Pink & drink era el lugar más lindo que James hubiese visitado. Parecía sacado de un afiche o una fotografía de pinterest. La decoración combinaba perfectamente con su nombre, tanto que parecía un sueño dulce de azúcar y malteadas de sabores.
Nada más entrar se dio cuenta que ellos no encajaban ahí, de hecho, estaban tan fuera de lugar que las clientas los miraban como si fueran dos monstruos que hubiese aparecido para devorarles las entrañas. James se sintió cohibido de inmediato, pero trató de no demostrarlo, porque se suponía que esa era su filosofía, vivir la vida sin importar lo que los demás pudiesen opinar al respecto. Sin embargo, todavía no era capaz de rechazar todos los resquicios de vergüenza que trataban de penetrar en su piel. Algunas de las chicas parecían curiosas y otras estaban dispuestas a matarlos por invadir su preciado espacio femenino.
—Ven, sentémonos aquí.
Donovan caminó a una mesa vacía cerca de la ventana. Era bastante obvio que, a diferencia de él, al chico no podría importarle menos que algunas muchachitas hubiesen comenzado a susurrar descaradamente al verlos ahí. Se sentía extraño, como si fuera el número principal de un circo donde ellos eran la atracción y James luchaba contra el pánico escénico.
—Es un lindo sitio, murmuró, muy lindo —murmuró, echándole un vistazo al papel tapiz que adornaba las paredes con un color rosa pastel, salpicado de rosas rojas y tallos verdes. Estaba seguro que Donovan pudo leer sus pensamientos porque de inmediato soltó una risa divertida.
—¿Te hace sentir incómodo? Si quieres podemos pedir para llevar —convino, recargando el rostro en su mano derecha. James abrió los ojos de par en par, pensando en la impresión que debía estar dando y de inmediato negó con la cabeza.
—No, este lugar está bien —aseguró, moviendo las manos para reforzar su punto. Sin embargo, era bastante obvio que se sentía un poco tímido en aquel ambiente, así que trató de hacerlo saber sin que eso implicase terminar la salida antes de tiempo (no se atrevía, ni en sus pensamientos, a llamarlo "cita)—. Aunque, de todas maneras, es un poco raro porque nunca había estado en un sitio como este —agregó, mirando el mantel con motivos dorados.
—No te preocupes —dijo encogiéndose de hombros—. Te acostumbras después de un rato, a mí me pasó lo mismo cuando vine la primera vez.
—Ya veo, supongo que nos pasa a todos —comentó, pero de alguna manera tenía la sensación de que aquellas palabras eran una manera simple de hacerlo sentir mejor. Al menos a James le daba la impresión de que Donovan no era el tipo de persona que se avergonzaba.
Mientras ordenaba y después, cuando esperaban por su pedido, la conversación se movió de manera errática, sin que James consiguiera superar del todo la incomodidad que sentía. Al principio, tenía que ver con las miradas y murmullos de las chicas, sin embargo, después de que se olvidó de la presencia de los extraños, era la mirada de Donovan la que conseguía que no pudiese mantenerse tranquilo.
No tenía idea de cómo había terminado ahí, ni siquiera estaba seguro de que cuando Donovan lo había invitado el hubiese dicho explícitamente que sí, pero ahí estaban. Suspiró.
La tarta de manzana llegó casi enseguida, cuando vio la rebanada sintió que se le hacía agua la boca, era la típica tarta con trozos de fruta encima, pero hacía mucho que no probaba dulces y aquel postre se veía especialmente delicioso. Con mucho cuidado tomó la cucharita que le dieron y probó un bocado.
Aquello sabía a cielo
—¿Qué tal está? —preguntó Donovan, quien le miraba con el rostro ladeado. Parecía mirarle con cierta ternura en los ojos, pero no estaba seguro, él era muy bueno imaginando cosas.
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El destino de las estrellas
Teen Fiction(LGBT+) Donovan es un estudiante de arte que vive la vida como le place. James es un deportista encerrado en sus propias preocupaciones. Cuando ambos se encuentran por primera vez, su relación no parece destinada a otra cosa que a ser conocidos que...