El dolor de la incertidumbre

467 46 39
                                    

Extrañaba a Oswald, la cercanía, su aroma a lirios, sus ojos verdes llenos de ilusión al verlo, su risa, sus pecas que eran más notorias cuando se sonrojaba, su piel tan pálida, su cuerpo delgado y marcado por el dolor, sus labios, verlo caminar por la mansión, incluso tener que forzarlo a aceptar su ayuda cuando su pierna no soportaba más su peso. Extrañaba su alma, su sola presencia... Hubiera dado lo que fuera por cambiar de lugar.

-¡YA SE QUE DEBO ESPERAR 24 HORAS PARA REPORTARLO DESAPARECIDO PERO HABLAMOS DEL ALCALDE!

La mujer al otro lado de la línea le resultó increíblemente inútil ¿por qué no hacían nada?

Cuando al fin logró librarse de los reporteros y terminó con su trabajo había vuelto únicamente para encontrar su oficina vacía, y al ir a la mansión el resultado no fue distinto, ni siquiera Olga lo había visto, nadie sabía nada.

-Solo... Él no desaparecería así, no logro...no logro encontrarlo- su voz se quebraba, estaba aterrado, no quería ni imaginar que algo le pudiera haber pasado, no podía. Ni siquiera podía contactarse con él, simplemente, no estaba.

La mujer seguía dando la misma respuesta, no podía poner un reporte mientras no pasaran 24 horas. Y cuando fue a la estación la respuesta no fue muy diferente. 16 horas habían pasado desde la última vez que él lo vio, 12 desde que lo vieron por última vez, de ahí en más nadie sabía nada, nadie lo había visto.

Y desde que la policía se mostró incompetente por primera vez ante aquello, ya habían pasado 10 días, y su incompetencia no se desvanecía.

-Puede que simplemente huyera...

Eso le dijo James Gordon, ¿Se suponía que él era el mejor detective que tenían?¿Cómo podía tan siquiera considerar aquello? Oswald estaba en la cima, y estaba feliz, de verdad lo estaba, además, el amaba la ciudad de una forma que le era casi incomprensible, sería incapaz de huir de ella, de huir...de él.

Era un sin sentido tan solo considerar aquella posibilidad, no había ni un solo motivo por el que Oswald quisiera huir en ese momento, no tenía sentido. Pero preferiría que ese fuera el caso.

Su lógica se encontraba en constante conflicto con su corazón y sus deseos, cuanto deseaba que hubiera huido, sabía que era una estupidez pensarlo, pero era preferible a pensar que algo le había pasado, era mejor que pensar que simplemente... Ya no estaba.

Los reportes de prensa no paraban, todos buscaban al alcalde, pero nadie sabía nada, o al menos no lo decían. Cada vez sentía más su voz llenarse de dolor y desesperación, solo, necesitaba saber que él estaba ahí, en algún lugar.

No quería encontrar su cuerpo sin vida en algún agujero, no lo soportaría, pero no quería que los días siguieran pasando y tener que llegar al punto de enterrar una tumba vacía. Era horrible que esas fueran posibilidades. Pero mientras no encontraran su cuerpo, seguía vivo para él.

Ahora tenía que pararse frente a varios reporteros y algunos ciudadanos, día tras día, pidiendo que si alguien sabía de su paradero lo informara, incluso que serían recompensados. Hoy no era diferente.

El ambiente era más pesado de lo usual, más oscuro, o tal vez solo era él hundiéndose cada vez más en el dolor. Veía los rostros de cada persona mientras avanzaba, pero nos los distinguía, oía algún murmullo referente a la pena que sentían, o al dolor que sentía él, murmullos de lástima. Oía conversaciones sobre Oswald, como si ellos lo conocieran, como si supieran en realidad de quien estaban hablando, personas que afirmaban que "de seguro murió".

Y al pararse ese día, frente a todos ellos, frente a Gotham, no pudo más. Intentó iniciar con las palabras de siempre, intento hablar lo más calmado posible, pero su voz no salía, solo lágrimas y sollozos, las palabras salían de su boca sin pensarlas por primera vez, sentía su alma quebrarse a cada segundo que pasaba, sentía como el dolor tomaba control de sus sentidos, y la rabia salir disparada hacia aquellos que dejaban sus sentencias de muerte en el aire, sentía sus lágrimas caer torrencialmente por sus mejillas mientras las pocas fuerzas que tenía para mantenerse en pie se agotaron y se dejaba caer. Con una mano apretando su pecho en un intento de disminuir de algún modo el dolor, en un intento por evitar que su corazón terminara de romperse.

Corre Hacia ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora