☾Capítulo 13☽

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—¿Ahora entonces puedo entrar en su cuenta sin problemas? —pregunto a mi amigo mientras él me envía por mensaje los códigos de acceso a la cuenta hackeada de J. Oigo a Rocco decir que sí desde el otro lado de la línea.

—Sí bebé, solo que ya sabes, es sólo por una semana que puedo mantener la cuenta espejo —me recuerda mi amigo, maestro de la estafa y el hackeo.

El padre de Rocco es programador, y por eso mi brillante amigo sabe un buen par de trucos que son muy útiles. Más para esta travesura en la que me estoy por meter.

Tengo una semana para enamorar a Estela usando la imagen de J, tiempo que debe ser más que justo para que yo pueda acercarme lo suficiente a Elián como para que se olvide la Harley Queen de la fiesta y se centre en la diablita. Mi misión es difícil, sí, pero tengo a mi mejor amigo listo para entrenarme en el arte de la seducción.

El hackeo de la cuenta de Instagram de J funciona como una cuenta espejo, donde yo puedo ver todo lo que él hace pero se crea una página igual donde yo puedo comandar la red social sin que él sepa ni que le quede registro alguno. Y entonces pasado el tiempo, no va a poder enterarse que ocurrió nada porque a la semana se borra todo registro de la cuenta espejo.

Observo el reloj de mi mesa de noche y veo que marca las 00:09h. Y no tengo sueño.

—Gracias lindo, te debo una —le agradezco a Rocco por estar siempre al pie del cañón.

—De nada bebé —dice él y me lo imagino con una sonrisa en su rostro de niño bueno —¿Ya estás acostada?

—Ajá —asiento con la cabeza mientras observo mi cuerpo tapado por la cobija. La noche estaba cálida pese a que estamos entrando en el invierno crudo y duro de Buenos Aires pero me niego a dormir sin cobija.

Tal vez me coma el coco si duermo sin nada que me cubra.

La cobija es la armadura contra los misterios de la noche.

Demonio del invierno versos cobijita, gana cobijita.

O eso me decía Manu cuando era pequeña luego de que veamos juntas historias de terror en la televisión y contemos historias de brujas que ella se inventaba para hacerme asustar.

Las ventanas de mi habitación están abiertas para disfrutar las últimas brisas cálidas del año. Amo el verano, las noches largas, la alegría de las personas en esos días. La emoción del momento, las fiestas, el ir a los parques con Estela o con Rocco y solo hablar de la vida.

Rocco y Estela no se caen bien. Nunca se cayeron bien.

Los presenté hace unos años cuando conocí a Rocco en el club de periodismo del instituto. Pero instintivamente se repelieron como el agua y el aceite. Primero pensé que tal vez sentían alguna especie de atracción, pero no, en realidad se odian.

Según Estela Rocco es la clase de persona que te lleva por mal camino. Y ella siempre sigue el camino que le impone su estricta madre.

Y en cambio, para Rocco Estela es una niña metiche y engreída.

Por eso mismo siempre se evitan y en caso contrario, si no pueden impedirse el coincidir se ignoran olímpicamente.

Así son y yo nunca los forcé a llevarse bien.

—¿Por qué lo preguntas? —inquiero luego de responderle que sí estoy acostada.

Entonces, mi amigo empieza a susurrar.

—¿Y qué traes puesto? —pregunta en un lento susurro.

Yo frunzo el ceño sin entender a qué se refiere pero le digo que traigo una remera blanca y unos shorts de pijama color rosado.

Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora