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Lara | Capítulo dos

MIAMI
Enero, 2020

Termino de vestirme, poniéndome por último las zapatillas y agarrando mi cartera antes de salir de mi habitación del hotel. Mi estómago pide comida a gritos ya.

Presiono el botón del ascensor y espero, manteniendo mi mirada puesta sobre la pantallita ubicada por encima de éste donde se va mostrando uno a uno los pisos por los que pasa hasta llegar al mío.

Subo en cuanto las puertas se abren frente a mí, presionando rápidamente el número de planta baja. Desciendo apenas un par de pisos cuando el ascensor vuelve a detenerse y casi protesto, hasta que reconozco a quiénes suben.

Camila, la mujer de Leandro, junto con sus dos hijos. Victoria y Giovanni, si no mal recuerdo.

–¡Ah, Lara, buen día! –me saluda primera, seguida por sus hijos que murmuran apenas un hola, bastante adormecidos todavía.

–¿Como están? –le devuelvo la sonrisa que me da, haciéndome un poco al costado con la intención de darles un poco más de espacio.

–Estos están pasados de rosca, aprovechan que no estamos para quedarse despiertos hasta tarde –comenta, señalando a sus hijos.

Simplemente sonrío, sin saber que otra cosa acotar.

No es que no me caiga bien, al contrario, me parece bastante simpática; aunque tampoco pudimos hablar mucho anoche ya que el ambiente no era justamente el ideal como para entablar una buena conversación. Por ende, no me siento todavía en la suficiente confianza como para seguir hablando cual amigas de toda la vida.

Eso se lo dejo a Gemma, al fin y al cabo es con ella con quién tiene que entablar una amistad.

–¿Bajas a almorzar también? –vuelve a hablar la rubia después de unos segundos.

Asiento automáticamente.– Sí, anoche no cene nada y no doy más –esta vez intento sonar un poco más simpática.

Lo máximo que puedo ser recién levantada, claro.

–Estamos igual. ¿Vas para el lado de las piletas también? Leo me dijo que están ahí con Rodri.

La mención del segundo me provoca cierto malestar. No habíamos vuelto a hablar desde la escena de anoche en el boliche y a la vuelta simplemente nos ignoramos el uno al otro.

–Si, puede ser –no aseguro nada, pero me lo pienso.

Ya al llegar abajo Camila vuelve a insistir con que los acompañe así que termino aceptando, saliendo del hotel junto con ellos para ir hacía donde su marido y el novio de mi amiga nos esperan.

Los reconozco cuando ya estamos a un par de metros de ellos y me sorprende no ver a Gemma ahí también, aunque ciertamente no mucho, se por experiencia propia lo que cuesta levantar a mi amiga después de una noche de joda.

Leandro nos ve primero, dada la posición en la que está sentado. Parece avisarle a Rodrigo de nuestra llegada ya que al segundo éste gira su cabeza hacía donde estamos.

Justo antes de que lleguemos hasta ellos, Rodrigo parece decirle algo a Leandro, acusándolo con uno de sus dedos lo cual hace reír al ojiverde. ¿Nos perdimos el chiste?

–Hola, amor –Leo es el primero en saludarnos, recibiendo a su mujer con un beso en la boca y a sus hijos con un abrazo.

Yo apenas musito un saludo general para ambos, compartiendo una breve mirada con Rodrigo, la cual evito en seguida.

Egoísta | Rodrigo De PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora