Epílogo

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Diez años habían pasado desde que el pingüino y el acertijo habían celebrado su boda, y diez años habían estado casados, diez años logrando evitar, de algún modo, que los enviasen ya sea a Blackgate o a Arkham, haciendo siempre de las suyas y saliendo sin consecuencias a largo plazo. Diez años de relativa paz para ellos, hasta que el murciélago apareció.

Uno de esos días en los que escapaban juntos de una escena, el techo del auto se hundió por el peso, y la parte frontal de este se vio envuelta en una inexplicable oscuridad, causando que chocaran, y al intentar huir, dejando el auto destrozado tras de ellos, el causante de ese accidente los alcanzó, provocando que tomaran sus manos mientras gritaban por la figura enmascarada que caía sobre ellos. Diez años, y un hombre vestido de murciélago fue quien había logrado atraparlos dejándolos amarrados a tres metros de altura en espera de la policía, pero no por demasiado tiempo. Apenas estaban trasladandolos y ya estaban intentando escapar.

-¡Esta es mi ciudad, eso fue lo que dijo!- gritaba exasperado, histérico, mientras el castaño de traje verde trataba de abrir las esposas con un alfiler.

-Estuve ahí, Oswald.- respondió en un tono aburrido, casi cansado, principalmente concentrado en algo más -¡Lo logré!

Una vez liberado volteó para abrir las esposas de su amado, saltando juntos de aquel vehículo automáticamente después de haberlo logrado. Caminaban apresurados por las frías calles de la ciudad, camino al que era su hogar, molestos por la interrupción del enmascarado.

-¡Tenemos que descubrir quien es y mostrarle que esta es nuestra ciudad!

-Estoy de acuerdo.- suspiró mientras atravesaba su brazo impidiendo que Oswald avanzara, viendo en lo alto de los edificios a aquella figura pasar, retirando sus lentes por un momento mientras el más bajo rompía el silencio con voz algo temerosa la ver lo mismo que él.

-¿Mañana?

-Mañana.

Continuaron entonces con su camino, acercándose lo más posible el uno al otro para sentir su calor, tomando sus manos mientras avanzaban por aquellas oscuras calles, ideando un curso de acción desde ese momento para evitar que aquella nueva amenaza implicara un problema para ellos. Y aún así, dejándose caer en la cama apenas habían llegado a la mansión, con los brazos de Edward envolviendo el cuerpo de Oswald, dejando que sus latidos se sincronizaran y sus respiraciones se calmaran, entrando en un profundo sueño en los brazos del otro, al igual que cada noche.

Corre Hacia ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora