Capítulo 2, ¡Lisy! baja los pies del sillón

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Azul ya sabía porque caminaba por el pasillo otra vez, con una maestra que no era la suya, en dirección al salón 2B; "Lisy se había portado mal otra vez". A pesar de que conocía la situación, no entendía por qué cada vez que Lisy hacía algo malo terminaban llamándola a ella, pero esa vez estaba feliz, porque la habían sacado del embrollo en el que estaba.

—No iremos al salón 2B —Preguntó Azul al darse cuenta de que tomaron una dirección diferente.

—No, tu hermana está aquí —contestó la señorita que la dirigía a la oficina central del instituto.

Lisy estaba sentada en un sillón grande, muy elegante de color negro, con los brazos cruzados sobre su pecho, los pies levantados y puestos encima de aquel hermoso sillón. Estaba despeinada, con la camisa manchada. Parecía estar muy tranquila, viendo a unos profesores trabajar en sus oficinas.

Una señora robusta se acercó a Azul con pasos firmes, —vos sos la hermana de Lisy ¿no? Ummm... ¿Azul?

—Sí, así es —respondió sin dudar.

La señora rechoncha era la directora de la escuela. Azul ya estaba acostumbrada a que los profesores de Lisy la llamaran, pero hablar con la directora era algo diferente. "Ahora sí, Lisy hizo algo realmente malo", pensó.

—Ya casi son las 12:00 —dijo la directora viendo su reloj—. Tu mamá vendrá a buscarlas dentro de una hora... Ella está algo complicada en el trabajo y no puede venir ahora.

Azul preguntó tímidamente —¿Qué fue lo que hizo Lisy?

—Los teléfonos están prohibidos, lo sabés ¿verdad? Bueno pues... Lisy tenía uno. Mañana hablaré con tu madre. Debo ir a una reunión justo ahora y no puedo esperarla. Esto es de tu mami, me pidió que te lo entregara. —La directora sacó del bolsillo de su chaqueta el teléfono de Miranda; la hermana mayor de Azul, y se lo entregó en las manos—. Guárdalo y espera a tu mami aquí. —En ese instante, se inclinó hacia Azul y le susurró al oido—: Dile a tu hermana que baje los pies del sillón. No quiere obedecer, pero quizás, vos podés hacerla entender. —Levantándose, terminó en voz alta—: ok debo retirarme. Nos vemos Azul. —Se dirigió a Lisy para despedirse— hasta mañana Lisy, —dijo con una sonrisa en su rostro. Sin embargo, la chiquilla en su rebeldía no devolvió la mirada.

Azul avergonzada se acercó a Lisy, —baja los pies del sillón ¡por favor!  ¿No te avergüenza sentarte de ese modo? No estamos en casa.

Lisy ladeó su rostro hacia Azul con soberbia y bajó los pies sin hacer mucho alboroto. —¿Qué te dijo la vieja gorda? —preguntó algo curiosa.

—¡Lisy! La vieja gorda es la directora.

—¡Lo sé!, ¿Qué te dijo?

—¡Nadaa!, solo que te portaste mal ¿Qué hiciste ahora? —dijo cruzando los brazos sobre su pecho y sentándose en el sillón de al frente.

—¡Nadaa!, —respondió encogiendo los hombros— acá todos creen que me porto mal. —Con rebeldía. Volteó el rostro.

—¿Qué le paso a tu camisa? Mamá va a molestarse.

—Solo tropecé —explicó Lisy frunciendo el ceño.

Pasado un rato, llegó la señora Smith. Las niñas inmediatamente se levantaron y corrieron hacia su madre, felices de poder regresar a casa. —Llegaste al fin —dijo Azul cansada de esperar. Lisy actuó como si nada hubiera sucedido.

—¡Creí que moriría de hambre! —dijo la chiquilla revoltosa, con ganas de reclamarle a su madre la tardanza.

La señora Smith estaba demasiado molesta y solo dijo: "Hablaremos de esto después". Agarró las mochilas de las niñas y las tomó de la mano para dirigirse directamente a casa. No intercambiaron palabra alguna en todo el trayecto. Al llegar y cerrar la puerta tras ellas, era como si se hubiera activado el mecanismo de una bomba.

—¡Azul! Entrégame lo que la directora te dio en la escuela —exclamó la señora Smith—. Con prisa, Azul extrajo el teléfono de Miranda de su mochila y se lo pasó a su madre. La señora Smith se giró hacia Lisy y gritó—: ¿Vos creés que podés hacer lo que te venga en gana? ¿Por qué tomaste el teléfono de tu hermana? Miranda tenía una reunión importante hoy, a la cual no pudo asistir por tu culpa. Y no contenta con eso, te pones a escuchar música en medio de la clase. —Cada vez más enfadada, la señora Smith agarró un pedazo de cuero cortado en tiras para intimidarla.

Lisy permanecía inquebrantable, ni una gota de remordimiento en su rostro. La señora Smith, cada vez más irritada, elevaba su voz: "¡Debes obedecer a tus mayores! Cuando te dicen algo, no puedes replicar, ¡solo debes obedecer! ¡Obedece, Lisy! ¡Que sea la última vez!". Sin embargo, por más que la señora Smith le repetía a Lisy "debes obedecer, que sea la última vez", parecía que Lisy no comprendía.

Al llegar Miranda a casa, parecía incluso más molesta que la señora Smith. Sus oscuros ojos ardían como fuego, tenía razón se había perdido una importante reunión laboral, sin embargo, no hizo ningún reclamo a Lisy, solo se encerró en su habitación a estudiar y completar unos trabajos de la universidad.

Miranda era la clase de persona que, cuando las cosas no iban bien, arrojaba piedras al cristal, decía cosas sin reflexionar, palabras que lastimaban tanto su alma agresora como la de su receptor. Por eso, cuando se sentía de mal humor, optaba por aislarse hasta que su ira se aplacara, para evitar decir algo hiriente. Fue una recomendación que una señora de la iglesia le dio años atrás, cuando estaba más joven, un consejo muy sabio que Miranda ponía a práctica de vez en cuando.

Como de costumbre, Lisy estaba castigada, escribiendo 20 veces frases como "debo portarme bien", "debo obedecer a mi maestra" y "no debo gritar en clase". Por una extraña razón, Lisy nunca se mostraba triste o arrepentida por los castigos impuestos ni por su mal comportamiento; al contrario, parecía disfrutar volver loca a su madre.

Alrededor de las 6 de la tarde, el señor Smith regresó del trabajo; un hombre robusto, fuerte y de gran estatura, siempre creaba un ambiente agradable en casa gracias a su carisma. Amaba a su esposa tanto como a sus hijas; eran sus cuatro tesoros más preciados.

No era de extrañar que percibiera rápidamente lo que había sucedió; la casa tenía una atmósfera distinta. Vio que Azul dormía, Miranda estaba en su habitación y Lisy estudiaba. Era la hora en que usualmente llegaba a casa y lo normal sería encontrarlas a todas afuera; Miranda tomando la merienda, Lisy y Azul corriendo por todo el lugar y su madre como loca detrás de ellas.

Que Azul estuviera durmiendo no era tan extraño, después de la escuela el segundo hobby de Azul era dormir, pero ver a Miranda encerrada y a Lisy estudiando, eso sí era sospechoso.

El señor Smith se acomodó en el sillón de la sala de estar, se quitó los zapatos y se reclinó cómodamente. Ninguna de sus hijas apareció para saludarlo como era de costumbre, solo su esposa se acercó para preguntarle con cariño sobre su día en el trabajo.

—¿Cómo te fue hoy amor?

—Todo está bien, tuve un problema con el jefe, pero seguro que mañana se solucionará, —respondió con afecto. Sorprendido por la acogida de sus hijas, preguntó con ansias—: ¿Lisy se ha comportado mal otra vez? ¿Por qué está castigada? ¿Pasó algo con Miranda?

La señora Smith se enfadó al recordar el mal comportamiento de su hija y sin poder ocultar su ira gritó: —Lisy tomó el teléfono de Miranda para llevarlo a la escuela, escuchó música durante la clase, ignoró a sus profesores y después armó un berrinche frente a la directora.

El señor Smith estalló en carcajadas, pero al ver el rostro enfadado de su esposa, apretó los labios para reprimir la risa. —La nena aún está muy chiquita. Entendé, son travesuras de niños, se le pasará cuando crezca.

La señora Smith lo interrumpió: —¡No! Ella debe aprender a obedecer a los mayores. ¿Por qué eres así?, —dijo, elevando la voz—. ¡Siempre respaldas sus travesuras! Es necesario corregirla, por eso siempre termino siendo la mala en esta casa. —Visiblemente molesta con su esposo, se dirigió a la cocina.

El señor Smith se levantó y caminó hacia Lisy. La rodeó con sus brazos por detrás dándole un suave beso en la coronilla, —debes portarte bien, mi niña, y obedecer a tus maestros —le dijo mientras sacaba un dulce del bolsillo para obsequiárselo—. No le digas a tu madre —Musitó.

Nota: no olvides votar y comentar si te gusta mi historia. Una pista para el siguiente capítulo Azul descubrirá su pasión por la música 

La introvertida vida de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora