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     Los cuerpos de David y Daniel resisten el dolor que les causa el oscuro liquido al fluir por sus venas y mezclarse con la sangre, sienten que los recorre un fuego intenso que amenaza con devorar sus huesos. Rápidamente el sudor se hace presente en ellos y, a su vez, sus corazones palpitan con gran intensidad. No logran mantenerse de pie y caen de rodillas.

Claudia intenta socorrerlos, pero David le indica con una mano que se detenga y ella duda en obedecerle.

—Tranquila, mamá —le dice Daniel entre dientes a su abuela, quejándose—. Estaremos bien, solo debemos resistir.

Una de las grietas que están cerca de una ventana se hace más grande y provoca que los cristales se hagan pedazos, el estruendo asusta a Claudia, obligándola a mirar como su casa se daña por los seis demonios que golpean el campo de energía.

—¡Más fuerte! —grita la voz chillona de Proxo.

Las pupilas de los hermanos Bermúdez están dilatadas, sus cuerpos han logrado congeniar con el líquido color petróleo. David recuerda la sensación que tuvo cuando se inyectó aquel fluido en el bosque, es bastante similar a como se siente ahora, solo que en esta ocasión es más fuerte y veloz que aquella vez. Daniel nota como una energía fluye por su ser, se siente invencible...

El castaño le sonríe a Proxo con mucha confianza mientras le dedica una mirada maliciosa. Él y su hermano se colocan de pie y caminan hacia los seis drokotos.

—Mamá Claudia, no salgas de este campo de energía —le pide David.

Los demonios cuernudos dejan de pegarle al campo de energía y concentran su atención en David y Daniel que caminan hacia el exterior de domo, los seis retroceden varios pasos para mantener la distancia entre sus próximos adversarios.

—¿Listos para reunirse con su maldito abuelo? —expresa con desprecio.

Daniel no espera más y corre hacia Proxo, ignorando que para llegar a él debe de abrirse paso entre los drokotos que lo protegen, su hermano lo sigue y Claudia comienza a halar del gatillo e impacta en un brazo a la primera criatura de astas que intenta parar a su nieto y este lo noquea con un fuerte gancho que le arranca varios dientes. De inmediato tres demonios más le hacen frente y lo atacan simultáneamente, logra esquivar los puñetazos de los primeros dos, pero el tercero le acierta un derechazo que lo hace caer y escupir sangre junto con una muela. David se lanza con gran velocidad contra el atacante de su hermano y le propina dos golpes en el vientre, da un gran salto y le patea el cuello con la fuerza suficiente para partirle las vértebras cervicales.

Claudia vuelve a cargar la escopeta a la vez que la adrenalina fluye por sus venas al ver que dos drokotos se acercan a Daniel mientras se levanta, también ve a su otro nieto que corre tras los dos malévolos seres para impedir que lleguen a su hermano.

«Apunta a la cabeza, apunta a la cabeza...», se repite Claudia con manos temblorosas.

—¡Estupidos! —grita iracundo Proxo al ver a un drokoto noqueado y a otro asesinado por David—. Les dije que no se confiaran, no se contengan con ellos. ¡Vamos! —les ordena a los dos que lo acompañan y los tres corren a unirse al enfrentamiento.

Se escucha un nuevo disparo y la cabeza de uno de los demonios que se aproximaba hacia Daniel se esparce en pedazos por el césped, Claudia queda perpleja ante lo que acaba de hacer, el asombro la deja inmóvil. El otro drokoto se detiene por un instante y ve como el cuerpo decapitado de su compañero cae al piso, mira a Claudia con odio profundo y se dispone a atacar a Daniel que intenta recuperar el equilibrio tras el derechazo que recibió, pero se percata de las intenciones del joven pelinegro y antes de que logre tocarlo se da la vuelta y lo contraataca con sus cuernos.

David trata de esquivar las filosas astas, pero una de ellas alcanza a acariciar su antebrazo izquierdo que pronto comienza a emanar el preciado líquido escarlata, es una herida poco profunda y de un largo inferior a los cinco centímetros.

Daniel recupera la mesura y con agilidad saca de entre la pretina del pantalón su pistola, le apunta al demonio que tiene frente a él, pero antes de halar del gatillo es derribado por el que hace unos momentos había noqueado con un gancho. El drokoto amenaza con atravesarle el pecho con sus cuernos y él sostiene las astas en una lucha por impedir que se acerquen más, a la vez patea a su contrincante en las partes bajas para restarle fuerza, pero se halla con la sorpresa de que este no posee órganos reproductores. «Maldición», se dice mientras ve al cuernudo ser sonreírle y golpearlo en las costillas derechas con el brazo que no fue herido por Claudia.

Antes de que David intente moverse para auxiliar a su hermano recibe dos potentes puños de seis dedos en su espalda por parte de los drokotos que escoltan a Proxo. El pelinegro cae de rodillas y segundos después su rostro choca con el húmedo pasto de la noche.

Claudia dispara contra el demonio del gran ojo amarillo y sus tres acompañantes, los cuatro esquivan los proyectiles, pero retroceden unos pasos, logrando la abuela impedir que toquen a su nieto que parece haber perdido el conocimiento. Sigue lanzándoles cartuchos de plata y ellos los eluden con diversión, disfrutan ver el desespero que ella siente, saben que solo es cuestión de que quede sin municiones.

Bosque Sandam (Cazadores de demonios/Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora