1- Mentiras y lujurias

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Tiré de la falda y traté de no tirar nerviosamente también de las tiras del top mientras nos parábamos en la fila para el espectáculo. Mis hombros y brazos se sentían desnudos. El traje había sido elegido para mí por la hermana mayor de Daniel como un regalo adelantado de mi cumpleaños dieciséis. Y Daniel nos consiguió entradas para ver unas cuantas bandas locales tocar, incluyendo su última banda adorada, Lascivious. Sólo su nombre era un ataque contra ellos, pero puse una sonrisa en mi cara por el bien de Daniel. Él era mi mejor amigo, después de todo. Mi único amigo.

La gente en la escuela asumía que algo estaba pasando entre Dani y yo, pero estaban equivocados. No me gustaba de esa manera, y no había duda de que yo no le gustaba de esa manera. Conocía sus emociones. Podía verlas, literalmente. Y sentirlas si me lo permitía.

Daniel estaba en su elemento ahora, golpeteando sus dedos contra sus caderas. Irradiaba tal emoción que podía ver alrededor de su cuerpo como un tono amarillo-naranja enceguecedor. Me permití empaparme en su buen humor. Recorrió una mano sobre su cabello castaño grueso y muy corto, luego pellizcó la zona cuadrada de vello bajo su labio inferior. Era fornido y bajo para ser un chico, pero aún así era más alto que yo.

Una canción ruidosa con un golpeteo sonó en el bolsillo de Daniel. Él me lanzó una sonrisa tonta y empezó a mover su cabeza adelante y atrás con el ritmo. Oh, no... no el baile loco del trasero.

—Por favor no —rogué.

Dani siguió su baile vibrante con el ringtone, los hombros rebotando y las caderas moviéndose de lado a lado. Las personas a nuestro alrededor se alejaron, sorprendidas, luego empezaron a reír y a animarlo. Presioné mis dedos contra mis labios para esconder una sonrisa de vergüenza. Justo cuando el ringtone estaba a punto de terminar, él dio una pequeña inclinación, se enderezó y contestó la llamada.

—¿Hola? —dijo—. Hombre, todavía estamos en la fila; ¿dónde estás? —Ah, debía ser Justin—. ¿Trajiste nuestros CDs? De acuerdo. Genial. Te veo allí.

Empujó el teléfono en su bolsillo.

Froté mis brazos desnudos. Había sido un día de primavera hermoso en Atlanta, pero la temperatura del aire había caído cuando el sol desapareció detrás de los edificios altos. Vivíamos una hora al norte en un pequeño pueblo llamado Cartersville. Era extraño estar en la ciudad, especialmente en la noche. Las luces de la calle volvieron a la vida sobre nosotros, y la multitud se volvió más ruidosa con la llegada de la oscuridad.

—No mires ahora —Dani se inclinó para susurrar—, pero el tipo a las tres en punto está echándote un vistazo.

Inmediatamente miré y Daniel gruñó. Lo gracioso fue que, el chico de verdad estaba mirándome. Aunque con los ojos inyectados en sangre. Me dio un asentimiento y tuve que suprimir una risita ridículamente femenina cuando volví a darle la espalda. Me ocupé jugando con una hebra de mi cabello rubio oscuro.

—Deberías hablarle —dijo Dani.

—De ninguna manera.

—¿Por qué no?—Él está... drogado —susurré.

—No sabes eso.

Pero lo sabía. Los colores de las emociones de alguien se difuminan cuando sus cuerpos están bajo la influencia. Los de ese chico estaban bastante borrosos.

Ver las emociones como colores era una extensión de mi habilidad de sentir los sentimientos de otros, sus auras. Había tenido ese don desde niña. El espectro de color era complicado, como lo eran las emociones, con sombras de un color significando cosas diferentes. Para simplificar, las
emociones positivas siempre eran de colores, variando de brillante a pastel. Las emociones negativas eran sombras de negro, con unas cuantas excepciones. La envidia era verde. El orgullo era purpura. Y la lujuria era roja. Esa era una popular.

Sweet Evil || Jiyoo ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora