5

36 10 54
                                    

     Manuel sale por la puerta de su edificio. Su chaqueta y jean son de color negro, su cabello está despeinado y el zarcillo de su oreja derecha brilla al ser impactado por los rayos del sol. Baja los cinco escalones y camina por el andén.

—Hola, chico malo —dice una voz femenina al llegar a la esquina.

—¿Quién eres? —pregunta sin detenerse.

—Soy la que measte anoche, idiota.

—¿Qué mierda quieres? Ahora no tengo ganas de mear.

—Así que no me equivoqué, eres tú. Reconozco ese olor en el meado. —Manuel se queda en silencio, esperando que continúe—. Es el olor de los eyaculadores precoz. —Ríe la mujer con diversión.

Manuel finge una sonrisa y le dice: —Me la quieres mamar, ¿es eso?

—Le diré a mi jefe lo de anoche. Te vas a arrepentir, imbécil.

—Dile y te quedarás sin jefe —le responde con tono burlesco—. Tú te arrepentirás.

Sigue caminando por la acera hasta llegar a un local de comidas rápidas. La prostituta se queda mirándolo con rabia en sus ojos.

***

Entre los espesos árboles de cedro está un gran lobo de pelaje negro brillante y unos ojos color rojo fuego que miran con cautela marchar a una manada de cuarnarios. Las horribles criaturas no se percatan de su presencia, toda su atención es enfocada en seguir el rastro de los hermanos Bermúdez. El animal los sigue sigilosamente, evitando pisar las hojas secas con sus cuatro patas que poseen unas uñas muy filosas. Una brisa fría invade esa parte del bosque, el gélido aire anuncia la caminata de los demonios.

El grupo de seres malignos poco a poco sale de la oscuridad y la luz puede pasar con más facilidad a través de las ramas de cedro. Los roedores, aves y ciervos se espantan y se alejan al sentir la negra energía que se acerca hacia ellos, una energía que se percibe en el viento frío.

***

Las suaves manos de Diana se aproximan al pecho del castaño, y cuando están a escasos centímetros de tocarlo son empuñadas para luego abrirse lentamente. De sus palmas brota un pequeño fuego que cauteriza las heridas de Daniel, quien se queja de dolor.

—Sujétalo —le pide la hermosa joven a David, él obedece y aguanta con fuerza las muñecas de su hermano.

Los hermanos observan con asombro lo que la chica está haciendo, comprenden que todas las historias que sus abuelos le contaban cuando niño pueden ser verdad. Historias que ellos creían que les eran contadas para entretenerlos. O tal vez eso les hicieron creer. Las dos muchachas con las que se acaban de encontrar no son ordinarias, son hechiceras. Hechiceras es la palabra que ha venido a la cabeza de los dos jóvenes.

Las heridas de Daniel han dejado de sangrar y el fuego ha desaparecido de las manos de Diana, ahora una energía de color azul claro se desprende de sus dedos y se dirigen a las cuatro cicatrices. Carne nueva comienza a surgir en ellas y poco a poco no queda ningún rastro de la garra del demonio en el cuerpo del Castaño, pero este proceso causa en él un dolor más agudo e insoportable que cuando su piel era quemada. Con todas sus fuerzas intenta mover sus brazos, pero la fuerza de David es muy superior. Y cuando pretende patalear siente la presión de un gran aire sobre sus piernas que se lo impiden. No entiende cómo le ocurre eso, nota los ojos negros de Tatiana que lo miran con una sonrisa de diversión. Una de las manos de la pelinegra se extiende en dirección a sus muslos.

—Así que son brujas —dice Daniel, ya no siente dolor. Su pecho está ileso.

—¡Guau! ¿Cómo lo dedujiste? —exclama con ironía Tatiana—. Eres muy listo.

Los ojos verdes del castaño miran con molestia a la joven que finge una cara de asombro.

—Muchas gracias, Diana. —Agradece David.

—Como dije: es lo mínimo que podía hacer después que mi hermana los atacara. —Se levanta y mira a David directo a los ojos, él le sonríe como un tonto ante su belleza.

—Mucho gusto, me llamo David Bermúdez y él es mi hermano Daniel.

Ahora la sorpresa se dibuja en el rostro de las hermanas, Tatiana frunce el ceño y con enfado mira a Diana y le dice: —Es hora de irnos, se nos hace tarde. —La castaña deja de mirar al joven Bermúdez y mostrando seriedad se da la vuelta hacia su hermana menor.

David no entiende la reacción de ellas y Daniel se termina de colocar de pie y se sacude su pantalón que tiene algunas hojas pegadas.

—Sí, muchas gracias. Agradezco mucho que me hayas curado —dice levantando la vista y nota que las chicas se están marchando—. Creo que le molestó que la miraras como idiota.

Los oídos del pelinegro son más agudos ahora y oye muchas pisadas que se aproximan desde su derecha. Un viento frío y denso rodea todo el lugar.

—Algo se acerca, incontables pasos vienen hacia acá y no son de personas.

—Mierda. Dame tu revólver entonces, mi arma quedó sin balas.

En pocos segundos se encuentran rodeados por más de cincuenta cuarnarios que gruñen y muestran los filosos dientes de su larga boca. Las jóvenes hechiceras se hallan dentro del ovalo que han creado los horribles seres, por un instante sienten miedo, pero luego abren sus manos y esperan a que los demonios se acerquen para atacarlos con sus poderes.

—Esto nos traerá graves consecuencias, Diana —manifiesta entre dientes—. Si no hubieras ayudado a esos no estaríamos aquí.

—Si no los hubieras atacado nada de esto estaría pasando —replica la castaña con tono serio en su dulce voz.

Las criaturas se lanzan al ataque.

Daniel les dispara en la cabeza, demostrando su excelente puntería.

David con su velocidad y fuerza corre hacia ellos, le propina un golpe en la cabeza al que está más cerca y el cráneo se parte en cuatro. La mano del joven queda cubierta de un rojo oscuro. No se detiene y al próximo le da una patada en el vientre y se escucha el crujir de las costillas al quebrarse, el cuarnario cae al suelo y no se vuelve a levantar.

Tatiana arroja un fuerte viento de sus manos contra dos demonios que terminan chocando con los árboles y sus columnas se parten. Con sus ráfagas de aire continúa defendiéndose y asesinando a los horribles seres.

Diana lanza llamaradas de sus palmas y quema a las criaturas que osan acercarse a ella. Estos se revuelcan ante la desesperación, pero el fuego no se extingue de sus cuerpos, rugen de dolor hasta que la combustión les apaga la vida.

Aproximadamente treinta cadáveres están regados alrededor de los cuatro.

Las chicas están casi exhaustas. El viento de Tatiana no tiene mucho alcance, solo el suficiente para impedir que los demonios la toquen y cada vez tiene menos fuerza. Las llamaradas de la castaña ahora no son más que pequeñas llamas que evitan que los cuarnarios se acercan por temor a quemarse.

Los efectos del líquido azul oscuro sobre el cuerpo de David están desapareciendo y para poder asesinar a una de las criaturas necesita acertarle varios golpes y le cuesta esquivar los ataques, está muy cansado y su velocidad sobrenatural se ha disipado.

El castaño ha acabado con seis, las seis balas que tenía el revólver. Un séptimo ser corre hacia él, es el jefe de la manada. Daniel está indefenso y nadie se halla en condiciones de ayudarlo. Solo le queda cubrirse con los brazos y esperar que lo ataque allí y no en otra parte.

El demonio da un salto y la larga boca llena de dientes filosos se aproxima a las extremidades superiores del joven de ojos verdes. De la nada una figura negra brinca sobre el líder de los cuarnarios y ambos ruedan sobre el frío suelo. Se separan y quedan frente a frente mostrándose sus asesinos dientes.

Lobo y cuarnario se gruñen con un odio profundo.

Bosque Sandam (Cazadores de demonios/Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora