Rompiendo las normas por ti. Parte I

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6 años después...

Saca un pie de la cama y siente el frío acariciar su piel. Estira los brazos y la espalda. Gira el cuello varias veces haciéndolo rotar y le crujan los huesos, también las articulaciones que se resienten agradecidas. Ha pasado una mala noche. Justo en el momento en que la planta del pie toca el suelo, el teléfono le avisa de que acaba de recibir un mensaje. Dirige la mano hacia la mesita, se detiene a medio camino, duda, y ante la duda Simon siempre prefiere pensar. Es prudente o eso creía él. Está a punto de dar un paso que cambiará su vida para siempre.

Hasta ahora ha sido relativamente fácil, no han dejado de ser dos chicos enamorados en edad de hacer locuras. Eso es precisamente lo que han hecho los últimos seis años. Wilhelm estudiando en una universidad situada a tan solo dos horas de la suya en coche, ha recorrido ese trayecto más veces que él. Han ido a fiestas, has dormido juntos, han viajado, han celebrado los días especiales y sobre todo, se han querido mucho. Pero llegó el día. Como en un partido de futbol cuando el árbitro pita la prórroga. Sonó el silbato en forma de anillo de oro blanco, en un pequeño restaurante de una solitaria localidad. Solían hacerlo para tener algo de intimidad, aunque la gente solía ser bastante respetuosa, era inevitable mirar con curiosidad al futuro heredero paseando de la mano con su chico. Aquel día fue el más feliz para ambos, afianzar su amor, prometerse un para siempre juntos. Cuando Simon recuerda aquel día, una enorme sonrisa invade su rostro, siente como el corazón se acelera y una mezcla de risa nerviosa y ganas de llorar se le queda atravesado en la garganta. Un nuevo mensaje le acaba de llegar. Sabe que permanecer sentado en la que ha sido su cama toda su vida no va a hacer que la situación mejore. Escucha a su madre trastabillar con la vajilla. Se imagina la mesa llena de comida, un abundante desayuno para un gran día. Él no se ve capaz ni de engullir una avellana.

Coge finalmente el teléfono y abre la aplicación. Los dos mensajes de Wilhelm.
Te he echado de menos las últimas cuatro noches. Deseando que sean las 12. Lo acompaña un emoticono lanzando un beso.

El segundo. Simon si te ocurre algo, sabes que puedes decírmelo, sigo siendo yo, Wilhelm.

A Simon se le retuerce un poquito el pecho. Se siente culpable y maldice que Wilhelm pueda conocerlo tan bien aun estando a tantos kilómetros de distancia.

Estoy bien Wil, solo un poco nervioso. Contesta con un corazón rojo.

Solo es parte de la verdad, pero no le miente, eso nunca. Porque las mentiras tienen las piernas muy cortas y se las coge enseguida. Y, a pesar de la extraña sensación de estar perdiendo por completo las riendas de su vida, no quiere perderlo. Es una contradicción que a Simon le inquieta, él es de los que cree que para todo hay una explicación. Entonces, ¿Por qué no sabe explicar que narices le está ocurriendo ahora?
Se queda unos instantes más observando como las motas de polvo juegan con el rayo de sol que se cuela por la ventana. Todavía no ha abierto el porticón, pero desde que se partió una de las maderas hace ya muchos años, desde bien entrada la madrugada, la luz se cuela tan pronto amanece.

-Simon, he escuchado tu teléfono -habla su madre desde el otro lado de la puerta. -Abre por favor, sé que estás despierto.

Su mirada viaja hasta la puerta, concretamente hasta el perchero donde cuelga una bolsa negra, de un tejido caro y exquisito con unas letras bordadas de color oro.

Traga con fuerza, le contesta a su madre que saldrá enseguida y pega la oreja a la puerta. Hay demasiado silencio, algo ocurre. Inspira con fuerza, deseando que lo que cree que ocurre no se cumpla.

Abre la puerta y corre hacia el baño con el traje. Se ducha rápido, se afeita hasta ver de nuevo su piel suave y bronceada y finalmente se viste. Parece una versión cara y glamurosa de sí mismo. Los rizos siguen allí, también sus ojos negros como el carbón y los pliegues que han asomado alrededor de estos. Son de felicidad le dice su madre siempre que va a casa.

Regreso a Hillerska [Jóvenes Altezas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora