Cualquier cosa por ti

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No sabía que pensar, estaba en mitad de la cocina preparando un te de jengibre y miel para Ed, en verdad lo habían lastimado, y todo para protegerlo a él, ¿Por qué alguien haría algo como eso? ¿Por qué alguien arriesgaría su propia vida por la de él? Oswald le seguía dando vueltas a la situación en su cabeza, una y otra vez. Edward Nygma, aquel muchacho que había trabajado como forense en el DPCG, que luego lo salvaría al encontrarlo herido en el bosque, y con el que, después de haber sido encerrado en Arkham, pudo abrirse, pudo hablar de lo que le atormentaba, de como el hecho de que Fish Mooney lo dejara vivir le quitaba el sueño "Los pingüinos comen peces" fue lo que le dijo, y lo hizo sentir fuerte de nuevo, poderoso.
Y aquí estábamos, una vez más, el lo había salvado, Edward Nygma lo había salvado y ésta vez había puesto su propia vida en riesgo.
El sonido de la tetera lo sacó de sus pensamientos.

Oswald, con una taza de té en sus manos, se acercó a Edward, que estaba sentado en un sillón junto a la chimenea, usando una bata que en su momento, Elijah, su querido padre, le había obsequiado.
Le entregó la taza de té con una sonrisa, que el más alto devolvió, para posteriormente sentarse junto a él.

-Es té de jengibre con miel, era el remedio de mi madre para el dolor de garganta - observaba el cuello de aquel enigmático ser sentado a su lado, las marcas que las manos de Gilzean habían dejado en el - ¿seguro de que no necesitas un doctor?

-No, estoy bien - respondió, tosiendo poco después

-Sigo sin entender por qué no me dijiste lo que ibas a hacer

-Tu reacción al ver a Butch debía ser genuina, las personas tenían que creerlo... Y lo hicieron, y una vez más eres el héroe de la ciudad- dijo, y soltó una pequeña risa

-Pero casi te matan

-Y me salvaste, de nuevo

Oswald solo pensaba en todas las veces en que Edward lo había salvado a él, la forma en que curó sus heridas, y no solo las físicas. Sacarlo de Arkham, y darle un botellazo en la cabeza a ese gorila no le parecían nada en comparación a lo que Ed había hecho por él.
Vio como el más alto lo observaba y reía, posteriormente tosiendo por el dolor de su garganta.

-Espero que sepas, Oswald, que haría cualquier cosa por ti

No podía creerlo, su respiración se había agitado un poco tras escuchar eso, sentía como con cada latido su corazón amenazaba con salirse de su pecho, notó cómo de pronto fijó su atención en los labios del más alto.

-Siempre puedes contar conmigo

Quería besarlo, en verdad quería besarlo. Lo miro fijamente unos segundos, que parecieron una eternidad, admirando aquellos hermosos ojos oscuros, que estaban ocultos por el cristal de sus anteojos, como si estuvieran siendo protegidos del exterior; aquellos delgados labios, de un ligero tono rosa que los hacía lucir irresistibles. Se inclinó suavemente, con la intención de unir sus labios en un beso de una vez por todas, este era el amor del que se madre le habló por tantos años, aquel amor que no debía dejar escapar, sabía que frente a él estaba su otra mitad, su alma gemela, su destino.

Pero no lo besó, no estaba listo para hacerlo aún, y lo único que pudo hacer para ocultar sus intenciones iniciales fue rodearlo con sus brazos.

-Gracias- dijo, con una sonrisa en su rostro, mientras Edward correspondía al abrazo.

Dejó que sus manos recorrieran la espalda del más alto y que su olor se impregnara a él, mientras sentía como sus verdes ojos amenazaban con derramar lágrimas, y una sonrisa, inocente y sincera, se formaba en su rostro, estaba enamorado. Se había enamorado de Edward Nygma, el ex-forense amante de los acertijos, y aunque su enamoramiento no fuera nuevo, era la primera vez que había notado lo que sentía en realidad por él, y lo hacía feliz, lo hacía feliz sentir algo tan bello como lo es el amor por alguien como Edward. Sentía como los brazos de aquel hombre, delgado y fuerte, lo envolvían y apretaban ligeramente sobre el cuerpo del otro, sentía incluso su sonrisa, quería congelar ese momento, ese preciso momento, jamás había sentido un abrazo tan sincero que no fuera de sus padres, jamás se había sentido tan querido y en paz, y no quería dejar de sentirse así, pero eventualmente aquel momento debía terminar, no podía prolongarlo para siempre, pero si mantenerlo vivo en su memoria.

Corre Hacia ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora