Capítulo 30, Mi tía es abogada

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    Al frente de la orquesta nuevo Real, su padre se detuvo para repréndela —¿Por qué saliste de la heladería sin avisar? Sabes lo preocupado que estaba.

—Lo siento papá, salí a buscarte pero luego vi este lugar, lo siento debí avisarte.

—Iremos a casa.

La señora Ávila interrumpió —pero aún no se acaba el tiempo.

El señor Smith respiró profundamente quedándose sin paciencia. —El tiempo se agotó cuando usted decidió traer a su hijo sin previo aviso, Azul aún no estaba preparada para esto, nos vemos la semana próxima —tomó Azul en sus brazos para cargarla y dirigirse al auto.

La madre decepcionada preguntó a su hijo —¿Qué fue lo que le dijiste a Azul?

—Nada —respondió con desdén.

**

El lunes por la tarde en la escuela la señora Smith decidió hablar con Louis sobre que debía hacer por la oferta del director Brown, él fue el que le enseñó a tocar el piano, él debía hacerse responsable pensaba la preocupada madre de Azul. Louis le explicó todo, le contó sobre la audición y como todo esto podría llevarla a formar una carrera artista.

Después de la plática la señora Smith le agradeció lo hizo por su pequeñita. Louis estaba complacido, él había hecho todo con amor y no esperaba nada a cambio, pero haber sido reconocido por ello lo hacía sentir realmente bien. Emprendió su camino a casa con un increíble sentimiento de bienestar, al cruzar por el parque escuchó su nombre en un grito.

—¡Louis! ¡Louis! Espera.

Detuvo su marcha y giró para encontrarse con una agitada Miranda corriendo hacia él, al acercarse apoyó sus manos en sus rodillas para intentar recuperar el aliento.

—¿Estás bien? ¿Sucede algo? —preguntó Louis sujetándola.

—Sí estoy bien, solo cansada ¿Por qué sos tan rápido?

Él le ofreció sentarse en una de las bancas del parque a lo que ella accedió para descansar.

—¿Quieres beber algo? —consultó.

Miranda negó con la cabeza, había tensión en el ambiente, él no hablaba mucho y ella estaba extrañamente callada, Louis no soportando el silencio volvió a preguntar.

—¿Sucede algo?

No hubo respuesta. Miranda solo lo observaba, Louis se aclaró la garganta, su mirada lo intimidaba, un poco asustado torno sus ojos a un carrito de dulces.

—Mirá, vende golosinas ¿se te antoja? —Se levantó rápido, estar solo con ella lo ponía muy nervioso, al volver tenía en sus manos dos grandes y esponjados algodones de azúcar; uno azul y otro rosa—, Ten esto es para ti —dijo sonriendo dulcemente de pie frente a ella.

Miranda alzó la vista y fijó sus oscuros ojos cafés en los azules, pasaron unos segundos y ella no hizo nada más que admirar sus diamantes con una ligera sonrisa sin disimular ni un poco lo que hacía.

—Se me cansa el brazo —se quejó Louis.

Miranda al fin decidió abrir sus labios —¡Me gustas!

Louis quedó congelado, tragó grueso, sus mejillas se ruborizaron ligeramente, abrió su boca para decir algo pero inmediatamente la cerró sin pronunciar palabra, Miranda solo sonrió y recibió el algodón de azúcar.

—Gracias, —se levantó para seguir caminando tranquilamente como si no hubiera dicho nada.

Louis se quedó en el mismo sitio un momento viéndola alejarse, luego de unos segundos reaccionó y fue tras ella, Miranda ladeó su rostro hacia él —sé que sos un tonto como para decir algo, pero eso es lo que más me gusta de vos, —miró al frente y deleitó el dulce sabor del caramelo esponjado derritiéndose en su boca.

—Te-te dije antes que soy menor de edad.

Ella se interpuso al frente deteniendo la marcha subió sus talones y unió sus labios con los "prohibidos", fue solo un besito pero suficiente para dejar sin habla a Louis.

Aprovechando su cercanía le susurró al oído. —Mi tía es abogada, —guiñó un ojo y sonrió, fue la sonrisa más picara y traviesa que Louis jamás había visto en ella, no había duda que estaba divirtiéndose con su reacción, giró y siguió su camino.

—¿Cómo puede una chica dejarme congelado dos veces el misma día? —se dijo a sí mismo. Al darse cuenta que Miranda se había alejado bastante caminó rápidamente hacia ella y la tomó de la mano.

—No harás esto con otro chico ¿cierto?

—Acaso crees que hay otro chico que me guste —ambos rieron, gozando de la felicidad que los envolvía.

Él entrelaza sus dedos y levantó su mano para llevarla a su boca e imprimir un beso en su piel —sos mía entonces.  

Nota: Un poco de amor y romance, nos vemos, no olvides votar y comentar bye.

La introvertida vida de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora