16- El cielo de luto

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Desperté al asomar los primeros rayos del sol y me quedé escuchando la respiración estable de Minji mientras dormía. Me alegraba que este día finalmente hubiera llegado. Queríaacabar con ello de una vez.

Me arrastré hasta el baño y tomé una ducha, luego me vestí con el mejor atuendo que había traído —pantalones cortos caqui y una camisa amarilla con botones—, con una camiseta sin mangas blanca por debajo. Traté de pensar en cosas positivas y pacíficas mientras secaba mi cabello con una toalla.

En la habitación, Minji yacía de espaldas, con sus manos apoyadas en la cima de su estómago. No parecía completamente despierta todavía.

—Nos ordené algo de servicio a la habitación para el desayuno. —En su estado soñoliento, su voz era incluso más profunda de lo normal.

—Gracias —le dije.

Observó mientras me sentaba en una silla y cepillaba mi pelo mojado, enganchando ligeros enredos mientras lo hacía. Estaba demasiado nerviosa sobre el día para sentirme cohibida. Ella no apartó sus ojos de mí en todo el tiempo que me hice una trenza francesa.

Nuestro desayuno llegó y tomé dos mordiscos de un gofre. Los nervios habían disparado mi apetito, pero me obligué a tomar la mitad de un vaso de jugo de manzana. Minji miró por la ventana a nuestra vista de la sucia cuidad. Fui y me paré a su lado.

—Te has vuelto desaliñada —le dije, extendiendo la mano para pasarla por su pelo despeinado.

Agarró mi mano y la apretó contra su mejilla, cerrando sus ojos por un momento. Cuando los abrió de nuevo me sobresalté con la mirada devastadora y desesperada que me dio. Y con la misma rapidez, estaba dejando caer mi mano y girando de nuevo hacia la ventana, cruzando susbrazos. Tragué, confundida. Empecé a alejarme pero entonces habló.

—Tengo algo para ti.

Sacó su mano de su bolsillo, y cuando la abrió, en su palma estaba el collar pequeño y hermoso de turquesas que yo había admirado en Nuevo México. La miré con incredulidad.

—Te vi mirándolo y pensé que te gustaba.

Oh, no, no las lágrimas. Por favor no las lágrimas. Parpadeé las estúpidas cosas, pensando en lo mucho que no quería limpiar el rímel de mi cara.

—¿Te he molestado? —preguntó.

—¡No! No estoy molesta. Sólo estoy sorprendida. No puedo creer... quiero decir, me encanta. Nadie nunca me ha dado algo como esto. —Limpié fuerte bajo mis ojos y luego abroché el collar alrededor de mi cuello.

Ella maldijo en voz baja y bruscamente se apartó el pelo de los ojos, mirando a otro lado. 

—Esto fue un error.

—No. —Agarré su brazo—. No lo fue.

—No leas en esto, Anna. Sería un error romantizarme.

—No lo estoy haciendo. Fue un lindo gesto. Eso es todo. —Traté de tranquilizarla, aunque yo misma no estaba segura.

Trataría con este torrente de emociones más tarde. En este momento tenía a un demonio que conocer.

Nos sentamos en el estacionamiento de la Institución Correccional Federal del Sur de California. Otros visitantes estaban sentados en sus coches, también, o merodeando por la entrada. No habíamos hablado a menos de cinco millas de la prisión, en caso de que mi padre estuviera escuchando.

Me aferré a mi estómago, el cual se contrajo y gruñó.

Ella me dio una amonestación suave. 

—Deberías haber comido más.

Sweet Evil || Jiyoo ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora