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Rodrigo | Capítulo once

ÚDINE
Mayo, 2020


Amor.

Una palabra aguda, de cuatro letras, dos sílabas y un millón de interpretaciones.

Hay mil maneras de amar, hay mil maneras de expresarlo y yo nunca fui bueno para hacerlo. Siempre me fijé más en lo que yo necesité, en lo que yo quise. Siendo totalmente egoista, siempre lo fui. Siempre supuse que es una especie de secuela de ser el hermano mayor, de no haberme acostumbrado enseguida a tener que compartir mis cosas.

Entonces no pensaba en los demás primero, pensaba en mí, y eso me llevó a dañar muchas relaciones; tanto amorosas como amistosas.

Y así me acuerdo de Camila, quién fue mi novia durante un tiempo. Ella fue la que estuvo antes de que yo me fuera a Europa, la que estuvo cuando no era nadie. Fuimos novios un buen tiempo, cercano a los tres años hasta que me enteré que me estaba engañando, provocando el inicio de todo lo que vino después.

Ahí fue cuando lo de ser egoísta se incrementó, cuando empecé a lastimar para prevenir el ser lastimado y para que nadie me vuelva a ver vulnerable, cuando empecé a protegerme porque si, Camila me había lastimado de la peor forma en la que un hombre podía ser lastimado: buscando en otro algo que yo no supe darle.

Ella fue la única persona a la que quise de verdad por primera vez, por la cual me desviví. Fue con la que soñé tener hijos y casarme, ella fue con quién creí querer pasar el resto de mi vida. Ella fue a la única que amé de la manera más sincera e ingenua posible y por ella fue que después me convertí en lo que soy.

No quería que me lastimaran de nuevo, entonces lastimaba yo primero.

Hasta que Gemma apareció y toda esa ideología que había formado tambaleó.

Yo la quería, la quiero todavía. No de la misma forma que a Lara y con mucha menos intensidad que a Camila, pero la quiero. Es de lo único que estoy cien por ciento seguro en toda nuestra relación.

Capaz no la amo para serle fiel de por vida, pero la quiero lo suficiente como para depender emocionalmente de ella. Y definitivamente no puedo vivir sabiendo que me odia.

No ella.

No cuando se enterró tan profundamente en mi vida ocupando finalmente el lugar de aquella única mujer con la que me proyectaba.

Gemma era ideal para presentarsela a mi familia, para formar una en un futuro cercano, aunque al final del día todas esas ideas no importaban cuando había una chica linda que me llamaba la atención como resultó ser con quién tiempo después descubrí era su mejor amiga.

Hace años había descubierto la diferencia entre querer a alguien para algo serio y querer a alguien para un acostón.

A Gemma la quería para algo serio, estábamos en algo serio.

Pero a Lara la quería para un acostón, yo lo sabía y desde un principio ella también.

Cuando Gemma me hacía sentir tranquilo, en casa, Lara me hacía sentir esa adrenalina de lo prohibido. Eran diferentes, siempre lo habían sido. Yo lo notaba y lo sigo notando hasta el día de hoy.

Gemma es bastante más pasional que Lara mientras que Lara siempre trata de que su mejor amiga entre en razón, que no haga una locura, pero Gemma va y la hace igual porque sabe que Lara va a estar ahí para ayudarla y cubrirla aunque no hubiera seguido su consejo.

Y sé que era igual de posesivo con las dos.

Con Gemma tenía un pretexto, era mi novia y mi todo, pero con Lara no. Ella era eso que no me sumaba nada en mi vida pero que tampoco podía dejar ir.

Egoísta | Rodrigo De PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora