Cero.

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-Hueles a sexo- le dijo fingiendo que le reprochaba- ¿Me acabas de ser infiel, Martina? Porque hay cosas que no aceptaré ni en un millón de años.

¡Mierda! Es que su amigo podía llegar a ser imbécil sin empeñarse, y la verdad es que no le apetecía caer en sus juegos. Guardó silencio y se mantuvo impasible. Pasó a su lado y ni lo miró.

-¿Por qué tienes los labios tan rojos?- preguntó extrañado- ¿Por qué tienes el cabello tan despeinado?- la vio tomar sus cosas y organizarlas. También algunas de sus camisas, ¿por qué no? Siempre había sido muy desordenado y ella muy organizada, así que le caía de los cielos que se pusiera a ordenar la habitación por él. Sacó una de las maletas debajo de la cama y la abrió. Se quedó mirándola como conociendo una de esas por primera vez- Te presento, una maleta de viaje, son engorrosas, pero bastante prácticas. De hecho, compramos varias en nuestro último viaje. Tu querías la rosada con brillos, ¿recuerdas? e hicimos la broma de que nadie brillaba más que yo ¿lo recuerdas, Mar? Dime que lo recuerdas.

Miró a su amigo, fingió una sonrisa y asintió. Claro que lo recordaba, la dueña de la tienda los miraba mal por escandalosos. Siguió en lo suyo tratando de ignorar al hombre. Escuchó que le decía algo, sin embargo, no lo escuchaba. Estaba más concentrada en lo vivido minutos antes junto a Lourdes.

Estaba asustada, porque de nuevo estaba entrando en su vida. Estaba aliviada, porque en la mañana se acabarían sus vacaciones improvisadas en casa de Gabi. La necesitaban en Advertisement Benza, y ella necesitaba de la agencia. Sumergirse en el trabajo, eso era lo que necesitaba. Verse rodeada por una multitud de gente que se la pasaba charlando y gastándose bromas, algunos otros jugando a vídeo juegos y a otros discutiendo "cosas importantes", necesitaba de ese ambiente laboral tan cómodo y divertido. Necesitaba su oficina, la cual siempre estaba hasta el tope de papeles de proyectos vigentes y otros con los que trataban de mantener una marca. Algunos eventos pequeños de los que se encargaba por descarte y las nuevas incursiones en la publicidad de artistas, ya fueran cantantes, pintores, no importaba.

Nico hablaba, y por primera vez no lo escuchaba, porque añoraba un lugar sin Lourdes González, un lugar en el que la castaña no la atormentaría, pero recordó de sopetón que Lourdes estaba ligada a ella por un nuevo proyecto el cual le gustara o no estaría pronto a darse, ya que según le avisaron sus empleados, habían estado proponiendo buenas ideas para lo de Lourdes después de que ella mandara el replanteamiento inicial, así que si hubiese hecho lo que pensó en primer momento: huir de Lourdes, de nada habría servido, porque igual tendría que topársela de nuevo quisiera o no.

Y debía separar los sentimientos del deber. Porque mucha gente dependía de ella y de Advertisement Benza. Debía llegar a la cima y mantenerse allí. Todo estaba sobre sus hombros. Era una agencia joven pero prometedora y sabía que podía hacerlo. Porque lo más importante en su vida era esa agencia, no por ella, no, sino por sus empleados y las familias de estos.

Lourdes.

Lourdes.

Lourdes.

Lourdes, estaba deliciosa. Se moría por regresar a su habitación y no salir de allí en un mes. Se le hizo poco lo que hicieron. Estaba sedienta de ella. Sabía que no iba dejar de pensar en ella y menos dejar de rememorar su nuevo encuentro sexual. Y le sabía mal haberlo hecho de la manera que lo hicieron, porque ahora se sentía una pésima persona. Perdió el control. Le hizo daño a Lourdes y no solo emocional, sino que temía, también físico, debido a que usó más fuerza de la necesaria. Sentía como si hubiera abusado sexualmente de Lourdes. Y la dejó llorando tras de sí. Jamás se sintió bien haciendo llorar a alguien, ni siquiera a Lourdes aun cuando sentía que merecía sufrir. Pero ¿no era suficiente Karma con la muerte de Alex? ¡Todo era tan complejo!

Nuestra canción favorita // MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora