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Lara | Capítulo diez

VENECIA
Mayo, 2020

Apenas volvemos al interior de mi departamento, Leandro me acorrala entre su cuerpo y la columna a mis espaldas. Se acerca a mí, pero no me besa. Me mira directamente a los ojos mientras se va acercando, juegando y tentándome.

Acerca su boca a la mía despacio, dejando finalmente un corto beso en mis labios. Se aleja por unos segundos, casi como si esperara algún tipo de reacción negativa de mi parte, algo que no pasa y le da el camino para volver a dejar otro beso en mi boca seguidamente. Esta vez más largo e intenso que el anterior.

De repente se separa y da un paso atrás. Me mira, como desafiándome y yo me tiro hacia sus brazos, enrredando mis piernas en su cintura y volviendo a reclamar su boca con la mía. Me corresponde automáticamente, arrastrando sus manos desde mis piernas hasta mi culo, sosteniéndome al mismo tiempo que aprovecha para poder manosearme a su gusto.

Dejo mis brazos alrededor de su cuello, entreteniéndome chupando, mordiendo y succionando sus labios.

–¿Nos vamos a arrepentir de esto después? –la pregunta sale antes de que siquiera yo pueda analizarla.

Su boca se aleja milimétricamente de la mía, intercalando su mirada de mis ojos a mi boca reiteradamente.

–No creo que haya alguien en el mundo que se pueda arrepentir de estar con vos –responde.

No quiero creerle, no lo hago. Caliente uno dice las cosas que sean necesarias para concretar la situación. Aunque tampoco voy a negar que sus palabras tienen cierto peso en mi cabeza.

Vuelve a besarme segundos después, con mucha más vehemencia y pasión que antes.

Le golpeo suavemente el hombro para que me suelte y él lo hace. Mirándolo fijamente a los ojos y con mi mejor cara de trola, deslizo mi remera por encima de mi cabeza.

Sus ojos me recorren de arriba hacia abajo y su mano se anima a acariciar desde mi cadera hasta mi cintura y un poco más allá casi hasta el borde inferior de mi corpiño.

Retrocedo, arrastrándolo conmigo en el proceso hasta lograr ubicarlo sobre el sillón. Permanezco frente a él, viéndolo seguir atento el recorrido de mis manos hasta el borde mi pantalón y como deslizo éste por mis piernas, dándome la comodidad y libertad necesaria para poder tomar lugar sobre sus piernas.

–¿Cosas así le decías a Gemma también? –cuestiono de golpe divertida, mordiendo mi labio inferior a propósito, disfrutando de sus reacciones con el movimiento de mi cadera sobre la suya.

Entiende en seguida a que refiere mi repentina pregunta.

–No necesitaba decir nada para que esté conmigo –sonríe arrogante y es mi turno de negar. Una respuesta de esas era totalmente esperable de su parte.

–¿Pero vos me vas a hacer rogarte más? –cuestiona con necesidad a continuación.

Y tiene razón, justamente él no necesita decir nada para hacerte caer. Con esa mirada y esa cara en general, cualquiera está más que dispuesta.

Es mi boca la que busca la suya con desespero esta vez, aferrando mis manos a su nuca y subiéndolas hasta su pelo, tironeando levemente el largo de éste entre mis dedos.

Me olvido de todo, de lo que lo trajo a mí en un primer lugar, de mi amiga y de Rodrigo sobre todo, sobre todo de él. Me enfoco únicamente en el ahora, en el momento donde sólo somos Leandro y yo.

Egoísta | Rodrigo De PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora