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Lara | Capítulo doce

VENECIA
Mayo, 2020

Son cerca de las cuatro del mañana cuando me canso de estar dando vueltas en la cama sin poder pegar un ojo y finalmente me levanto.

Me pongo el primer buzo que encuentro encima de la cama y salgo de mi habitación, cuidando hacer el menor ruido posible.

No soy la única en el departamento ésta noche, me recuerdo, la tentación está a apenas dos puertas de distancia de mí.

Un escalofrío recorre mi columna vertebral al volver a pensar en el hombre que duerme en mi habitación de invitados y el causante de mi insomnio.

Rodrigo De Paul.

Mi mirada recae brevemente sobre esa habitación en particular, la cual se mantiene con la puerta igual de cerrada que está desde que terminamos de cenar y cada uno se fue a acostar por su lado.

No sé que estaba pensando en el momento que le dije que podía pasar su cumpleaños conmigo y mucho menos que se me pasó por la cabeza cuando dejé que se quedara, además.

Tranquilamente podría haberse ido al hotel en el que se supone se estaba quedando y volver mañana, pasaríamos el día juntos y nada más.

Eso sería todo.

Pero no, tuve que sentirme peor de lo que ya me estaba sintiendo por él, viéndolo tan destruido emocionalmente como se mostraba, y simplemente no tuve el corazón para pedirle que se vaya.

Y sé que no se lo merece, pero supongo que así es como soy con él, así es como me vuelvo con él.

Todavía no puedo obligar a mi corazón a odiarlo tanto como a mi cabeza le gustaría poder hacer, y supongo que ese es mi karma.

Estuve con él sabiendo que estaba traicionando y lastimando a una de las personas que más amo en mi vida, a mi mejor amiga, a Gemma....

Asi si que sí, no caben dudas que ésto es lo que me merezco; sufrir por Rodrigo tanto como él la hizo sufrir a ella en su momento.

Sacudo levemente mi cabeza en un intento por borrar éstos pensamientos de mi cabeza, necesitando dejar de torturarme con el tema al menos por un rato.

Recorro en silencio el camino desde el pasillo hasta el living, acariciando la cabeza de Cala cuando la veo echada sobre uno de los sillones.

Se remueve en seguida, despertándose del todo en cuanto se da cuenta que soy yo. Se levanta, estirándose sobre sus patitas y sacudiéndose hasta bajarse y seguirme a la cocina.

Se lo que quiere cuando se sienta frente a una de las alacenas de la mesada, más específicamente en la que guardo su alimento y sus croquetitas.

Me río cuando pasa su mirada de mi a la puerta de la alacena reiterada e impacientemente.

Así que busco lo que quiere, poniendo un puñado de las croquetas en mi mano y estirándola hacia ella, esperando a que las agarre.

Mueve la cola emocionada y me asusto cuando ladra de golpe, preocupada por lo fuerte que su ladrido resonó en todo el departamento.

Egoísta | Rodrigo De PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora