Subí corriendo las escaleras de concreto hacia nuestro apretado espacio de vivienda, sin siquiera molestarme en cerrar la puerta detrás de mí. ¿La habrían capturado los demonios? Mina estaba sentada en el sofá, y se volvió cuando me oyó entrar. Sus ojos estaban inyectados en sangre. Fui directo hacia ella, agachándome a sus pies y poniendo una mano sobre su brazo.
—¿Qué sucede? —pregunté.
—Los frenos del auto se echaron a perder hoy. Lo siento, cariño. Tendré que usar todo el dinero que había comenzado a ahorrar para nuestro viaje. —Soltó otro sollozo, limpiándose los ojos con la manga.
¿Eso era todo? Oh, gracias a Dios. Dejé escapar un suspiro de alivio y dejé caer mi cabeza hacia atrás.
Con mi visión periférica vi un movimiento en el corredor y recordé que no había cerrado la puerta, pero cuando me puse de pie para cerrarla, Minji estaba de pie en la entrada, frotándose la parte trasera del cuello. Oh, mierda. ¡Mierda, mierda, mierda! ¡No esperaba que me siguiera! Me moví para cerrar la puerta antes de que Mina lo notara, pero era demasiadotarde. Ya la estaba mirando. Luego me miró a mí.
—¿Yoohyeon? —Mina y yo nos miramos con los ojos bien abiertos antes de que ella dijera—. Es ella, ¿verdad?
—Mina... Lo siento.
Ella miró a Minji como si esperara que ella hiciera algo amenazador, pero ella sólo cambió su posición de un pie al otro. Lucía como si pudiera girar y huir. Mina se puso de pie y fue hacia la puerta.
—Bueno, bien podrías entrar —dijo con actitud. Ella lo hizo y ella cerró la puerta, luego puso las manos en las caderas y la estudió.
Ella parecía casi tan nerviosa frente a Mina como yo había estado frente a su padre. La hacía verse más joven. ¿Qué pensaría Minji que ella la forzaría a hacer... cantar himnos con nosotras? Lo absurdo de todo, además de la consciencia de que yo estaba en graves problemas, hizo que las esquinas de mis labios se elevaran, una reacción nerviosa. Minji entrecerró los ojos en dirección a mí y yo apreté los labios. El silencio se extendió y me vi en la necesidad de llenarlo.
—Mina, ésta es Minji. Minji, Mina.
Se observaron con incertidumbre, y luego para mi sorpresa ella extendió la mano y él la estrechó.
—Debes ser una joven bastante especial para que Yoohyeon está dispuesta a romper una promesa para verte.
Ella me miró, y yo bajé la mirada.
Mina volvió su escrutinio sobre mí. Tenía una expresión graciosa en el rostro mientras me miraba.Recordé la camisa roja de Minji que colgaba de mi cuerpo y mis orejas se calentaron. Comencé a balbucear una excusa.
—¡Oh, esto! —dije—. No es nada. Mi camisa se rompió accidentalmente, así que Minji me prestó una de las suyas. Sé que luce mal, pero es la verdad... lo prometo. —Mi corazón se hundió cuando me di cuenta de que mis promesas nunca más tendrían el peso que habían tenido una vez.
Mina se aclaró la garganta y se cruzó de brazos.
—¿Puedo hablar contigo a solas por un segundo? —le pregunté.
—Puedes sentarte —le dijo ella a Minji, la voz apretada—. ¿Puedo ofrecerte algo de beber? —Por supuesto que su hospitalidad sureña saldría a relucir, incluso en un momento como éste.
—No, gracias, señora. —Minji se sentó en medio del sofá. Lucía fuera de lugar en nuestra sala de estar. La fulminé con la mirada mientras nosotras nos volvíamos hacia el pasillo, señalando mi oreja y sacudiendo la cabeza. Le convenía no escuchar. Sí, claro.
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Sweet Evil || Jiyoo ADAPTACIÓN
RandomYoohyeon solía ser una buena chica. Hija de un ángel guardián y de un... ángel caído. Ahora su vida depende literalmente de tentar a los demás al pecado pero su alma depende de resistir la tentación. Solo tiene a Minji. Y todo lo que quiere hacer es...