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Lara | Capítulo cinco

MIAMI
Enero, 2020

Dejo el pote de crema corporal a un lado cuando siento mi teléfono vibrar al otro extremo de la cama, estirándome hasta agarrarlo, teniendo cuidado de no derramar nada sobre las inmaculadas sabanas.

Me encuentro con varias notificaciones y mensajes sin leer al desbloquearlo. Debí haberlo puesto en silencio anoche al salir del boliche y después de volver y que pasara todo lo que pasó con Rodrigo, me olvidé de revisarlo o ponerle sonido nuevamente.

Sorpesivamente es un mensaje de él uno de los tantos que espera a ser respondido y claramente no puedo evitar no entrar a ese primero, obviando el resto por un momento.

Rodrigo De Paul
si Gemma pregunta, te
dejé en tu habitación y después
bajé al bar del hotel.

Ni siquiera se para que me gasto creyendo que capaz quisiera hablar sobre anoche, más específicamente, sobre mi repentina confesión.

Que ilusa.

No le interesa y podría jurar que simplemente prefiere ignorar el hecho y seguir como si nunca lo hubiera escuchado, como si esas dos palabras nunca hubieran abandonado mi boca.

Es lo que tiene que hacer. No puede permitir que mis sentimientos arruinen su falsamente perfecta relación.

Apenas le contesto con un simple emoji, sabiendo el gran esfuerzo que estoy juntando para no soltarle todo lo que realmente estoy pensando, cansada de nuestras constantes discusiones y ahorrándome el mal rato.

Unos golpes en mi puerta frenan mi intento por terminar de vestirme, por lo que aferrándome bien a mi bata me dirijo hasta ahí, mirando por la mirilla por precaución antes de finalmente abrir.

–Ah, hola –saludo, siendo Gemma quién esperaba frente a mi puerta. Vuelvo al interior de mi habitación, dejando la puerta abierta, dándole a entender que puede entrar.

Me imagino el motivo de su visita antes de que siquiera pueda decir algo. Ya vi esa expresión arrepentida en su cara muchas veces en el pasado.

–Lari, ¿Podemos hablar? –pregunta una vez adentro, observándome a la distancia mientras yo vuelvo a acostarme contra el respaldo de la cama.– Te quiero pedir disculpas por lo de anoche, perdón.

Evito mirarla después de eso. No me es tan fácil hacer como si nada, ignorando sus palabras y olvidarlas como si nada. Teníamos un límite entre ambas, uno que ella traspasó enormemente anoche.

Vuelvo mi atención a ella cuando siento el movimiento del colchón al ella sentarse en uno de los extremos, esperando ansiosa alguna respuesta por mi parte.

–¿Y perdón por qué pedís exactamente? Dijiste bastantes cosas, amiga –digo por fin, dejando salir una risa un tanto irónica.

–Ya lo sé, por eso te pido perdón.

–¿Ya no soy tan trola como me dijiste anoche? ¿Ya no te da vergüenza presentarme a alguien por miedo a que me lo termine cogiendo? –no controlo mis palabras y mi bronca acumulada se hace notar– ¿Hace falta que te recuerde los que vos haces también?

Reconozco la vergüenza y el arrepentimiento en su expresión, creo yo, recordando cada acto y palabra que dijo en su ataque de locura.

–Lara perdón, dije las cosas sin pensarlas –dice casi en una suplica– Leandro ya me advirtió que es capaz de lo que sea con tal de joderme la vida, y para rematarla Rodrigo salió corriendo atrás tuyo, ¿te imaginas cómo estaba yo?

Egoísta | Rodrigo De PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora