Rompiendo las normas por ti. Parte II

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Habrá hecho este mismo viaje más de mil veces y hoy le parece más largo que nunca. Sus pies van a su aire y repiquetean en el suelo haciendo que sus piernas suban y bajen sin cesar. Se muerde el pulgar. - Mierda -masculla cuando ve que hay piel levantada. Se lleva las manos a las piernas y las refriega contra sus muslos.
En su cabeza han ocurrido todos los escenarios posibles y tiene miedo. Pero la certeza de que Simon lo ama supera cualquier otra opción y le otorga la confianza que necesita para enfrentar las siguientes horas.

Se toma un minuto frente a la puerta. Suspira profundamente y llama con tres golpes contundentes. Los ojos de Rosh se abren tanto que es incapaz de reaccionar al ver quien hay al otro lado. Es la madre de Simon la que interviene y lo deja entrar.

- ¿Dónde está?

- En su habitación, pero no creo que...

- Voy a entrar - Zanja de manera amigable antes de que ella pueda acabar la frase.

Al abrir la puerta, el corazón se le sube a la garganta. Mierda, está muy nervioso, su confianza mengua unos puntos.

Se lo encuentra sentado en la cama, con los hombros alicaídos y las manos entre las rodillas. Simon por su parte, se sorprende al verlo y después, el alivio recorre todo su cuerpo. No lo sabía, pero él, es todo lo que necesitaba en ese momento. Se reprocha un poco el no haber contestado sus mensajes, aunque sabe que su presencia es lo que lo cambia todo.

- Hola.

A Simon le sorprende la timidez de Wilhelm, después de todo lo que han  pasado y cuando no domina la situación con él, sigue pareciendo un niño asustado.

- Hola -le contesta y se levanta. Rodea la cama y se detiene a los pies de la misma, en el punto más alejado de Wilhelm. - Lo siento -dice señalando el móvil -, no esperaba que vinieras.

- Temía que no aparecieras -replica Wilhelm cauteloso -. Sé que tienes miedo -continúa porque Simon permece en silencio-. Y antes de que tomes una decisión voy a quemar hasta el último cartucho contigo. Y después de eso, seguiré intentándolo orque no pienso renunciar a ti.

A Simon se le empañan los ojos, su determinación es feroz y uno de los rasgos que le enamoraron de él. Y ahora si cabe, lo quiere todavía un poco más. Aun así la posibilidad de perderse a él mismo por vivir una vida que no es la suya, le aterra.

- No sé que siento ahora mismo -. Es lo único que puede decir y espera paciente, observando. Entonces, capta el momento exacto en el que Wilhelm encaja las piezas en su cabeza y decide su próximo moviento. Simon sabe que está perdido.

- Simon - reclama Wilhelm con cabeza inclinada hacia abajo, pero con sus ojos mirando hacia arriba, de manera que adquieren una profundidad arrolladora -. Te quiero y sé que tú también me quieres, estoy tan seguro como que el césped es verde y el cielo azul - Carraspea porque este tipo de discursos siempre le han costado, pero por Simon el esfuerzo merece la pena y tiene que parecer más seguro que nunc  -. También sé que si el césped no se riega o que si el cielo acumula demasiada agua, uno acaba secándose y el otro termina en tormenta. No sabía... no entendía lo que era tener una relación hasta que te conocí a ti y desde entonces... 

Wilhelm se bloquea de repente, entre tanta metáfora se ha perdido. Lo tiene a un metro, se ha ido acercando a medida qie hablaba sin ser ni siquiera comsciente. Él solo quería decirle que siempre lo ha querido cuidar y que siempre lo hará. Trata de encontrar la conexión de eso con el discurso que estaba dando, entonces sus manos calientes de la tensión encuentran alivio entre las frías de Simon. Este las sacude y se las lleva a los labios con una media sonrisa traviesa que desata el corazón de Wilhelm y algo más, esa sonrisa es capaz de despertar a su entrepierna de un latigazo. Acompansa su respiración y se deja perder, queda completa y llanamente en sus manos. 

Regreso a Hillerska [Jóvenes Altezas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora