Dos años antes

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—James es genial, es el mejor jugador de los Red Foxes, no hay manera de que pierdan si él está en la cancha —Prudence llevaba la camiseta del equipo y una gorra azul, que cubría la cima de su cabeza, mientras el resto de su cabello estaba atado en dos trenzas. Ella traía en la mano una especie de trompeta para hacer ruido y las mejillas pintadas con líneas de color naranja y blanco.

Donovan sabía que su hermana pequeña era una fanática de hueso colorado, compraba mercancía de los Red Foxes con frecuencia y los apoyaba en todos sus partidos a pesar de que no eran más un equipo local que hacía tiempo había caído de las ligas mayores. Sus partidos eran más cercanos a juegos de instituto que a partidos reales,

El hecho de que fuera tan devota al equipo era la única razón por la que estaban fuera de casa en un día tan caluroso. Prudence era una deportista, pero incluso ella, con su ferviente amor por corre detrás de una pelota durante sesenta minutos, se tomaba muy en serio el abrazador del verano.

Donovan miró a la gente reuniéndose poco a poco en la entrada del pequeño estadio, él no era exactamente fanático del deporte, así que no entendía como era que aquellas personas estaban tan emocionadas cuando al mismo tiempo parecía a punto de freírse por el sol. Pero al parecer los Red Foxes, eran un equipo con un grupo de fans grande que además, les profesaban una fidelidad casi religiosa.

Para Donovan eso era increíble, teniendo en cuenta que se trataba de un equipo de medio pelo que hacía tiempo que no ganaba un torneo.

—Todavía no entiendo como tú y mamá viajan dos horas y media para ver un partido de básquet —Donovan observó el estadio con cierto recelo. Él nunca había asistido a uno de los famosos enfrentamientos de los Red Foxes que apasionaban tanto a aquellas dos, pero se había llenado la cabeza con las cosas que le contaban, podía recitar prácticamente de memoria los nombres de todos los jugadores.

Aunque fuera una persona hogareña que solía quedarse en casa y ocuparse de sus propios asuntos, no estaba en posición para ignorar todo el fanatismo que corría por la sangre de las mujeres de su familia.

—El básquet es genial y los Red Foxes son el mejor equipo del mundo —aseguró la chica con una sonrisa en los labios, luego lo tomó de la mano para entrar al lugar, donde una buena cantidad de fanáticos ya esperaba a que iniciara el partido—. Parece que aún hay buenos lugares —comentó, tirando de él para acomodarse en las filas de en medio, donde se podía ver el campo en todo su esplendor.

—¿Mamá te deja beber cuando vienen para acá? —preguntó, viendo que la mayoría de las personas ya tenían una o dos latas de cerveza encima. Los ánimos ya estaban por los cielos y el juego todavía no había comenzado.

—No, soy menor de edad, pero ella siempre se toma dos latas —dijo, soltando una risa divertida. Luego lo miró un momento con expresión dubitativa—. No te preocupes por mamá, ya sabes cómo es, no estará enojada mucho tiempo —agregó, apretándole el brazo en una señal de apoyo. Donovan se giró para mirarla, su hermana apenas tenía catorce años pero estaba creciendo con rapidez, cada día se ponía más alta, su expresión estaba adquiriendo cierta madurez, pero todavía seguía pareciendo una niña cuando se preocupaba.

—Lo sé —dijo, acariciándole la cabeza y dejando salir un suspiro. La pelea con su madre era la razón principal por la que estaba ahí. En general ellos eran una familia de pocos enfrentamientos, pero en esta ocasión Donovan la enfureció tanto, que no los Red Foxes pudieron sacarla de casa.

Aquello solo significaba una cosa, que ella estaba realmente molesta.

Por culpa su ridícula pelea, Prudence se había quedado sin nadie que la llevara a ver el partido de ese fin de semana y tuvo que verla lloriquear frente a su calendario, murmurando algo acerca de encontrarse por fin en cuartos de final. A Donovan le dio mucha lástima, era injusto que la chica tuviera que quedarse en casa por una riña en la que no tenía nada que ver, en especial porque no tenía muchas oportunidades para salir a divertirse, así que se ofreció a llevarla, a pesar de las malas caras de su madre.

El destino de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora