Capítulo 22

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Habíamos estado sentados en el piso de la habitación por lo menos media hora. Mike y Vic estaban sentados contra una pared. El hermano mayor consolando al menor cuando sus lágrimas negaban detenerse. Estaba sentado justo frente a ellos, con mi espalda hacia la otra pared, dándoles, a ellos y a mí, espacio.

No podía comprender lo que estaba pasando en este instante. Tay, la brillante y alegre chica que había sido mi mejor amiga por la mayor parte de mi adolescencia, estaba en algún lugar de este hospital con su vida pendiendo de un hilo. Era un sentimiento irreal. Veo cómo este tipo de cosas le pasan a otras personas, ya sea porque lo vea en las noticias o en programas de televisión, pero nunca esperé que le pasara a alguien que conocía.

Mike estaba histérico. Podía ver lo mucho que la amaba y cómo se preocupaba por Tay. No podía imaginar cómo se sentía. Ni siquiera quería pensar sobre lo que haría si fuera la vida de Vic pendiendo de un hilo. La espera era la parte más agonizante. No habíamos escuchado nada de los doctores. Deseaba que simplemente nos dijeran algo, pero al mismo tiempo estaba aterrado de lo que pudieran decir.

—¿Qué voy a hacer? —sollozó Mike por la enésima vez—. No puedo criar a un bebé solo.

—Shh, todo va a estar bien. Vas a salir adelante —le dijo Vic.

Los miré, a los dos, sintiéndome enojado.

—No hablen de ella como si se hubiera muerto —dije apretando los dientes.

—Kellin... —dijo Vic en advertencia y me señaló a Mike con la cabeza.

No quería causar ningún problema o empeorar la situación al discutir con ellos, así que mantuve mi boca cerrada. No sabía qué sentir en este momento, aparte de miedo. Mike estaba enterrado hasta la cabeza en pena. El propósito de Vic era asegurarse de que Mike estuviera bien. ¿Y yo? Me senté en una esquina sin mostrar ninguna emoción porque una vez que lo hiciera, sabía que sería difícil parar. No había estado tomando mi medicina por mucho tiempo todavía.

—Vamos —susurré bajo mi aliento, queriendo que los doctores curaran a Tay. Simplemente tenía que estar bien. Era demasiado joven como para esto. Se supone que debe criar su hijo con Mike. Iba a ser una excelente mamá, lo sabía. No había forma alguna de que pudiera morir a los diecinueve años.

Cubrí mi rostro con mis manos y me limpié las cuantas lágrimas extraviadas que cayeron. No se sentía correcto llorar. Mike era el afligido. Yo sólo era el amigo. Tenía que tratar de ser fuerte, especialmente porque Vic tenía que estar ahí para Mike, no para mí. No podía ser egoísta. Aparte, si lloraba, entonces sería admitir que Tay iba a morir y no lo admitiría. Ella va a estar bien.

Escuché cómo unos pasos entraban a la habitación y alcé la mirada. Parado allí estaba el doctor de Tay, el de antes. Los chicos se levantaron de un golpe del suelo. Vic estaba abrazando a Mike, listo para consolarlo. Me levanté con las piernas temblando, de pie en el fondo de la habitación. Aquí fue.

—Mike —empezó el doctor.

—¿Está bien? Por favor dígame que ella está bien —dijo Mike desesperado.

—Ella está bien. Está estable —dijo el doctor.

Mike, una vez más, se deshizo en un ataque de llanto cuando el alivio lo inundó a él, a Vic y a mí. Era como despertarse de una pesadilla y darse cuenta de que sólo fue un sueño. Tay estaba bien, estaba bien. Me sentía como yendo por todas partes abrazando a cada doctor que pudiera encontrar. Nunca había estado tan feliz como en este momento. Mi amiga estaba a salvo.

—Hubieron algunas complicaciones y perdió muchas cantidades de sangre, pero paramos la hemorragia, debería estar bien y despierta en unas horas —siguió el doctor para explicarnos.

Hush, Hush (Kellic) [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora