Capítulo Veintitrés: Creer o reventar.

6 2 8
                                    

Jamás me imaginé en esta posición, te lo juro.

Mejor era morir aquella vez, sin sulfuro.

Cada vez que te miro, amor, yo me saturo

Pensando que entre tú y yo hay algo en el futuro.


Mel.


—Y yo, ¿debería creer en todo lo que me acabas de decir o...? —Lo miré por escasos segundos sarcástica.

—Tú haz lo que desees. Pero en el fondo sabes que no estoy mintiendo. —Respondió, estoico, y me dirigió una mirada que me heló la piel. —Ahora que ya te di mis explicaciones... ¿Vas a venir a sentarte aquí?

—Sigue soñando, D'Aragon.

—Bien, si no vienes tú, te traigo yo.

—¿Qué...? —No pude terminar la frase, ya que se había levantado de su posición en el sofá y me alzó sin esfuerzo alguno como si de una bolsa de papas se tratase. —¡O-oye! ¿Qué rayos haces? ¡Suéltame! —Chillé una vez en sus brazos.

—No voy a soltarte, más bien, tu sostente con fuerza, no quiero que te caigas. —Soltó con suma tranquilidad.

—¿Qué haces? —Volví a preguntar cuando se dio media vuelta y comenzó nuevamente a caminar hacia el sillón. Tuve que sostenerme firmemente de su espalda para mantener el equilibrio, y al mismo tiempo pude sentir lo fuerte que ésta era.

—Te dije que, si no venías, te iría a buscar... —Dijo de repente, bajándome y dejándome sentada a su lado.

—Sinceramente, ¿eres idiota?

Maybe. —Habló con su perfecto acento británico, a la vez que sus ojos se posaban en los míos.


No pude evitar mirarlos con intensidad. Sus ojos brillaban como nunca antes, y me sentí desnuda ante los tan penetrantes orbes verdes que él poseía. Su mirada bajó a mis labios y, puedo jurar que mordió su labio con suavidad. Lancé un pequeño suspiro, ya que comenzaba a sentirme nerviosa y acalorada teniéndolo tan cerca de mí, y lo escuché gruñir levemente en modo de respuesta.

Quise evitar esto.

Dios sabe que lo intenté.

Sus manos se posaron a ambos lados de mi cuello, acariciándolo levemente para luego estampar con firmeza sus labios a los míos, en un beso que ambos deseábamos. Movió sus labios con destreza sobre los míos y correspondí al mismo tomando su camiseta por los costados, tirando de ella hacia mi cuerpo, lo quería bien cerca de mí.

Entendió ese silencioso pedido, y lo cumplió tomándome por la cintura y subiéndome a sus piernas para continuar el beso con mayor intensidad que antes, posando una de sus manos en el nacimiento de mi columna vertebral y la otra sobre mis caderas, comenzando a acariciarlas con suavidad. Pegué todo mi pecho al suyo sin cortar el beso y me abrazó aún con más fuerza intensificando el beso.


—Mark... Debemos parar, esto... Esto simplemente no está bien...

—Para entonces. —Arrastró las palabras, agitado. —Te reto.

—... —Sólo podía mirar sus, ahora hinchados, labios. —No soy capaz.

—Yo menos. —Dijo a la vez que acercaba sus labios a mi cuello y depositaba allí pequeños besos. —He esperado tantos años por esto, Mel... No puedo ni quiero parar. Yo debí ser tu primer hombre. —Al decir esto último, su voz se endureció, por lo que sentí un escalofrío de excitación recorrer mi espina dorsal. —Y tú debiste ser mi primera mujer...


Su lengua recorrió todo mi cuello hasta llegar a mi mentón, donde nuestros labios volvieron a encontrarse suspirando ambos de pasión. Su lengua recorrió, ahora, lentamente mi labio inferior, pidiendo permiso.
Permiso que fue concedido, por lo que pronto nuestras lenguas pudieron saborearse por primera vez. Colocó su mano derecha en mi nuca y pude sentir por primera vez en la vida su erección bajo mi pantalón. Suspiré de excitación y el sólo sonrió entre besos.
Cuando logró separarse de mis labios me miró fijo a los ojos y sonrió sonrosado.


—Estás hirviendo. —Indiqué tocando su frente.

—Lo sé. – Musitó. —Creo que mis cuernos y cola están por salir.

—¿Cómo? Debes acostarte a descansar enseguida. —Dije queriendo levantarme de sus piernas, a lo que él respondió simplemente sosteniendo mis caderas y obligándome a quedarme sobre él. Al sentir su hombría chocar con mi intimidad, no pude evitar que un gemido se escapara de mis labios, y el sólo gruñó de excitación y sonrió.

—No... —Respondió. —Lo que yo debo hacer es hacerte mía. —Dijo a la vez que me recostaba por completo en el sofá y se subía sobre mí, colocándose entre mis piernas. —¿No crees? —Preguntó.


Quise negarme, simplemente no pude, no tengo excusas, asentí lentamente con la cabeza a la vez que de mis labios se escuchó un pequeño —Sí...

Sólo pudo sonreír a la vez que se deshacía de su camiseta blanca y volvía su mirada a mis ojos. Su intensa mirada me atacaba por todos los flancos dejándome sin respiración. Admiré sus marcados abdominales y quise tocarlos, pero extrañamente me apené.


—¿Quieres tocarme? —Preguntó sonriendo de lado y lamiendo su labio inferior para luego morderlo.


No respondí.

Volvió a besar mi cuello a la vez que tomaba mi mano derecha y la colocaba sobre su abdomen. Sus manos fueron subiendo lentamente desde mi vientre hasta mis pechos por debajo de la camiseta, acariciándolos con total suavidad. Lancé un pequeño gemido a la vez que mis manos recorrían su espalda y abdomen.

Terminó de despojarme de mis prendas y se puso de rodillas ante mí, observando mi cuerpo desnudo. Sonrió y agachó su boca a uno de mis erectos pezones. Su lengua viajó por cada una de las partes de mi cuerpo, deteniéndose largo rato en mi intimidad, haciéndome disfrutar como nunca antes. Una vez hubo terminado, volvió a arrodillarse ante mí, para luego levantarse y ayudarme a ponerme de pie. El orgasmo había sido tan intenso que, por segundos, me costó mantenerme en pie, pero el me ayudó.


—¿Sucede algo? —Pregunté confundida por su reciente acción.

—No puedo proseguir...

—¿A qué te refieres?

—Necesito que me digas que estas de acuerdo con seguir adelante...

—Tu... ¿Es por tu condición de ángel caído...?

—Sí.

—Quiero hacerlo... Ven.

Tomé su mano y lo dirigí a la habitación, donde me senté en la cama, y, a la vez que abría mis piernas, susurré: —No quiero detenerme aquí, Mark... Eres el amor de mi vida, siempre lo has sido sin importar que pasó en el medio. Quiero que me hagas tuya.

—¿No vas a arrepentirte mañana por la mañana? Eso simplemente me destrozaría...

—Mark, quiero hacerlo. No me importa nada más ahora mismo. Alex me engañó una noche antes de venir aquí, y en vez de eso matarme, sentí un alivio enorme al separarme de él. Ya que sentía que lo engañaba al estar con él y no haber logrado nunca olvidarte...

-Mel, yo...

Un Lugar Llamado Demon's Wood: El Martirio de MarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora