Capítulo 1, Azul la niña de los ojos claros

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Una fuerte tormenta azotaba Luján, un lugar tranquilo a pesar de estar en el centro de la ciudad. Un rayo, con su impresionante estruendo, cayó cerca de la casa de los Smith. Una pequeñita despertó asustada; sus grandes ojos color miel recorrieron la habitación, donde enormes monstruos parecían formarse en las sábanas que su madre había guardado en el armario el día anterior. Una figura oscura se cernía sobre la pared: era una chaqueta colgada que, en la penumbra, se tornaba siniestra. El corazón de la niña latió con fuerza; de un salto, sus pies descalzos tocaron el frío suelo. Vestida con su pijama y el cabello largo y despeinado, corrió hacia la habitación de sus padres. Su madre, ya despierta y mirando la pantalla de su móvil yacía en silencio sobre la cama, también había sido perturbada por el ruido. La pequeña trató de deslizarse en la cama con cuidado para no molestar, sin embargo, su madre, al sentir las diminutas manos bajo las mantas, dio una vuelta. 

—Sabía que vendrías aquí —dijo sonriendo—. ¿Te asustaste?

—¿Porque estoy sola? —Replicó la niña.

Su madre la abrazó y respondió con cariño.

—Tu hermana salió muy temprano con tu padre. —La pequeña frunció el ceño; no le gustaba quedarse sola en la habitación—. Ese sonido debió asustarte. Ven aquí chiquilla —dijo dándole un abrazo aún más fuerte.

El corazón de la niña, en brazos de su madre, poco a poco comenzó a calmarse. Casi cayendo en profundo sueño, sintió un golpe en su pancita. ¡Puuush! Su hermana menor, quien dormía en la habitación de sus padres y tenía el sueño tan pesado que ni el sonido causado por el fantástico rayo la había despertado, le dió un enorme golpe con el pie y ¡zas!, volvió a despertarse.

La pequeña se enojó. Se sentó para reclamarle, sin embargo, su hermana se encontraba profundamente dormida. Por travesura, solo pinchó dos veces su nariz, pero ella aún seguía dormida. Así que dio una vuelta hacia su madre para volver a conciliar el sueño.

Azul era una niña delgada y de baja estatura para su edad. La más pequeña de su clase, ocupando siempre el primer lugar en la fila para cantar el himno nacional. Poseía una cabellera larga y castaña con reflejos dorados, tan lisa que su madre batallaba cada mañana para mantenerla trenzada. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, su cabello volvía a su estado natural.

Era una mañana como cualquier otra, con el habitual alboroto en el hogar. La señora Smith preparaba el desayuno mientras organizaba las mochilas de las niñas y vestía a Lisy, quien aún estaba adormilada. Vestir a Lisy era la tarea más desafiante, ya que detestaba ir a clases y su madre luchaba con esta rutina cada día.

—¡Ya, Lisy!, despierta —refunfuñó su madre mientras ataba los cordones de sus zapatos.

Azul y Lisy se llevaban solo un año de diferencia por lo que asistían a la misma escuela.

—Lisy, es hora de despertar, ¡vamos a llegar tarde otra vez! —exclamó Azul a su hermana. La pequeña ya estaba lista para su rutina escolar; siempre ansiaba ir a la escuela, pero hacer que su hermana se levantara de la cama era todo un lio. Lisy, por su parte, nunca quería ir; le aburria hacer las tareas escolares. Era el polo opuesto de Azul: traviesa, inquieta, y su cabello despeinado con hermosos rizos acentuaba su espíritu de rebeldía, una niña llena de energía siempre en buscando la oportunidad para meterse en problemas.

* *

Era un día cotidiano en el colegio; el sol resplandecía intensamente, pero el clima comenzaba a tornarse frío, anunciando la pronta llegada del invierno. Todos los niños portaban sus abrigos escolares sobre los guardapolvos y los uniformes, que consistían en una camisa blanca y pantalón para los varones, y una falda azul marino a rayas para las niñas. Según la directora, el uniforme escolar simbolizaba igualdad y humildad, y de uso obligatorio para todos los chicos, desde el más pequeño hasta el más grande, sin excepciones.

Azul solía observar a los niños desfilando por el pasillo hacia la cafetería desde la ventana de su salón, sintiendo aversión por la simple existencia de los demás. No es que realmente los odiara, simplemente prefería no interactuar con ellos. Hablar con sus padres o hermanas le resultaba fácil, pero entablar diálogo con otras personas le parecía todo un reto. Se cuestionaba por qué le resultaba tan arduo sostener una conversación casual con un desconocido, tal como su madre lo hacía en el supermercado o en el colectivo.

<Las personas nunca dicen nada interesante, y los niños dicen cosas peores, siempre gritando y llorando como si fuera muy difícil permanecer callado un segundo>, su mente se perdía entre sus pensamientos. En ese instante, la maestra comenzó a hacer preguntas sobre el tema visto en clase, empezando con un jovencito en la fila del frente.

—¡Comenzaremos con Matías! —Dijo alegremente, señalando su pupitre—. Vamos levántate y dinos qué aprendiste hoy sobre los animales. 

Matías con voz firme, respondió:

—Algunos viven en el mar y otros en la tierra, señorita Claire.

—Muy bien, Matías, podés sentarte. Bien, ahora es el turno de... ¡¡¡taaa taaaa ta tan!!! —la señorita Claire dijo el nombre de Azul con gran entusiasmo, pero no hubo respuesta.

—¡Azul Caroline! —Repitió en tono más alto.

Azul estaba distraída, absorta en sus pensamientos, y no escuchó el llamado de su maestra. La señorita Claire caminó hacia su pupitre, se inclinó, colocó su cabeza en dirección a lo que estaba observando y, con una voz suave, le preguntó.

—¿Qué es... lo que está tan interesante fuera de la ventana como para no prestar atención a la clase, señorita?

Azul, abrumada, volteó hacia su maestra. La miró fijamente con sus hermosos ojos claros color miel, marcados con pestañas fuertes y ligeramente largas que ayudaban a formar una intensa mirada. Sin entender el ¿Por qué? estaba en esa situación, no pudo responder nada. Su maestra volvió a preguntar.

—¿Te gusta mirar por la ventana?

Azul, con una voz temblorosa respondió: —Yo so-solo observaba las mariposas. —La señorita Claire miró hacía la ventana y no logró visualizar ninguna mariposa, lo que la hizo molestar.

Enojada cruzó los brazos sobre su pecho —Ok Azul, hoy hablamos sobre los animales, pero ya casi es la hora de salir, porque no pasás al frente y nos leés una historia.

El corazón de Azul comenzó a bombear sangre más rápido por todo su cuerpo, podía escuchar el sonido de su núcleo central latiendo con fuerza, las manos le comenzaron a sudar, pero viendo la mirada fija de su maestra, se levantó, fue al estante y tomó el primer libro que sus ojos alcanzaron a distinguir.

Se paró al frente, comenzó a notar que sus compañeros tenían los ojos en ella, para evitar el contacto visual abrió rápidamente el libro y se tapó el rostro con el mismo.

Azul era la estudiante más destacada de su clase y amaba leer, pero nunca antes había leído en frente de alguien que no fuera su madre y mucho menos en frente de toda la clase. Al ver el libro todas las letras parecían borrosas. Empezó a sentirse mareada y un hormigueo le recorrió las piernas; estaba extremadamente nerviosa, pero a pesar de ello, inició la lectura:

—Di-a de- del a-a-a-gu-a to-todos... —Azul tartamudeó, sin lograr pronunciar una palabra claramente. La lectura no parecía tener sentido; algunos niños comenzaron a murmurar y otros se burlaban de Azul mientras la señora Claire se acercaba.

—¿Estas nerviosa? No mires a tus compañeros e imagina que solo estás conmigo. Justo ahora estamos solas, ahora comenzá de nuevo.

Al momento de retomar la lectura llegó alguien a la puerta ¡tok! ¡tok!

—Disculpe profesora Claire, ¿está acá la hermana de Lisy Smith?

Fue un alivio para Azul, salvada de leer enfrente de sus compañeros por su hermana.

Nota: hola espero que te guste esta historia.

Adiós nos vemos en el proximo capítulo.

La introvertida vida de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora