Capítulo 22, todo de vuelta a la normalidad

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¡Hola! mi nombre es Azul Caroline, si estás aquí hoy de seguro ya me conocés, soy una niña tímida que vivía en las sombras de la oscuridad hoy he decidido brillar con más luz de la que podría imaginar, sé que el miedo aún quiere apoderarse de mí, mi personalidad no es algo que pueda cambiar tan fácil pero puedo moldearla sin tener que ocultarme, ahora sé que no estoy sola, tengo un lugar en el mundo y estoy dispuesta a luchar ¿me acompañás?

   Después de dos semanas la vida continuó igual que antes sin preocupaciones por recitales ni presentaciones en público, la escuela volvió a ser la misma.

    Azul se sentía capaz de tocar en enfrente de miles de personas, hasta que la señorita Claire comenzó de nuevo.

—Hoy todos pasarán a leer una historia, para verificar que están leyendo en casa.

   ¡Ay no! Se quejó Azul internamente, no quiero leer enfrente de todos  —Ya casi era su turno hasta que ¡tock, tock!

—Disculpe señorita Claire, está acá la hermana de Lisy Smith.

—Amo a mi hermana —susurró en voz baja.

   Y así emprendió camino otra vez por el pasillo en dirección al salón 2b con una maestra que no era la suya.

   Su madre ya estaba en la puerta del aula, conversaba con la maestra de Lisy, Azul se acercó un poco más y logró distinguir a su hermana detrás de su madre con la mirada baja, los ojos se abrieron como platos, recorrió la mirada desde su cabello hasta la punta de sus zapatos, Lisy estaba completamente cubierta de pintura, parecía que un arcoíris le hubiera caído encima, aún estaba escurriendo y manchando el piso.

—Como logró Lisy hacer algo como eso —se preguntó.

   Observó a su alrededor y logró visualizar dos niñas más igual o peor que Lisy en la parte de atrás del salón. La señora Smith al terminar de hablar con la profesora se dirigió a su pequeña, su cara mostraba decepción, llevó sus manos a su rostro en señal de desesperación.

—¿Qué es lo que haré vos?

   Era una suerte que las niñas siempre cargaban una muda extra de ropa en sus bolsos, era por precaución aunque Lisy había manchado todas sus cosas, usarían el plan B; la ropa de la mochila de Azul, se dirigieron al baño para quitar un poco la pintura. Sus enmarañados risos estaban pegados, ya era muy difícil peinar su cabello sin pintura por ello si madre solo lo secó con un pañuelo.

   Al llegar a casa, era más que obvio el castigo de Lisy. La familia Smith no era pobre pero tampoco había mucho dinero para malgastar y ahora debían pagar los potes de pintura que Lisy y dos niñas más decidieron lanzarse encima por diversión.

—Estarás castigada por el resto de tu vida —gruñió con molestia—, y no te levantaras de esta mesa hasta que terminés luego limpiás la casa ¡entendido!

—Sí señora —respondió Lisy en tono militar.

—Si me entero que Azul te ayudo te pondré el triple de tareas —amenazó

   El señor Smith llegó a casa, para su sorpresa su esposa lo esperaba sentada en el sillón con las piernas cruzadas tomando una taza de café, su mirada fija y penetrante mostraba deseos de querer matarlo.

—Sucede algo cariño —preguntó perturbado por la mirada de su esposa.

—Te gusta consentir todas las travesuras de Lisy ¿no es así? —Habló con tenacidad.

—¿Qué hizo Lisy ahora? —bajó los hombros derrotado.

—Como te gusta tanto consentirla, felicidades —puso su taza de café a un lado, se levantó cogiendo el papel de la mesa, se acercó a su esposo y golpeó con fuerza su pecho con la hoja en su mano—, te has ganado un viaje a la ferretería a comprar tres potes de pintura de 50 dólares cada uno para pagarlos en la escuela —le dió una palmadita en la espalda—. Que gran honor —dijo en tono burlista—, alguna objeción.

   El señor Smith se quedó congelado sujetó el papel que le había entregado su esposa, al verlo casi se le salen los ojos de sus orbitas —50$ un pote de pintura, son 150$ por los tres, no podemos pagar esto.

—Lo sé, hablé con la maestra, nos dejará pagarlo por partes en un tiempo bastante razonable.

   El señor Smith con los ojos puestos aún en el hoja buscó un sillón para recostarse, suspiró e intentaba asimilar la situación.

—Adiós nuevo microondas —susurró en voz baja, ladeando la cabeza de un lado a otro—, Adiós televisor de 4320 pixeles, Adiós reproduc...

   La señora Smith interrumpió cansada de escuchar a su esposo lamentarse —¿Por qué no le decís algo a tu hija? En vez de quejarte como un niño.


La introvertida vida de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora