ayudar, le cauterizaré la herida y haré que su carne se regenere más rápido.

Los hermanos se sorprenden, no entienden lo que acaba de decir la hermosa mujer.

—¿Qué? —exclama Daniel, atónito. Cree que es una broma.

—¿Cómo harás eso? —pregunta David sin entender, la sorpresa si dibuja en su rostro.

—¡Diana! ¿Qué piensas hacer? —expresa con una ligera molestia la otra chica mientas se acerca.

—Es lo mínimo que podemos hacer —responde la castaña—. Tú los atacaste sin motivo alguno.

—Solo practicaba un poco —replica con tono burlesco.

—Es un lindo nombre —comenta David.

Diana lo mira y nuevamente sonríe apenada.

***

El demonio de pelaje marrón abre su amarillo ojo y lentamente se levanta. Se queja de dolor, las dos patadas que le dio David y el impacto que recibió en su espalda cuando chocó con el gran árbol de cedro le cobran factura a su cuerpo de metro y medio de alto.

—Pagarán... Lo pagarán, chiquillos Bermúdez. Nadie le hace esto al gran Proxo. Me confié, solo fue eso. No creí que también tuvieran las malditas jeringas. Desgraciados Bermúdez, pagarán cada gota de sangre que nos han sacado.

Proxo toma una bocanada de aire y la suelta en un agudo silbido que se propaga en lo profundo del bosque. Luego de veinte minutos unas criaturas del tamaño de un perro Pitbull adulto llegan al escuchar el llamado. Son una especie de demonios llamada cuarnarios, tienen cuatro ojos de color naranja butano y poseen una larga boca llena de filosos dientes, similar a la de un caimán. En cada una de sus cuatro patas están tres dedos largos que finalizan en una uña con forma de cono.

Se acerca al cuarnario que aparenta ser el líder de la manada y le coloca su garra derecha en el hocico. Este huele la sangre de David.

—Ve por él y por su hermano. Tráiganme sus cabezas, solo eso, el resto se lo pueden comer.

La bestia comienza a oler y a los pocos segundos camina hacia el oeste. Todos sus compañeros lo siguen y se pierden en la oscuridad del inmenso bosque.

—Si no los encuentro yo primero, claro —dice al ver que no queda un cuarnario a su alrededor.

Bosque Sandam (Cazadores de demonios/Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora