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—Tienes un auto —James se le quedó mirando sin saber que pensar. Donovan se apareció a la hora acordada frente a su casa, montado en un coche muy bonito de color azul oscuro. Era raro. Cuando Donovan dijo que era más conveniente que él fuera a buscarlo a su casa, supuso que se debía a que su destino se encontraba cerca de ahí y podían llegar caminando.

Pero no fue así, Donovan llegó en auto.

—Estaba en el servicio —contestó con sencillez y después se inclinó para abrirle la puerta—. Sube, el camino va a ser un poco largo.

—¿Que tan largo? —preguntó en tono dudoso. Donovan había manejado aquello con mucho secretismo y lo convenció de ir con él a un lugar desconocido un sábado por la mañana.

—Una hora más o menos —calculó con una sonrisa en los labios. James le miró con curiosidad, tratando de descubrir algo en la expresión del muchacho. Por supuesto, no encontró nada más que unos rostros misteriosos—. Vamos, sube al auto —dijo, inclinándose para abrirle la puerta. Él era experto dándole sorpresas a la gente.

—Bien —espetó finalmente, resignándose a la idea de que tendrían que esperar hasta llegar a su destino para saber qué era lo que quería mostrarle.

—Puedes conectar tu celular si quieres —dijo, arrancando y aquello le dio buena vibra a James.

Donovan no estaba ansioso por mostrar todo de sí y en cambio parecía dispuesto a compartir su espacio con él.

—Está bien —dijo—. Voy a darle un uso a las quinientas canciones en mi celular que nunca escucho.

Donovan se río, pero James no estaba bromeando.

Iba a ser un viaje interesante.

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James miró por la ventana, ellos hablaron poco, pero cantaron bastante, así que tenían la garganta seca a pesar de haberse acabado una botella grande de agua. Parecía que Donovan venía preparado porque tenía más en una pequeña hielera en el asiento trasero.

Como sea, una vez que llegaron al lugar a James le pareció que su destino había sido bastante obvio y se preguntó como no lo había descubierto antes.

—La playa —dijo sonriendo—. ¿Es en serio? —preguntó, sin poder evitar reírse.

—Es en serio —aseguró—. ¿Por qué me miras así? Es el mejor lugar para el romance —aseguró sin despegar la vista de la carretera.

—Supongo que lo es —comentó—. A las chic flicks les encanta la playa, es como, el lugar perfecto para casarse —dijo, pensando en toda la gente que a diario se trasladaba kilómetros de distancia para tener una verdadera y fabulosa boda en la playa.

—No pareces muy convencido —Donovan se detuvo en un semáforo, acomodándose los lentes de sol que, según James, le quedaban de muerte.

—Me gusta la playa —aseguró—. Sobre todo, el volleyball playero —no pudo evitar encogerse de hombros—. Vincent y yo hemos venido varias veces en temporada alta para ganar dinero en los torneos, somos unos campeones —aseguró, dejando implícito lo poco romántico que le parecía aquel lugar.

—Bueno, el lugar depende mucho de los ojos con los que lo mires, vas a ver que es un buen sitio para ligar —comentó, muy seguro de sí mismo.

James rezó con todas sus fuerzas para que Donovan no hubiese planeado algo como conseguir citas dobles, porque estaba seguro que se montaba en el primer autobús y se regresaba de inmediato a casa.

El destino de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora