Capítulo Tres

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Capítulo III

Que trata de la vida de casado y de cómo puede complicarse una disputa conyugal

Jimin había creído que su nuevo esposo lo llevaría de vuelta a casa, dado que SoKyung le había entregado Rocagrís y todo el antiguo dominio del duque SeoJun. Pero Minhyuk también había recibido otras prioridades. Entre ellas se encontraba Torrespino, el castillo que escogió finalmente como residencia, que contaba con una poderosa muralla y estaba encaramado en lo alto de un risco de difícil acceso, no muy lejos de los límites del Gran Bosque. Rocagrís, por otro lado, era un recinto pensado para resultar lo más cómodo y habitable posible, dado que la familia del duque pasaba allí la mayor parte del tiempo, pero resultaba más vulnerable ante un posible ataque. Jimin comprendió enseguida que su marido valoraba más las posibilidades defensivas de una morada que el hecho de que fuera confortable, y suspiró, pesaroso, al comprobar que compartiría su habitación con él, una estancia amplia, pero húmeda y fría, situada en lo alto del torreón erizado de espinos que daba su nombre al lugar. Minhyuk apenas había dirigido la palabra a su joven esposo, como no fuera para darle órdenes, y de todas formas tampoco podía hablar mucho con él, porque apenas conocía unos cuantos vocablos en el idioma de Nortia. Cuando Jimin le suplicó que le permitiera conservar a Hana como sirvienta, el bárbaro gruñó algo y se encogió de hombros, como dando a entender que le era indiferente si la nodriza los acompañaba o no.

Durante el viaje, él y sus hombres se dedicaron a beber y a cantar a voz en grito en aquella lengua áspera que Jimin no comprendía; a juzgar por sus risotadas, sospechaba que lo que cantaban eran baladas subidas de tono, o bien cantares de gesta y batallas, o bien ambas cosas. En cualquier caso, se alegró de no poder entenderlos. Por otro lado, aquellos hombres apenas los miraban a él y a Hana, como si no los encontrasen interesantes, y Jimin sintió renacer su esperanza. Pero esta no duró mucho; apenas había tenido ocasión de echar un vistazo desconsolado a su nueva habitación cuando Minhyuk dijo:

-Tú abajo. Cenar.

Jimin había visto el estado en el que se encontraban Minhyuk y sus guerreros, y no dudaba que la cena que planeaban sería similar a la que había podido atisbar en el castillo del rey, después de que SoKyung casara a todas las damas y donceles de Nortia con sus rudos guerreros. No tenía ninguna gana de unirse a la celebración.

-No. No -repitió-. Yo... me duele la cabeza. Estoy cansada del viaje -lo repitió varias veces, gesticulando mucho, hasta que Minhyuk lo entendió.

-Niño débil -opinó con un resoplido de desdén.

A Jimin no le importaba. El bárbaro se dio la vuelta para marcharse. El joven iba a suspirar, aliviado, cuando Minhyuk pareció acordarse de algo y lo miró desde la puerta.

-Yo subo luego -gruñó, y le hizo un gesto grosero cuyo significado quedó bien claro hasta para un doncel como Jimin. Él quedó tan horrorizado que no fue capaz de responder. Cuando el bárbaro se marchó, cerrado la puerta tras de sí, el muchacho se dejó caer sobre el camastro y rompió a llorar desconsoladamente. ¿Qué podía hacer? Jamás sería capaz de escapar de allí. Minhyuk no lo había encerrado con llave, pero el castillo estaba repleto de bárbaros, y no podría llegar hasta el patio sin que lo vieran. Descolgarse por la ventana tampoco era una opción, ya que el torreón estaba muy alto. Pero se negaba a someterse a su destino. ¿Tendría valor para seguir el ejemplo de su reina y quitarse la vida antes que perder su honor? De todas formas, tampoco había ninguna daga a su alcance. Se preguntó si podría usar la cuerda de su propio cinturón para ahorcarse... No, no, jamás se atrevería. Temía demasiado a la muerte. Permaneció un largo rato tendido sobre la cama, lamentándose de su suerte y preguntándose qué se suponía que debía hacer, hasta que se quedó dormido de puro agotamiento.

El canto del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora