Gu frabá.

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Piensa en Vicky, Martina, piensa en Vicky.

Ve a tu lugar feliz, Martina, el lugar feliz.

¡Mar de plata!

Ese paradisíaco lugar. Debía regresar allí, lo más pronto posible. Esta vez no iría sola: le preguntaría a Vicky si le gustaría ir con ella, no rechazaría la oferta, estaba segura. Les encantaba pasar tiempo juntas. A ella le gustaba pasar tiempo con Vicky, porque era la mujer perfecta. Y lo que más le gustaba era la manera en que la miraba, como si no hubiera nada más en el mundo, pero ella solo miraba así a...

¡Mar de plata, Martina! Vas a viajar a Mar de plata con Vicky.

Caminando de la mano de la castaña, que la mirara con esos ojos oscurecidos y esos labios moviéndose al compás de alguna canción de esas que solo se escuchan en Mar de plata. Estrecharla en sus brazos y besarla hasta que los labios les doliesen. Sí, eso era lo que quería. Cerró los ojos por unos segundos tratando de imaginar la escena.

Vicky dándole la espalda, mirando al infinito que se dibujaba al estar sentada frente a la playa, ella caminando silenciosamente y tomándola por sorpresa al abrazarse a ella después de sentarse tras ella. Vicky apoyando su peso contra su pecho y ella dejando un suave beso en la sien. El corazón latiendo en el pecho de una manera agradable. Una quemazón en el pecho y los ojos empañados por la felicidad. Vicky acariciando sus brazos que estaban apoyados en el vientre de esta. Mirando al más allá, el cielo cubierto de un arrebol, vestidas con esas prendas frescas, los cabellos despeinados, nada de maquillaje, solo cremas para evitar quemarse con el sol, quizás trajes de baños bajo las ropas, nada del otro mundo. Solo tenerla en sus brazos.

Su mente estaba creando todo el escenario. Temblaba. ¿Por qué lo hacía? Su mente no tenía el control sobre su cuerpo.

Entonces Vicky giraba la cabeza para mirarla directamente a los ojos y sonreían. Instintivamente, sus labios se encontraron en un medio camino. Saboreándose, dándose cariño a través de aquel gesto. Se separaban lentamente y en cuanto abría los ojos el precioso rostro de Vicky se empezaba a desdibujar. Una transformación que no pudo controlar. 

Esos ojos verdes cambiaron de tono, uno que le gustaba más. Su nariz redondeada, cambiaba a una más respingada y graciosa. Sus labios rosados cambiaron a unos un poco más gruesos, más apetecibles. La forma de su cara también cambió, a una similar y distinta a la vez. Su cabello, se veía más suave. ¡Y esas cejas picarescas! parecían incitarla a descubrir un tesoro que solo encontraría con ella.

Un extraño híbrido entre Vicky y Lourdes que la dejó un tanto perturbada. El pasado y el presente en una sola imagen. Pero sus ojos se esforzaban más en encontrar los rasgos del pasado.

¡Piensa en Vicky, Martina! Ella es lo que quieres. Se repetía.

Vicky. Vicky. Vicky. Vicky. Vicky. Vicky. Vicky. Vicky.

─¿Martina?─ tocaron su brazo y se despertó de golpe de aquel ensoñamiento. Miró su alrededor, Gabi y Enzo la miraban preocupados y Nico parecía a punto de echarse a reír de ella. Lourdes era quien le tocaba el brazo y llegados a ese punto, le acariciaba el lugar. Su mirada se bajó instantáneamente al lugar de encuentro de sus cuerpos. Lourdes retiró la mano asustada por la reacción de Martina─ ¿Estás bien? ─ preguntó un poco descolocada.

─Sí─ asintió. La voz le salió más firme de lo que planeó y se tranquilizó al no dejar ver sus verdaderos sentimientos.

─Estabas susurrando "Vicky". Parecías poseída─ intervino Nico.

─Sí─ buscó una excusa lo más rápido que su cerebro se lo permitió─. Olvidé llamarla, lo siento. Debo hablar con ella.

Cuando se estaba preparando para levantarse de la mesa bajo las miradas curiosas de sus acompañantes, su móvil empezó a sonar. Era el tono de Vicky. ¡Uf! Salvada por la campana.

Nuestra canción favorita // MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora