Isabella

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Todo recuerdo que tuviera, no tenía un orden real, todo estaba mezclado, y acompañado de una aparición de vez en cuando.

La mujer enmascarada, entre recuerdo y recuerdo, la sensación de su cerebro derritiendose y una máquina extraña en su cabeza solía acompañarla de vez en cuando. El húmedo y frío pasillo que la guió a ella, se sentía tan irreal, casi como su existencia misma, pero el amor que sentía por Edward Nygma era lo que la alentaba a seguir, lo que le daba un sentido a su vida.

Francamente, no podía trazar una línea real entre sus obsesiones y la realidad, simplemente no tenía la capacidad. Edward Nygma la amaba, no había forma de que no fuese así, solo necesitaba hacerle notarlo, ¿pero cómo?

Debía haber alguna forma de al fin tenerlo a su lado, eran el uno para el otro, lo sabía, o al menos eso era lo que su retorcido pensar le decía.

En su cabeza lo único que rondaba últimamente era Edward, no paraba de pensar en él, en su historia, en sus gustos, en todo lo que tuviera que ver con él, necesitaba ganar su atención, no debía ser tan difícil ya que tenía la similitud con su ex novia muerta de su lado, pero había algo que le impedía mantenerlo cerca. De pronto algo sonó dentro de su cabeza "Oswald". La noche anterior, cuando se conocieron, ese fue el nombre que sus labios pronunciaron, el nombre del alcalde en lugar del suyo propio. Era él, entonces, quien les impedía estar juntos, era él su obstáculo para alcanzar la felicidad junto al amor de su vida. ¿Cierto? No había otra explicación.

Que fuera a la biblioteca solo confirmaba su amor por ella ¿no es así? Pero aquel hombrecillo, aquel fenómeno se interponía entre ellos de una u otra forma. El no permitiría que su amor floreciera, ¿pero por qué? ¿Acaso quería que todo el tiempo de Ed le perteneciera a él? Esa sería una forma muy egoísta de pensar, él no es su esclavo, es un ser humano, no tiene porque reducir su tiempo solo a servirle.

Esa noche oyó de un incidente en la cena de fundadores, al parecer un lunático había envenenado el vino con la intención de desatar un virus en las cabezas de Gotham. No pasó a mayores, el DPCG llegó a tiempo, todos salieron ilesos. Pero como deseaba que Cobblepot hubiera sido afectado, como deseaba que le hubieran disparado, como deseaba que aquel veneno lo hubiese infectado.

Sintió algo húmedo y cálido bajando por su mano, notó la copa rota, el vino derramado y los vidrios incrustados, mientras un espeso líquido carmesí se deslizaba lentamente entre sus dedos. Dejó caer el resto de vidrio sobre la ahora húmeda alfombra, manchada por el vino y gotas de su sangre.

Cuando se levantó para buscar con que sacar los fragmentos de vidrio y limpiar las heridas que se había provocado notó a través de su ventana un auto extraño del otro lado de la acera, nada importante, probablemente visitarían a alguien.

Sacaba cada fragmento de vidrio con el mayor cuidado posible, intentando no dañar más el tejido, para poder al fin desinfectar la herida y vendarla. Pero el alcohol derramandose en su carne expuesta no le producía ninguna sensación, no había dolor, ni siquiera incomodidad, nada.

Al salir de casa a la mañana siguiente observó el mismo auto, en el mismo lugar, volteo rápidamente fingiendo indiferencia, sobre todo después de notar que había dos hombres dentro, con una cámara, entendió que vigilaban a alguien, y simplemente no quería meterse en su camino.

Pero cuando se dirigía a almorzar y volvió a ver el mismo auto negro fuera de la biblioteca comprendió, al fin, que a quien vigilaban era ella.

Entre la bruma de sus pensamientos, el rostro del alcalde apareció, era el único que podía haberlos enviado, la percibía como una amenaza ¿no es así?

Para ella todo esto sólo confirmaba que Oswald Cobblepot no los quería juntos, no quería que el amor de ambos floreciera, no quería que el destino siguiera su curso, estaba conspirando en su contra.

Corre Hacia ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora