Lamerse las heridas

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Simon

Me despierto un día más con las últimas palabras que me dijo Wilhelm sobrevolando mi cabeza. Mi espalda está resentida, el sofá que me ha dejado Ayub como cama no está mal, pero es demasiado corto para encajar mis piernas. 

Me estiro boca arriba con las manos sobre la cabeza. Cierro los ojos y aprieto los párpados deseando que cada una de las sensaciones que me provocan esta tristeza desaparezcan. 

Los abro cuando unos toques suaves suenan desde el otro lado de la puerta. 

—Hora de despertar Simon. 

Ayub entra con una taza de cereales. Como dos cucharadas porque sé que mi cuerpo no podría funcionar sin algo de energía. Se sienta a mi lado apartando antes todos los papeles que anoché volví a ojear. 

—¿Vas a cambiarte de nuevo? — Su mirada se centra en la hoja que queda por encima del resto. Es de un instituto a las afueras de la ciudad, podría llegar hasta allí en autobús. De esa manera conseguiría evitar a Sara todo el día, pero seguiría viviendo en casa. Todavía soy incapaz de creer que ella fuera capaz de guardarme un secreto como ese. Siempre hemos sido ella y yo contra el mundo. Nada importa si las personas que tienes al lado te quieren y te respetan y para mí Sara era la más importante de ellas. No puedo dejarla, es mi hermana, me necesita, pero ahora sé que yo no puedo contar con ella. De la misma manera que tampoco puedo contar con Wilhelm. Rememoro una y otra vez esas últimas palabras... "Te quiero Simon" y junto al calor de su abrazo, las siento ahora como la despedida más amarga. 

—Todavía no lo sé —contesto finalmente. Dejo el plato en la mesita y me cubro la cabeza con las manos. Me quedo un rato en esa posición. La cabeza colgando entre las rodillas evita que Ayub descubra las lágrimas que ruedan por mis mejillas. Los muelles del sofá se expanden y sé que me he vuelto a quedar solo. 

Miro mi móvil apagado junto al plato. Es curioso como aquel aparato puede ser lo único que me dé los últimos coletazos de esperanza y muy triste no querer encenderlo por temor a que acabe con ella. Wilhelm ni siquiera sabrá que me está sucediendo y he caído en el error de apoyarme en él estos últimos meses, ahora es lo único que necesitaría para ver el mundo de otra manera, nada sería tan malo si él estuviera conmigo, ni siquiera Sara.

Calculo que llevo una hora aproximandamente estirado, de nuevo boca arriba cubriéndome la cara con el antebrazo. No he mirado la hora desde que me he despertado y en esta habitación no entra ni un rayo de sol, la única ventana que hay, comunica con un patio interior.

Me obligo a ir al baño porque ya no aguanto más y al pasar junto al comedor escucho al menos tres voces distintas, Ayub, Rosh y... No puede ser, es imposible que él esté aquí.

Me acerco lentamente evitando que el suelo de madera vieja cruja a mi paso. Asomo media cabeza por la puerta y reconozco su espalda al instante.

Mi corazón da un salto de alegría, sorpresa e incertidumbre al mismo tiempo. Quiero alejarme, pensar que voy a hacer, que voy a decirle antes de enfrentarlo, pero es demasiado tarde cuando lo miro de nuevo y sus ojos se cruzan con los míos.

—Hola — Sonríe y se levanta.

Entro, me quedo frente a él y como si el tiempo no hubiera pasado me abraza con fuerza.

—Hola Jako —respondo cuando recupero mi espacio—. Me alegro de verte.

Miro de soslayo a mis amigos que recogen los restos de comida que han quedado en la mesa. Sigo sus movimientos hasta que dedaparecen diección a la cocina después de dedicarme una fugaz sonrisa y una mirada de complicidad.

—Ey, ¿Cómo estás? — Jako me devuelve al presente. Creo que en estos días he llegado a perder por completo la noción del tiempo y a vivir levitando sobre una nube.

Alzo los hombros y me friego los brazos algo incómodo. —¿Qué haces aquí?

Veo como se rasca la cabeza algo tímido, como siempre solía hacer
—He venido a pasar unos días para navidad y no sabía si debía verte hasta que me enteré de todo lo que pasó y bueno, pensé que....quizás... podrías necesitarme.

Lo miro recordando todo lo que fue para mí. Íbamos al mismo instituto. Él dos años mayor que yo, me descubrió de la manera más bonita un mundo nuevo donde realmente podía amar con libertad. Cantaba también en el coro, recibió una beca de una buena universidad y se marchó. Yo lo entendí, lo quería, pero aquello fue soportable. Quisiera que con Wilhelm  sucediera lo mismo, quisiera dejarlo marchar sin sentir que puedo morirme por dentro en cualquier momento.

Me relajo al escuchar sus palabras.

—Gracias por venir, me alegro de verte —repito y en esta ocasión lo digo de verdad. Es la primera vez que sonrío en cinco días y me sienta bien.

—Tienes que llamar a tu madre.

Tuerzo el gesto. —No quiero hablar de nada de esto con ella. Intentará que arregle las cosas con Sara — Me presiono los ojos con el índice y el pulgar—, y todavía no estoy preparado. 

Asiente y alrededor de sus bonitos ojos aparecen unos pliegues algo más marcados que la última vez que lo vi. No ha pasado ni un año y aun así parece más mayor. 

—Encontrarás la manera de solucionarlo Simon, solo necesitas tiempo para curar las heridas.

—Sí, claro. Supongo —digo a media voz.

—Simon —dice en tono más serio—. Déjame decirle solo que estás bien. Prometo que no le mencionaré dónde estás. Ella... está muy preocupada.

—Por supuesto, díselo.

Nos mantenemos en silencio y el ambiente se enrarece.

—¿Vamos a echar una partida? —pregunto de manera efusiva.

—Por supuesto, a ver si sigues siendo tan malo como siempre. 

—!Si siempre te gano! —replico simulando estar ofendido. 

—Porque te dejo ganar —dice acercando su boca a mi oreja. 

Mi piel reacciona al sentir su aliento y el bello se me eriza, pero mi corazón sigue su curso, no se sobresalta, está en paz con Jako, sabe que él solo fue mi primer amor.

Pasamos toda la tarde jugando una partida tras otra. Me encanta que la complicidad que teníamos siga intacta. 

Sé que se ha hecho de noche porque mi estómago ruge. Le propongo comer unas pizzas, pero tiene que cenar con su familia. No obstante, quedamos que volverá mañana y yo me alegro de poder verlo de nuevo. Espero que hablar con Jako del caos que ha sido mi vida últimamente aporte algo de claridad. 

Me besa en la mejilla, más cerca de la comisura de los labios que de la oreja y me reconforta. Nuestra despedida fue una mezcla de tristeza y felicidad, ambos emprendíamos caminos nuevos y emocionantes que nos abrirían las puertas del futuro para poder salir de aquí. 

Miro mi maleta, medio deshecha en el suelo, y mis ojos se encharcan preguntándome cuando dejará de doler tanto. Cuando podré hacerla de nuevo y continuar con mi vida.

Una noche más cierro los ojos mientras él y Sara ocupan por completo todos mis pensamientos. 

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Regreso a Hillerska [Jóvenes Altezas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora