17- Primer sacrificio

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Frente al hotel había una pequeña lavandería automática con cinco lavadoras y cinco secadoras funcionando por tragamonedas. Pasé la tarde lavando mientras Minji iba al gimnasio del hotel. Me había dado su teléfono en caso de que el convento llamara. Me senté sola en una pequeña silla, pensando, mientras la secadora trabajaba.

Le pregunté si había estado escuchando nuestra conversación mientras esperaba en la prisión. Ella admitió que cuando regresó esa tarde, escuchó por un momento para asegurarse de que estaba bien, pero eso era todo, y le creí.

Le dije cada detalle de lo que mi padre dijo. Ella estaba siendo una oyente tranquila, no diciendo mucho. Ni siquiera cuando "te dije mucho" más o menos en la parte final.

Las ropas estaban finalmente secas, entonces me paré sacándolas de una a la vez, doblándolas.

Salté y dejé salir un vergonzoso chillido cuando dos manos vinieron alrededor de mi cintura.

—Sólo yo, cariño —dijo cerca de mi oído—. ¿No eres la imagen de la domesticación? ¿Cocinas así de bien?

Puse ambas manos en el borde de la secadora para estabilizarme. La máquina seguía caliente.

—Jiu —dije. Podía sentir su nariz y boca moverse sobre mi cabello. ¿Por qué me estaba haciendo esto? ¿Diciéndome que no fantaseara con ella, y entonces arrimándoseme por detrás?—. No deberías...

Mis rodillas estaban temblando. Estaba tan confundida. Lo que en realidad quería hacer era cerrar mis ojos y apoyarme en ella, pretendiendo sólo por un momento que estábamos juntos. Pero presioné desde un lugar dentro de mí que era más fuerte que mi cuerpo. No podía ser una de sus chicas momentáneas.

—A no ser que vayas a ser mi novia, no deberías tocarme así.

No se alejó, rechazada, como había esperado. En cambio, habló en mi cabello.

—A los Neph no se les permite estar en relaciones, especialmente no con otro.

—Nadie tiene que saber —dije en el aire, cerrando mis ojos—. Sólo nosotras.

—Eso no puede pasar nunca. —Su rechazo fue gentil, pero firme. De nuevo, desde el lugar de fuerza, me encontré tomando sus manos, desenroscándolas de mi cintura, y apartándolas de mí. Un segundo después se había ido. Caliente y luego frio, una y otra vez.

Eso no puede pasar nunca. Tuve que inclinarme sobre la secadora, respirando profundamente, sintiendo el calor. Por una vez mis ojos permanecieron secos.

Sabía en mi corazón que no había oportunidad. Por supuesto que no había. Ella no había dicho que no quisiera estar conmigo, sólo que eso no estaba permitido. Traté de aferrarme a eso, pero sabía que no debía.

Cualquiera que fuera la razón, no podía haber nunca un "nosotras", ni siquiera en secreto, definitivamente no exclusivo, y cuanto antes consiguiera mi cabeza poner punto final a este hecho, mejor.

Amontoné las ropas en mis brazos y me dirigí a la habitación. Minji estaba viendo televisión en su cama. No me miró. Puse sus ropas en el vestidor y empaqueté la mía de nuevo en mi bolsa. Vi la camiseta roja en el fondo de mi bolsa, la que ella me prestó en su casa. Fui y la puse sobre su montón. Pensé en qué hacer después. Mi bolsa de libros estaba en el suelo con toda mi lectura de verano para la asignatura de inglés que Mina insistió que trajera. La recogí y la arrastré a mi cama.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó.

Supuse que estaba actuando como si nada hubiera pasado. Bueno, dos pueden jugar a eso.

—Inglés —dije, tirando un libro de poesía Americana y mi libreta sobre la cama frente a mí. Minji apagó la televisión y se acercó, extendiéndose a través de mi cama, tomando el libro, y abriéndolo.

Sweet Evil || Jiyoo ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora