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     Martín se aproxima a Manuel, a la vez que saca su arma y comienza a dispararle a la criatura que no cae ante los impactos. La chica soportando el dolor de su pierna corre hacia ellos en busca de protección.

—¡Qué ser tan horrible! —exclama Martín— Tampoco muere con balas comunes. —"Será que este monstruo nos buscaba a nosotros", piensa mientras continúa disparándole—. Te lo dije, Manuel, quedamos malditos en ese bosque.

—Deja de hablar mierda y no dejes que se nos acerque —replica al notar que su pistola quedó sin municiones.

El demonio se enfurece y da tres pasos antes de saltar sobre Martín que sigue lanzándole proyectiles. Manuel se apresura a sacar la bala de plata que conserva en su chaqueta. Carga su arma y le dispara en la frente al ser maligno que extiende las garras de sus extremidades superiores sobre el rostro de su compañero.

—Gra-gracias —intenta decir el rubio con su rostro pálido al pensar que moriría. La criatura está a escasos centímetros de sus pies y comienza a emanar un líquido rojo claro de su cabeza.

—¡Dios mío! —expresa atónita la pelinegra al ver que todo ha terminado y sin poder entender todo lo que acaba de ocurrir.

—¿De dónde salió esa cosa? —demanda saber Manuel con seriedad mientras la mira a los ojos.

Las palabras se atoran en la garganta de la mujer y solo logra señalar el agujero de la alcantarilla, la tapa está a unos pasos del hueco.

—Debes de ir a un hospital de inmediato para que te atiendan esa herida —le dice Martín a la chica al ver que tiene tres cortes profundos cerca de su tobillo derecho.

El lugar había quedado desolado al escuchar los disparos que provenían del callejón.

De repente una camioneta negra y de vidrios oscuros frena frente a ellos. Del vehículo baja un hombre de cabello negro y una mujer castaña, ambos visten de negro y usan gafas de sol. Atrás bajan dos sujetos más con ropa similar.

—Parece que llegamos tarde, cariño —le comenta la castaña a su compañero mientras mira el cadáver del demonio.

—¿Quién lo hizo? —le pregunta Carlos Bermúdez a Martín y Manuel. "¿Cómo lo asesinaron? La única respuesta puede ser balas de platas, pero ¿cómo lo sabían y cómo tienen una bala de esas?", piensa a la vez que los repara.

Manuel sonríe.

—Atiendan la herida de la joven. Llévensela a Luisa para que la cure —ordena la mujer a los dos sujetos que los acompañan.

Los dos hombres de acercan a la chica de cabello negro y la invitan a subir a la camioneta, ella obedece con un poco de inseguridad.

***

—Tienes razón, Proxo —dice una voz llena de frialdad y maldad. Tiene un tono que ningún humano podría tener—. Esos chiquillos Bermúdez pueden ser una molestia para la llegada de nuestro señor. Acaba con ellos y con todos los que veas que pueden interferir en nuestra misión.

Los dos están en lo profundo del bosque, cerca de las montañas.

—Así será, Kroten. Yo me haré cargo de estos problemas, ustedes sigan buscando los cincuenta y seis huecos sellados.

—Ya Raycon ha liberado uno —informa el ser de más de dos metros con cuerpo humanoide. Su piel es lisa y sus extremidades poseen unas garras largas y filosas.

—Excelente, entonces quedan cincuenta y cinco.

—En teoría. Pero Raycon ha tenido una gran idea, primero quitaremos los sellos de los seis huecos que contienen el resto de las especies de demonios. Cuando hayamos logrado eso nuestro señor podrá llegar a la tierra con la mitad de su poder.

—La daga puede ser usada cada siete días. Entonces falta un poco más de cuarenta y dos días.

—Cuarenta y seis días para ser exactos. Hace tres días que Raycon liberó el hueco que contenía a los citoparas.

***

La luz del día empieza a desaparecer y la luna comienza a posar en un cielo donde las estrellas han olvidado salir. El bosque Sandam rodea gran parte de la pequeña finca de Claudia. Varias figuras humanoides de casi dos metros y con cuernos similares a los de un toro caminan entre los árboles, son dirigidas por en ser más pequeño y cubierto de pelo.

Salen de los cedros y el líder de las criaturas cuernudas junto con Proxo entran al campo despejado que se haya alrededor de la casa de Claudia. Continúan avanzando hasta estar a siete metros de la vivienda, cuando intentan dar un paso más son repelidos por un campo de energía que cubre todo el hogar.

El ojo amarillo de Proxo se llena de ira y les hace una señal a sus acompañantes. Estos empiezan a golpear la semiesfera tangible para ellos, sus puños de seis dedos impactan con gran fuerza el escudo de energía que protege la casa Bermúdez Díaz.

Bosque Sandam (Cazadores de demonios/Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora