La primera vez que había subido a un avión había sido precisamente para ir a visitar a Lourdes cuando esta había conseguido una pasantía de enfermería cuando se graduó, precisamente en la misma ciudad a la que se dirigía. En aquel momento no sentía amor hacia ella, solo el cariño que se le profesa a una buena amiga, pero la tensión sexual entre ambas se podía cortar con un cuchillo.
Estaba sentada en uno de los asientos económicos mientras esperaban a que subieran el resto de los pasajeros, ya que no había conseguido uno mejor al adelantar tan precipitadamente el vuelo e iba incómoda. La gente estaba alborotada y un hombre hablaba increíblemente alto a través del celular 'como si a alguien le importase lo que había comido el día anterior y le había hecho daño'. Y para colmo de males, tenía a alguien pateando su asiento desde atrás. Quería ignorar todo, pero no podía. Porque si hubiera logrado entrar a una fase de meditación a pesar del ruido, habría pensado en Lourdes, y pensar en Lourdes no era bueno. Era malo. Lo recordaba a diario.
¡Odiar era tan difícil! Cuando la había amado, todo ¡era fácil! Se sentía feliz al pensar en ella, era como caminar en un campo de rosas. Y luego... Lourdes las había hecho marchitar e hizo que las espinas se le clavaran en cada uno de los rincones del cuerpo.
Y es que había amado tanto, que, al acabarse definitivamente las cosas, su vida se había convertido en un constante ir y venir sin rumbo fijo. Pasó el tiempo, y sabía que no debía permitir que Lourdes González arruinara su futuro. No podía arruinar el futuro del que ella había decidido salir voluntariamente.
No podía olvidar la cantidad de futuros felices en los que había imaginado a Lourdes. Había construido su futuro, sus expectativas, todo, alrededor de la figura de Lourdes. La había adorado como a nadie. Y, sin embargo, no fue suficiente. Cuando habían pasado algunos meses después de la ruptura definitiva, se preguntó ¿qué había hecho mal? Y se respondió después de un tiempo 'haber esperado más de lo que ella había podido ofrecer'. Y esa frase se había convertido en su mantra. Luego la había embargado la duda: Lourdes le había dicho que la amaba tanto que le quería entregar todo de sí misma.
¡Gran ironía!
Martina estaba sobre Lourdes mientras hacían el amor, Lourdes le había dicho entrecortadamente y entre jadeos: "te doy todo lo que soy, Mar. Te entrego todo de mí". Martina no había respondido, pero cuando se recuperaron del orgasmo, Martina le dijo que, si se pretendía entregar todo de sí cuando se ama, entonces, también se debía entregar lo malo y entregar lo malo no era amar.
Lourdes se había quedado muda ante lo dicho por Martina. ¿Qué podía responder?
'¡Mierda! ¡Maldita seas González!'
Y es que ya estaba ignorando al hombre bocina y al grano en el culo que pateaba su asiento.
'No debes pensar más. Ve a tu lugar feliz.'
El vuelo no sería largo. Sería a una ciudad cercana a la suya y por lo tanto estaría en el avión por lo menos cuarenta minutos más. Recordó que allí vivía la madre de Lourdes. También recordó que la última vez que había visto a Gabi González, esta, cuando le estaba pidiendo disculpas por el comportamiento de su hija, le había dado su número de teléfono y la invitó a su hogar, por si "algún día necesitas compañía".
Pensó que sería bueno hacerle una visita a la mujer, con suerte viviría en el mismo lugar, aunque estaba casi segura de que así era, porque en algún momento la misma mujer le había comentado que jamás se desharía de aquella casa ya que era uno de sus bienes materiales más preciados, y por otro lado, con suerte también mantendría el mismo número de teléfono.
No sabía por qué quería saber de la señora González. Pero lo haría. No podría perdonarse haber ido a la ciudad y no visitar a la mujer, que se había portado tan bien con ella cuando lo había necesitado. Por otra parte, no la podía culpar de los errores de su hija. A la única que podría odiar sería a Lourdes, su madre era un sujeto distinto.
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Nuestra canción favorita // Martuli
Fiksi Penggemar-Recuerdo la sensación de su piel contra la mía. Recuerdo la manera en que me miraba. Recuerdo todos los momentos que vivimos. -¿Pero...? -Pero... también recuerdo como sufrí con su partida y, hoy en día, sigo sin poder olvidarla. Y jamás lo haré. ...