11- Un temor saludable

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Ninguna de nosotras había pensado en poner la alarma, pero la luz del sol que entraba por las cortinas delgadas funcionaba bien. Me estiré y pateé lejos las sábanas enredadas, girándome para ver si Minji estaba despierta. Sus ojos parpadeaban abiertos, también. Bostezó, haciéndome bostezar también. Pude haber usado un poco más de horas para dormir, pero esto tendría que bastar por ahora.
Minji se apoyó contra la cabecera de la cama con los ojos cerrados. Cada músculo delgado se notaba bajo su piel bronceada. Yo tenía un decente bronceado en verano, pero nada como ella. Me hacía preguntarme acerca de su herencia, que podría haber sido cualquier cosa desde Italia, hasta América del Sur. Probablemente ella ni siquiera lo sabía.

Mientras sus ojos estaban cerrados la miré descaradamente. Sus hombros redondeados y sus antebrazos estaban apretados. Su torso entero era un espectáculo digno de ver, un pecho perfecto inclinado hacia sus abdomen con una onda, pero ella no estaba hecha de manera en que podría hacer a una chica consciente de sus imperfecciones. Su cintura en una "v" a sus caderas, donde se reunía con la manta del hotel.

Rompí la mirada cuando ella se movió. Por el rabillo de mi ojo la vi tirar las mantas a un lado con facilidad y se deslizó hasta el borde de la cama junto a la ventana. Se puso de pie, de espaldas a mí, y levantó sus brazos para una estirada gloriosa. Cuando miré de nuevo, mis ojos se posaron en su trasero desnudo.

¡Querido Dios!

Grité y enterré mi cara en mi almohada.

—¡¿Qué?! —Le oí preguntar— ¿Viste una cucaracha?

—¡¿Por qué estás desnuda?! —No me atrevía a levantar mi cara roja.

—Huh. ¿Eso es todo? —preguntó— Siempre duermo en cueros. No entiendo cómo puedes soportar toda esa ropa.

—Increíble —dije. Me levanté y me dirigí al baño.

Habíamos estado en la carretera por casi doscientos kilómetros y aún no habíamos hablado. Minji rebuscó a través de las estaciones de radio locales. Cuando oímos, "I ́m bringing sexy back..." soltó una pequeña risa y sacudió su cabeza antes de cambiar la estación otra vez y dejándola en una angustiosa cantante de rock.

Miré fuera de la ventana a los bordes de un I-404 alineada en un cepillo verde. Pasamos por ranchos y granjas, algunas modernas, algunas  inclinadas y abandonadas. Debimos haber visto todas las razas de ganado conocidas por el camino.

—¿Hambrienta? —preguntó Minji. Me encogí de hombros, luego asentí.

Ella entró en un aparcamiento casi vacío de un restaurante de panqueques. En el interior, nos sentamos en una cabina con cojines agrietados. Una camarera de aspecto cansado, no más grande que nosotros, se acercó. Un calor de alegría de levantó para saludarnos.

—¿Qué puedo traerles de beber? —preguntó, antipática.

—Café —dijo Minji.

Ella me miró a mí.

—Chocolate caliente, por favor.

Ella se alejó para traer nuestras bebidas.

—Ella está embarazada —susurré.

Ella la miró y sacudió su cabeza.

—No lo parece —dijo.

Sin embargo, eso no significaba nada. Algunas veces no se le notaba a la gente hasta mediados de sus embarazos. Una chica en la escuela lo escondió de todos hasta su sexto mes.

—Puedo sentir al bebé, ¿tú no?

—No.

Tal vez era mi imaginación, pero ella parecía un poco molesta de que yo podía hacer algo que ella no podía. Ambas la miramos detrás mientras llenaba las tazas. Ella misma no estaba contenta, envuelta en gris.

Sweet Evil || Jiyoo ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora