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—Nunca pensé que fueras tan audaz —Vincent estaba sentado en el suelo de su habitación, recostado en la pared, mientras él se encontraba extendido en la cama, mirando al techo como si fuera lo más interesante del mundo.

—No lo hice estando en mis cinco sentidos —explicó—. Bueno, en realidad si lo estaba, pero me sentía tan mal que no supe contenerme —agregó, colocándose las manos en el rostro, repitiendo la escena en su cabeza, mientras pensaba en todos los posibles escenarios que pudieron haber ocurrido esa noche.

Ya habían pasado dos semanas desde que le había confesado sus sentimientos a Donovan y desde entonces se estuvo escondiendo del mundo. Solo salía para ir a clases y después corría a algún sitio inusual para comer o pasar el rato en las horas muertas. Lo que menos quería en ese momento era encontrarse con Donovan una vez más.

—¿Y te ha llamado en estos días? —Preguntó, utilizando el colchón para recargar el brazo derecho y la barbilla—. Porque si no te está buscando no tiene sentido que estemos encerrados acá, cuando podríamos estar haciendo algo mucho más interesante —espetó, frunciendo el ceño. Parecía listo para salir a comerse la ciudad, estaba usando una camisa y zapatos de vestir, mientras que su cabello había sido peinado con secadora. Tenía la sensación de que interrumpió su apretada agenda para ir a verlo, pero tampoco estaba muy seguro porque Vincent siempre se veía como si estuviese saliendo de fiesta.

—Me llamó el primer día —admitió y luego se incorporó, sentándose para poder ver a su amigo con más claridad—. Después no lo sé —su voz sonó con mucho remordimiento, pero, aunque podía haber aclarado el origen de su tono, no lo hizo.

—Ya —Vincent lo miró con suspicacia, conociendo los detalles en la personalidad de su amigo—. ¿Qué quieres decir con que después no lo sabes? —inquirió de manera acusadora. James guardó silencio un momento, era demasiado sospechoso—. ¿Qué tontería hiciste James? —le preguntó, sintiendo que había algo raro en toda aquella situación, sobre todo por la manera en que su amigo le evitaba la mirada.

—Bloquee su número —confesó, después comenzó a morderse la uña del pulgar derecho, en un gesto que realizaba cuando se encontraba realmente nervioso. Vincent abrió la boca sorprendido, parecía que tenía mil cosas que decirle, pero finalmente terminó yéndose por lo obvio.

—Que tonto eres —espetó, negando con la cabeza y llevándose una mano a la frente—. ¿Por qué hiciste algo como eso? No sólo es inmaduro, también es grosero teniendo en cuenta que Donovan no te hizo nada malo —lo reprendió, pensando que cada día descubría que los límites de las personas para hacer estupideces eran más amplios. Ni su amigo se salvaba de eso.

James lo miró, tratando de encontrar una excusa para sus acciones. Era cierto que Donovan no hizo nada malo, en todo caso fueron Don y su banda de idiotas quienes llegaron a importunarlos, pero eso no evitó que el recibir una llamada después de su confesión le causara mucha angustia y ansiedad. Esa noche había tenido algo parecido a una crisis en la que no paró de llorar cono un bebé durante horas. Sentía que el mundo a su alrededor se había derrumbado y que después de eso nada volvería a ser como antes. En medio de todo aquello se vio obligado a bloquear el número para su propia paz mental.

A la mañana siguiente, cuando todo estuvo más claro, no pudo encontrar el valor para desbloquearlo, esos detalles no se los contó a Vincent.

—Ya lo sé, pero no quiero hablar con él —espetó, dejándose caer una vez más sobre el colchón, pero ahora de cara a su amigo—. Apenas y puedo manejar a los idiotas estando yo solo, no quiero que la tomen con él, es un buen chico —agregó, soltando un suspiro largo y cansado.

—Es mayor que tú, prácticamente un adulto y es enorme, así que lo tuyo suena tan ridículo como si un Maltés quisiera defender a un Rottweiler —explicó con franqueza. No había ninguna intención de ofenderlo, tampoco trataba de ser irónico, solo estaba exponiendo un punto, pero de todas formas James tuvo ganas de echarlo de la casa, pero no lo hizo.

El destino de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora