Agencia publicitaria.

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Actualidad.

Se sentía pequeña en aquella oficia. El trabajo estaba acumulándose en pequeñas montañas de archivos.

Megan, su amiga y compañera desde hacía un tiempo, entró a su oficina.

— Necesitamos que leas estos documentos — dijo tendiéndolos ordenadamente, mientras ella tomaba el que estaba en el tope y lo hojeaba.

— Gracias— respondió llevándose una mano a la frente cansada de un largo día de trabajo.

— Hay algo más.

— ¿Qué? — preguntó sin, realmente, interesarse lo suficiente.

— Léelos con detenimiento, hay algo interesante en uno de ellos.

— ¿Qué hay?

— Ya lo verás.

Dicho esto, sonrió, se dio la vuelta y se retiró.

Se pasó la siguiente hora revisando papeles, leyéndolos minuciosamente, dejando a un lado ideas que no servirían o que de plano eran demasiado locas, dejando a su derecha las peticiones que serían divertidas e interesantes de desarrollar. Finalmente, llegó a una pequeña empresa, se le hacía conocida, pero ¿de dónde?

¡Hasta que lo vio!

El nombre que no pensó volver a ver en toda su vida.

Ahora sabía a qué se refería Megan. Actuó sin pensárselo mucho, y anotó el número de celular que estaba escrito en los datos personales.

Llegó al fin el momento de desquitarse de alguna manera u otra.


XXX


'Lourdes González'.

'Lourdes González'.

Su número personal. Tenía su número personal. Entre otros datos importantes que le podrían servir en el futuro.

¡Mierda! No había sabido nada de ella desde hacía un poco más de cinco años. Después de lo que sucedió en el hospital había decidido cortar todo tipo de contacto con ella.

Ahora, ¡Lourdes! había regresado a su vida, de una manera extraña y parcial, claro está, pero había vuelto, al fin y al cabo. ¿Acaso no sabía que ella era la dueña de aquella agencia? Bueno, quizás el «Benza» en el nombre de la compañía no dijese mucho sobre el dueño. Pero, al fin y al cabo, estaba solicitando sus servicios. Su agencia había sido contratada por esta mujer.

Decidió llamar a Megan y esta atendió su llamado inmediatamente. No pasó mucho hasta que apareció por la puerta con una sonrisa enmarcándose en su cara, casi diciéndole sin palabras: «Te lo dije: había algo importante en esos papeles».

— ¿Por qué no me dijiste que Ella nos había contratado?

— Tu cara es un poema — se burló de ella.

— No, no lo es — respondió fastidiada.

— Sí, sí lo es. Quería que te enteraras por ti misma. Si te hubiese dicho que ella nos había solicitado, te habrías negado y, en lo personal, creo que es una buena oportunidad, al menos para ella— se puso seria de repente y dijo—. Además, no es como que vayas a trabajar directamente con ella, alguien más del equipo lo puede hacer perfectamente.

— ¿Por qué eres mi amiga? — se quejó.

— Lo siento. Solo me hizo un poco de ilusión saber cómo está, después de todo, hace mucho no sabemos algo de ella.

Nuestra canción favorita // MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora